Los vergonzantes Cachitos que trocean la historia

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COMBUSTIONES

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«Ese programa de TVE que dedica recursos a trocear el archivo musical más apabullante que hubo o habrá en España»

Julio Valdeón no comparte la opinión de la mayoría de la audiencia de Cachitos, el programa que bucea en el histórico archivo musical de TVE. Explica su visión desde Combustiones, su columna dominical.


Una sección de JULIO VALDEÓN.


Necesité verlo otra vez para confirmar que no deliro. Me refiero a Cachitos, la vergonzante basura posmoderna que tanto mola a los simpáticos. Ese programa de TVE que dedica recursos a trocear el archivo musical más apabullante que hubo o habrá en España. Para cachondearse y, por citar a Diego A. Manrique, provocar risitas. Leo pasmado a gente a la que admiro y de la que aprendo. Quieren que los guais que escriben los rótulos de ese Cachitos reciban toda clase de premios, medallas, alabanzas y honores. Es todo tan tronchante, tan fino, tan irónico, tan deliciosamente posmoderno y gracioso que se merecen, pongamos, un príncipe o un dentista.

Vale que el costo será ínfimo: alguien que bucee en los archivos y alguien más que redacte los pies de foto, o vídeo, y poco más. Pero escandaliza el tratamiento inane que aplican a la música y los músicos. Cuesta imaginar algo similar con el cine. No programar películas —bueno, en realidad ya nadie programa películas clásicas— sino fragmentos espídicos. Aquí el bofetón de Gilda, más allá la falda de la Monroe o King Kong subido al Empire. Y venga bromas. Muchas. Desopilantes. Menuda birria el muñeco de Kong y etc. Qué decir de los escritores. Diez segundos por aquí de Bukowski ciego perdido en Apostrophes, otros cinco de Arrabal subido a la mesa, otros tantos de Benet debatiendo con el copazo en la mano o de Umbral abroncando (¡con toda la razón!) a la cínica de Mercedes Milá. Por debajo, jajajá, alguna frasecita o etiqueta sobre el cartero borrachón, el milenarismo que llega o el yo he venido a hablar de mi libro.

OK. Lo admito. Todo lo que los analfabetos conocen de escritores como Umbral, y todo lo que las televisiones exhiben de él, son esos minutos de mierda en ese programa ídem. Pero sucede, magro consuelo, que la literatura también gozó durante años de algún espacio digno, programas de debate, entrevistas en las que los autores presentaban sus libros… Sin embargo, la música, ay. La música, en España, cuenta con una biblioteca audiovisual, propiedad de TVE, o sea, tuya y mía, que podría rivalizar con la de la BBC. Pero en lugar de destinar recursos a ordenar, preservar y difundir con dignidad y elegancia un pedazo esencial de nuestra cultura, y eso por no hablar por todo lo que se habrá perdido, los listos y estupendos prefieren castigarnos con un programa a la medida de su divina estulticia y su morro supremo. Dirán algunos que no hay para tanto. Que exagero e hiperventilo. Que voy de terrible y no capto la broma, la simpática vacilada, la inocente chanza, el exquisito pitorreo. Hum. «Igual antes éramos unos pedantes al querer informar sobre la música que nos emocionaba», escribe Manrique, «pero ahora en TVE sale gente que no sabe de nada pero que habla de todo. Ignorantes con permiso para banalizar lo que se les ponga por delante». Pues eso.

Anterior entrega de Combustiones: Coppel en la cumbre.

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