Leiva: Monstruos épicos

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“En este disco me he tomado menos en serio que nunca, y eso ha sido bueno para las canciones”

 

Este 2016 está siendo muy intenso para Leiva: después de la larguísima gira de “Pólvora” ve la luz su tercer trabajo discográfico, “Monstruos”, con el que tocará en el Palacio de Deportes de Madrid. Y a finales de año producirá el nuevo disco de Joaquín Sabina. De todo ello le habla a Arancha Moreno.

 

Texto: ARANCHA MORENO.
Fotos: RUBÉN MARTÍN.

 

Está en la séptima planta del edificio número 202 del madrileño Paseo de la Castellana, reunido con dos promotores de Sony. Quedan menos de 24 horas para que vea la luz su tercer disco en solitario, “Monstruos”, noveno en su carrera tras los seis álbumes de estudio que grabó con Pereza. Para presentarlo ha lanzado cinco canciones, cinco balas que han escupido sus redes sociales y han caldeado aún más la expectación por su nuevo trabajo. Pero a Leiva no le importan tanto los números. Se dedica a las emociones, las que palpitan en sus nuevos versos y explotan en sus nuevas melodías. Lleva esperándolo muchos meses, y por fin saca a la luz sus «Monstruos», el final de un camino que emprendió cuando se apagaban las luces y los micros de Pereza. El tercero de lo que él considera una trilogía en toda regla. Y ya conocen el refrán: a la tercera, va la vencida. Diana.

 

En tu primer disco, “Diciembre” (2012), te encargaste de todo: grabaste todos los instrumentos, escribiste los arreglos, hiciste la producción… en “Pólvora” (2014) compartiste la producción con Carlos Raya, y en “Monstruos” la has dejado enteramente en sus manos. Se ve que empiezas a soltar las riendas por fin. ¿Cuestión de confianza?  
Tengo un grado de confianza muy grande con Raya. Que te digan algo incómodo sobre una canción tuya es muy fácil recibirlo como un pequeño ataque, pero sé que él va a ser objetivo, va por la música. Aunque me duela dejar dos canciones fuera, confío tanto en él que si me lo dice es por algo, y al final las dos veces ha tenido razón. Creo que es muy bueno tener una cabeza que no tenga una implicación sentimental en el proyecto, que la tenga profesional, aunque conforme pasan las horas sí tiene una implicación sentimental. Yo soy muy emocional, en un disco al final hay decisiones que hay que tomar con la cabeza, y yo todas las decisiones las estoy tomando con el corazón. Parece que Carlos toma una perspectiva fría de las cosas, pero no es fría, es objetiva. A mí me sienta muy bien no tomar todas las decisiones, así dejo de estar preocupado por tantas cosas. Yo soy un tío que vive preocupado, y con Carlos me siento menos preocupado.

 

Cuando se anunció que el disco se llamaría “Monstruos”, pensé justo en eso: aquí tienen que estar todos los miedos de Leiva agrupados en sus canciones. Sí que están en el tema que da título al disco, pero en el resto hay otro tipo de monstruos al margen de tus miedos.
Sí, es un disco que habla de muchas cosas. Aparte de ser un disco donde conceptualmente hablo de los monstruos de cada uno, es muy vital, muy luminoso, muy abierto. También estoy hablando de algunos momentos de traición que he tenido por el camino. Creo que me he quedado empate con el mundo, he sacado mi cosa y sin rencor, con sentido del humor, que es algo que tampoco había practicado en mis trabajos. En este disco me he tomado menos en serio que nunca, y eso ha sido bueno para las canciones. Cada día me siento menos importante en todo, y ese es un ejercicio muy saludable.


Así lo cantas en la letra de ‘Breaking bad’: “Ya sé que no es para tanto”.
Sí, esa canción resume muy bien el disco. Estoy contando una fotografía de un momento vital donde de repente te desborda un poco estar tan expuesto, pero todos los versos terminan diciendo eso: ya sé que no es para tanto. Voy a largar de lo mío, aunque ya sé que no es para tanto, pero permitidme hacerlo.


En este tercer trabajo no le cantas mucho al amor. ¿Es una diferencia importante respecto a los anteriores?
Puede ser una diferencia importante. El tema del amor perdido es un recurso que he utilizado mucho en la canción, porque siempre he vivido un poco con esa sensación. Supongo que es un mecanismo de vida que tengo, vivir latigándome por lo que he perdido, me sale mucho en las canciones porque soy un poco así. Aquí no lo tengo porque me puse a trabajar en el disco y a la vez conocí a una chica que a día de hoy es mi chica, y al final eso te aporta una luminosidad a las canciones. En este disco me lamo menos las heridas. Es una diferencia importante, sí que lo creo.

 

Estás muy acostumbrado a escribir sobre tus miedos, y eso puede ser una manera de expulsarlos, pero también de convivir con los demonios cada vez que te subes a un escenario. ¿Cómo lo encajas?
Una vez empecé con unos episodios de ansiedad, y una amiga me dijo que era importante repetirte la palabra que te da más miedo, ahí escribí la canción ‘Miedo’. Está bien aliarte con los monstruos, con esos seres que viven dentro de ti y te mandan mensajes malos.

 

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“Imprimir presión a mi banda antes de salir al escenario no sirve de nada. Con otros sí, pero con mi banda sirve salir y disfrutar”

 

Hablando de alianzas (buenas), en este disco cuentas con Joe Blaney como ingeniero de sonido. Él ha trabajado con muchos de tus ídolos: Keith Richards, Tom Waits, Prince… ¿Has aprendido alguna enseñanza concreta de Joe que piensas aplicar en el futuro?
Sí, es muy técnico lo que he aprendido. Él viene del antiguo oficio de hacer grabaciones analógicas, su manera de sacar el sonido a un disco no es tan inmediata. Viene, mueve previos muy lento durante mucho tiempo, prueba micros… todo a la antigua. Es más lento, pero su mayor obsesión es sacar el sonido perfecto de la banda que está grabando. Él quiere que la sesión suene a disco, que todo sea muy fiel a lo que va a ocurrir, y eso es muy difícil. Yo, que soy un poco freak de las afinaciones de batería y de caja, he investigado mucho sobre eso. «Niño» Bruno trajo seis o siete baterías enteras y 20 o 22 cajas, una salvajada. Gran parte del disco la grabamos con una caja mía del año 60 y pico, una Ludwig. Yo toco con sordina, pongo una cosa en la caja para que no se disparen los armónicos, siempre me pareció que teníamos que evitarlo en disco, y Joe la quitó, me dijo que eso en la grabación no iba a salir. Quitar la sordina y que la caja abriera tanto, y que los armónicos se perdieran entre guitarras hacía que todo tuviera mucho más tamaño. Parece una nimiedad, pero no lo es. Bruno y yo flipamos. Con las guitarras tenía una profundidad brutal. Eso es oficio. Hace poco he producido a un tipo con una dimensión muy grande en Argentina, Abel Pintos, he utilizado ese truco y es alucinante. Tiene viejos trucos que hemos leído en los libros, porque él pertenece a esos libros y esas grabaciones.

 

En este disco hay mucha emoción, y en concreto, mucha caída libre. Es muy intenso. ¿Esa era tu intención?
Era un vértigo exponerte a tanta profundidad y a tanta caída libre… es una manera muy gráfica de representarlo, la verdad es que está muy bien visto. Yo tuve una traición muy gorda y muy dura, creí imposible que me fuera a ocurrir, un técnico de sonido con el que llevaba toda la vida nos robaba dinero en las tarjetas, nos robó muchísimo dinero a mi oficina y a mí. Esto hizo crack dentro de mí, era un amigo y llevaba toda la vida con él, me cambió el mundo y la manera de ver las cosas. Este disco ha sido una manera de volver a confiar. Aunque me vuelva a caer, no quiero vivir siendo desconfiado. El disco habla mucho de esto, de ir a pecho descubierto. Este episodio me dejó vulnerable, indefenso y asustado. ¿De verdad el mundo es así? No. Me puse a escribir canciones y dije: “Esto es lo que hay, tengo que aprender a vivir sin protegerme”.

 

Ya habías escrito una canción sobre este asunto en el disco anterior (concretamente, el tema ‘Pólvora’), entiendo que esta es la segunda parte. ¿Has vuelto a tener cierta fe?
Bueno, no puedes vivir protegiéndote por lo que pueda pasar, porque todo ese trayecto te lo pasas sufriendo. Alguien dijo algo así: «Me he pasado la vida preocupándome por cosas que jamás han ocurrido» [es de Winston Churchill]. Me identifico mucho, soy muy aprensivo. Dicen que es más fuerte el miedo a la pérdida que la pérdida. Hay que intentar dejar de controlar lo que va a pasar, hay que disfrutar del trayecto.

 

Al hilo de esto, en el documental “Palermo no es Hollywood”, sobre tu estancia en Argentina el año pasado, justo antes de subir al escenario de la sala Niceto le dices a tu banda que la única condición es disfrutar tocando. En el estudio pareces más controlador y en el escenario más liberal. Es un contraste curioso, ¿por qué?
Sí, salga bien o salga mal, disfrutemos, porque no está en nuestra mano que salga bien o mal. Nosotros ensayamos, vamos a salir y tocar bien, pero imprimir presión antes de salir al escenario con mi banda no sirve de nada. Con otros sí, pero con mi banda sirve salir y disfrutar. Si empieza a salir mal, cogeremos el equilibrio y lo levantaremos. En Pereza ese mensaje no estaba, estaba salir a tocar bien: no nos vamos a dejar llevar por las emociones, vamos a ser «cool»… y al final me di cuenta de que el mensaje es otro. Vamos a disfrutar, no quiero caras de tensiones ni nervios. El mensaje parece filosofía barata, pero no lo es. Si sale mal y has disfrutado te sientes menos bobo que si sale mal y has estado jodido. Creo que es una filosofía importante de la «Leiband». Pasémoslo bien, combatamos los marrones de un show riéndonos. Y eso que yo salgo con un nudo en el estómago brutal.

 

 

El mensaje funciona, porque transmitís ese disfrute nada más saltar al escenario. Parecéis una fiesta ambulante, como esos anuncios en los que llegan los invitados a casa descorchando las botellas. En ese sentido, el show no va «in crescendo»: nada más llegar ya ha empezado la fiesta en su punto álgido, parece que lleváis toda la tarde tocando.
[Ríe] Sí, lo pasamos muy bien tocando juntos, somos amigos, hay complicidad. En una gira hay una hora y media en el escenario al día, pero hay muchas horas en las que no estás ahí. Hay una amistad y unos códigos. Todos los que estamos en la gira nos sentimos muy afortunados, somos muy conscientes del privilegio que tenemos, por los proyectos que hemos estado y problemas que hemos tenido. Somos muy conscientes de lo que estamos viviendo, y eso es importante.

 

Ese crecimiento de vuestro directo, todas esas noches tocando y disfrutando el espectáculo se refleja más que nunca en este disco, que parece más vivo que nunca. ¿Estás de acuerdo?
Creo que sí, no he llevado mi obsesión por la perfección, ha sido más despreocupado, hasta llegué a sentirme bastante hippie. Pero creo que es el resultado de todo lo que dices. Si buscas la perfección y no disfrutas, no te estás enterando de nada. Yo he tardado mucho en darme cuenta de esto. Cuando haces música nunca estás tranquilo. Al principio quieres sonar con las guitarras muy altas, luego una afinación de batería interesante, luego que haya muchos espacios, ahora solos… siempre estás pensando en construir y hacer algo cada día más bonito y mejor. El peligro es que la preocupación aplasta a la diversión, lo bueno es que estás creciendo. La jugada es el equilibrio. A mí me ha ayudado mucho tener grandes delincuentes al lado, que me dicen: “Tío, diviértete”. Me acabo divirtiendo porque estos solo piensan en divertirse.

Canción a canción

‘El último incendio’, el primer corte, tiene un estribillo muy potente: “Nuestra revolución era una ensoñación, fin de la historia”. Se acabará convirtiendo en el himno de muchos desilusionados… Pero al margen de eso, esta canción y el álbum en general tiene muchas partes cantadas sin letra, muchos coros, mucho juego de voces sin texto. ¿Está muy pensado para el directo?
Bueno, todo eso se lo atribuyo a mis estancias en Argentina. Las bandas amigas que hacen sitios grandes allí, aparte de las estrofas cantadas y estribillos cantados, utilizan la voz en algunos pasajes musicales a modo de himno. Tienen una manera de introducir el himno cantado más allá de las estrofas que me gusta mucho, las canciones acaban siendo una celebración, y sin querer están pensando en el directo. Yo nunca pienso en el directo, cuando estoy en el estudio pienso en el mejor disco, pero allí me di cuenta de que ellos sí. Sin darme cuenta, el disco es muy para afuera, hay mucho momento de mano para arriba. El final de ‘El último incendio’ lo hice en Argentina, probablemente influenciado por esas maneras. Creo que esa canción va a ser un momento de la gente, más que mío. Vinieron Juancho de Sidecars, Ovidi de Los Zigarros, Chapo, Raya… hay mucho coro de amigos, le da mucha vitalidad al disco.

 

 

Es un trabajo con un sonido muy poderoso, muy grandioso, épico. ‘Guerra mundial’ tiene unos efectos de sonido muy chulos. Se sostendrá en directo sin ellos, pero, ¿intentaréis imitarlos?
Hubo un día que no había dormido mucho, habíamos salido, y pillé justo la mañana de ruidos de ‘Guerra mundial’ y fue una pesadilla, toda la mañana Carlos con veinte pedales, fue un infierno [ríe]. Ahora lo escucho y me encanta, pero en su día, con el resacón que tenía… Es imposible reproducir todo eso, pero buscaremos la manera. Eso está muy inspirado en ‘A day in the life’ de los Beatles [empieza a cantar el comienzo], era la referencia en esa parte psicodélica.

 

“Un poco de sinceridad es cosa peligrosa; una sinceridad absoluta puede ser fatal”, dijo Oscar Wilde. A ti, el sincericidio te ha funcionado: es un single que explota desde el principio.
No recuerdo haber dicho nunca te quiero en una canción, es una cosa muy pudorosa…

 

Y en el rock, más todavía.
Claro, parece un recurso fácil… pero aquí me sonaba bien, ¿habré perdido la cabeza? Se lo enseñé a mis amigos y me dijeron que sonaba bien, natural. Me parecía tan sincero… una amiga me mandó un email y el asunto decía “Sincericidio”, y le pedí permiso para robarle el título. En Argentina se utiliza mucho, me gusta mucho esa palabra.

 

¿Y por qué surge ese guiño al western a lo Ennio Morricone?
Me parece uno de los genios, me impresiona mucho cómo hace cosas que se han quedado para la historia de la música, se han convertido en auténticos himnos de películas western con muy pocos elementos. Es un genio haciendo cosas con muy pocos medios. Me parece alucinante que le hayan dado un Oscar ahora, con todo lo que ha hecho. Nunca me atreví a hacer algo western porque me sonaba impostado. Ese riff lo tenía en un cajón, pero lo metí aquí y me sonó muy natural, sin que sonase a ejercicio de estilo, fronterizo o del Oeste. Me gusta que en una radio suene algo así, como western.

 

 

¿Sientes que tu lenguaje, tus textos, son cada vez más descarnados y directos?
No lo sé, me interesan más las cosas concretas que las generales. Prefiero decir “Informe Robinson” que ver la televisión. A la vez tengo una exposición mayor, pero es una manera de contar las cosas y comunicarte con la gente. Cada día me siento menos preparado para hablar de lo mío, me siento con más ganas de protegerme y tener más cosas para mí, pero sí acabo contando las cosas de una manera más abierta, menos enmascarada.

 

De tu protección hablas en ‘Breaking bad’.
Sí, salimos a tocar y nos ve mucha gente, en la promo te preguntan sobre tus cosas, lo lee la gente, tocas y explicas al mundo por qué has hecho eso, y luego algunos me dicen que no soy activo en las redes sociales. Pero mi lectura es: si estoy tocando, hago promoción y el resto lo cuento en las redes sociales, ¿qué queda para mí? ¿Dónde está mi espacio? Estoy todo el día intentando encontrar huecos para que esos huecos sean para mí. En ‘Breaking bad’, un poco asustado por esto, salió la canción.

 

Eso se intensifica porque además sueles ir a muchos conciertos de tus amigos, estás muy expuesto en eso también.
Sí, estoy en la calle, pero no en los «photocall». Yo no me quejo de mi popularidad, entro y salgo y hago lo que me da la mano. Hablo de otra cosa. La tendencia es cada vez comunicarte más, mandar vídeos… Joder, también habrá que pensar que la gente se puede imaginar algo de ti, que no todo se lo des. Quiero quedarme algo para mí. Está bien ser informativo, pero no contéis conmigo para enseñaros una foto mía de vacaciones.

 

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«Si estoy tocando, hago promoción y el resto lo cuento en las redes sociales, ¿qué queda para mí? ¿Dónde está mi espacio?»

 

La épica de ‘Dejándose caer’ es muy británica, un poco en la onda de Muse, Coldplay o Arcade Fire.
Sí, con todos mis respetos. De toda la escena independiente, Arcade Fire me parecen los mejores, el gran grupo indie joven. Sí que me he sentido un poco influenciado en esta, tiene un carácter más alternativo, es la canción que más se escapa de mi sonido. El silbido inicial era un xilófono, lo silbé para marcar la melodía y Carlos me sugirió dejarlo. Tiene una cosa emocionante, creo que va a ser una canción importante en directo, me da la sensación.

 

¿Qué canciones estuvieron a punto de caerse del repertorio?
Estuvieron a punto de caerse ‘Hoy tus ojos’ y ‘Medicina’, Carlos las veía dentro y yo fuera. ‘San Sebastián-Madrid’ fue la negociación más dura, el repertorio estaba cerrado, era un disco de once, pero la hice volviendo de un viaje, se la enseñé a Carlos y le gustaba, pero no la veía… la grabé en mi casa un poco disco, un poco Boney M., y a él no le cuadraba. La canción era buena, pero no terminábamos de encontrarle el traje, y de repente nos fuimos por algo más Wilco y nos gustó mucho lo que encontramos. Esta canción es más un capricho mío, no sé si va a ser una canción favorita, ni sé siquiera si la tocaremos en directo, pero me gusta mucho lo que pasa en esa canción.

 

El arranque tiene un aire a ‘Jet lag’, de Iván Ferreiro.
Puede ser que tenga ese tono así, flotante. Y luego tiene una parte con cuerdas muy Phil Spector, muy Josh Rouse. Es un caprichillo mío, a veces me lo concedo, en todos los discos hay alguna canción que soy consciente que no va a tener una dimensión como el resto, pero es sano también concedértelo. En los discos también tiene que haber canciones pasaje. De todas maneras, sé que en algún momento, en algún concierto dentro de muchos años, me gustará tocarla.

 

‘Electricidad’ es de las más impactantes.
‘Electricidad’ es muy importante en el disco, lo que cuenta, la instrumentación, cómo rompe, es un medio tiempo pero en la parte final parece Aerosmith o Rage Against The Machine. Me atrevo a decir que es la canción del disco.

 


En «Monstruos» vuelves a apostar por los vientos. Hay muchos solistas y bandas que los han introducido puntualmente en el rock de la última década, pero en tu caso los metales son una constante, es parte de su sello. ¿Te acompañarán de manera habitual?
Es una apuesta muy importante que hice en «Diciembre», que tuvo consecuencias económicas desastrosas. La ambición de banda que llevaba en ese disco, mostrar a la gente lo que yo tenía en la cabeza no se sostenía con el número de gente que venía a vernos. Fue una gira bastante complicada, pensé que me estaba esclavizando a un sonido que requería que las cosas fuesen bien, porque sostener una banda con metales económicamente es muy complicado. En «Pólvora» las cosas fueron bien, lo mantuve, y en «Monstruos» lo voy a mantener. Mientras pueda y siga interesado en esta estética de sonido voy a seguir, se ha convertido en un rasgo fundamental de mi sonido. El problema es que te esclaviza un poco, y cuando las cosas no vayan tan bien y tenga que prescindir de los metales tendré que arreglar las canciones, salvarlo, pero me gusta mucho que esta trilogía tenga todo esto. En el siguiente ya pensaré, pero por el momento mi sonido lo veo estrechamente ligado a los metales, tanto que cuando compongo canciones pienso en el riff y automáticamente pienso en el arreglo de metales, como la gente del soul. Me parece parte de mis canciones.

 

Si estos tres discos conforman una trilogía, ¿eso supone un cierre de etapa?
Bueno, creo que forman parte de algo, los tres discos son una trilogía, no sé si luego me pondré a hacer tecno, no tiene pinta [sonríe], pero sí podría permitirme buscar algo nuevo teniendo la sensación de que lo otro ya me he quedado a gusto haciéndolo. Creo que el principio de todo esto es «Aviones» de Pereza, me abrió un tipo de canción y de sonido. Ahí ya estaba pensando en el sonido que tengo ahora, estaba barruntando lo que es «Monstruos», para mí este disco es el final de lo que estaba queriendo hacer en «Aviones». Escucho ‘Lady Madrid’ con esos mínimos arreglos de viento atrás, miedosos, y digo: «Claro, estaba buscando lo que ahora tengo». Por eso concibo como si hubiera cerrado algo. Fíjate en los arreglos: si tienes un minuto, y escuchas «Aviones», hay arreglos supertímidos en ‘Lady Madrid’, en ‘Que parezca un accidente’, en ‘Champán’… estaba buscando algo que creo que ahora tenemos.

Trabajando con Sabina

Últimamente has estado trabajando con Joaquín Sabina, ¿qué estáis haciendo juntos?
Vamos a hacer el disco juntos. Estamos haciendo las canciones juntos ahora, con Benjamín Prado. Hemos estado los tres en casa de Joaquín, escribiendo canciones, yo haciendo música para sus textos. Estamos dándole forma al disco y lo grabaremos a final de año. Voy a producirlo yo. Lo digo con mucha prudencia pero con mucha ilusión. Ya tenemos el repertorio casi cerrado, tenemos fecha de estudio… pero es un proyecto tan bonito que impresiona hasta contarlo. Ya tuve la oportunidad de trabajar con él en su disco anterior, yo hice una canción y Rubén [Pozo] hizo otra, las produjimos y las grabamos y las mezclamos. Esto es otra cosa, esto ha sido sentarme con Joaquín, sus papeles y sus versos, poner música y llevarme un taco de letras a casa, buscarle la música, sentarme con Joaquín y Benjamín y hablar de versos y cambiar partes. Y buscar, y emocionarnos, encontrar y no encontrar. Tener un proceso creativo con ellos es un regalazo brutal.

 

Para ti, que siempre lo has tenido entre tus referencias, tiene que ser muy especial poder trabajar en esas canciones desde el esqueleto.
Es muy especial, muy alucinante. Lo siento como un regalo total, esto sí que se trata de disfrutar del todo. Voy a por el mejor disco. No vamos a por el disco que tenemos, sino a por el mejor disco, descartando cosas. Vamos con un compromiso realmente importante de hacer un disco bueno. Sabemos que tenemos que salir con un disco bueno, a la altura de la expectación que hay, pero tengo muy claro que hay que disfrutar del trayecto, de sentarte con Joaquín, con sus textos, musicar esas canciones. Estoy disfrutando muchísimo con los textos de Joaquín, es una maravilla. Realmente es el mejor. Hay veces que lo de ser el mejor o no es subjetivo, pero me permito decir que aquí no, Joaquín no tiene rival escribiendo, no tiene rival, y te lo digo con conocimiento. Él escribe con mucha musicalidad, igual que Benjamín, también reivindico mucho la figura de Benja en este disco, está trabajando mucho con nosotros. Joaquín no solamente te da una letra para que tú hagas una música sentado a su lado, es que tiene tanta musicalidad lo que escribe, es tan fácil hacer música para algo de Joaquín… viene con una música implícita todo. Es una gozada poder trabajar con él, y sobre todo el sentido del humor que tiene escribiendo, cómo ataca cosas tan profundas con tanto sentido del humor, y con tanta elegancia, y con tanto oficio, es brutal el oficio que tiene ese flaco, y lo divertido que está siendo trabajar, estoy muy ilusionado.

 

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«Ser el mejor o no es subjetivo, pero me permito decir que aquí no, Joaquín no tiene rival escribiendo, no tiene rival, y te lo digo con conocimiento»

La gira

El 30 de diciembre tienes una cita muy importante, tocas en el BarclayCard Center de Madrid. ¿Es verdad eso de que estás sufriendo «como un perro» pensando en que el Palacio de Deportes va a estar vacío?

Sí, es una constante en mí, soy un sufridor. Hacer el Palacio de los Deportes implica un riesgo siempre brutal, yo no juego en la liga de los que agotan el Palacio con días, nunca he jugado en esa liga. Con Pereza la última vez que tocamos agotamos las entradas al final. Para mí siempre supone un riesgo, y más ahora, con Pereza todavía tenía una afluencia de público muy grande, para mí hacerlo es una apuesta. Lo hice el año pasado y fue brutal, había 13.000 personas, pero siempre supone un riesgo, no sé si mi disco va a gustar, he sacado la fecha a la venta sin que nadie haya escuchado mi disco. Si me preguntas qué es lo que pienso, pienso con mucha fuerza que no lo voy a llenar, que me va a costar mucho llenarlo. Haya la gente que haya voy a disfrutar, pero nunca estoy confiado, jamás. Suelo pensar que me voy a dar hostias.

 

Y cuando la vida te demuestra lo contrario, ¿cómo lo recibes?
Yo no llevo el seguimiento de los tickets, no llamo a la oficina semanalmente para ver cómo va. Es una manera de vivirlo sin tener esa angustia constante. De vez en cuando pregunto con la boca pequeña cómo va, y Paco me dice: «Bien, Lei, va a estar bonito». Eso me suele relajar. Si me dice: «Bien, lleva su ritmo», cuando dice eso es que no va bien. Y cuando la vida me demuestra que la sala está llena me llevo la ilusión de un niño el día de Reyes, porque no pienso nunca que vaya a estar llena, me ilusiono como si fuera la primera vez. Es mi pequeño mecanismo para enfrentarme a estas cosas. Siempre pienso que las cosas van a ir peor de lo que van. Me protejo, no sé por qué.

 

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«Siempre pienso que las cosas van a ir peor de lo que van. Me protejo, no sé por qué»

 

Es la primera fecha en Madrid, ya en Navidad, pero antes tienes ya una docena de fechas cerradas. ¿Qué estás preparando?
Es una gira eléctrica, Madrid y Barcelona vamos más a lo grande, el resto son salas de 2.000 o 2.500, escenario de sala de rock, espectáculo de banda eléctrica. Creo que va a ser un show más rock de lo normal, porque el disco es más eléctrico de lo normal. Creo que va a ser menos preciosista y más «springstiniano», estoy pensando en una escenografía, un espectáculo más vivo, un concierto de rock quizá menos íntimo que otras giras.

 

Con la gira de «Pólvora» has tenido un desfase de fechas, has tocado en todas partes. ¿La de «Monstruos» va a ser más controlada, vas a hacer menos shows?
Me gustaría. La gente piensa que tocar menos es peor para el público, pero creo que menos es más, es mejor tocar menos y elegir mejor los recintos. El año pasado tocamos mucho, no esperaba la dimensión de «Pólvora», salieron cosas muy interesantes. Nunca pensé que fuéramos a tocar con los Rolling Stones, fue una gira muy grande, nos fuimos a Argentina una temporada… con este disco la intención es editar en más países latinoamericanos, estaremos más tiempo fuera de España y quisiera tocar menos y cuidarlo un poco más, por eso quiero llevar una escenografía y un espectáculo de luces mejor. Me apetece cuidarlo un poco más y tocar un poco menos. El año pasado al final se me hizo un poco mecánico el show, y esa sensación me dio un poco de miedo. El último tramo de la gira me asusté un poco, había algo más mecánico, y terminé pensando que no quería que me pasase eso. Si haces 80 shows llega un punto que asoma la rutina, hay que combatirla, pero no puedes inventarte algo en cada show.

 

Sale en un año de cosecha nacional espectacular para el rock.
Sí, salen un montón: M Clan, Iván Ferreiro, Ariel, saldrá Dani Martín, Joaquín… bueno, supongo que saldrá el año que viene, ha salido Coque Malla que es un disco fantástico, y el de Quique también. Es un año muy bonito, vamos a coincidir mucho en la gasolinera.

 

¿Echando gasolina?
Echando gasolina.

 

Por un momento pensé que te referías a vuestros cedés ahí, puestos para vender…
Bueno, ¡ojalá! Sí, vamos a coincidir en vías de servicio, repostando [ríe].

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