Las tumbas del rock más visitadas

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Cuando las estrellas mueren, se produce una peregrinación hacia el lugar de su descanso eterno. Sara Morales recoge los nombres y lugares donde se encuentran las tumbas del rock más visitadas.

 

Un reportaje de SARA MORALES.

 

 

Elvis Presley (1935–1977)
En el año 2006, Graceland –la mansión de Elvis en Memphis y en cuyo jardín se encuentra su tumba– entró a formar parte de la categoría de Monumento Histórico Nacional. El Rey del Rock quiso descansar para siempre en el hogar que con tanto orgullo regaló a sus padres en 1957. Ese mismo lugar que lo vio crecer y convertirse en ídolo mundial, hoy acoge sus restos que son visitados por más de 650.000 turistas y fans al año.

 

 

Brian Jones (1942–1969)
El cuerpo del rubio fundador y líder primigenio de los Stones apareció flotando en la piscina de su casa el 3 de julio de 1969. Desde entonces, el misterio sigue sin resolver. Acababa de dejar la banda, las drogas le consumían y la desilusión y las enemistades también. Multiinstrumentista, inquieto y creativo, con su muerte fue el encargado de abrir la veda al triste ‘Club de los 27’. Su tumba se encuentra en el cementerio de Cheltenham, en Gloucestershire (Reino Unido).

 

 

Johnny Ramone (1948–2004)
En el emblemático cementerio de Los Ángeles llamado Hollywood Forever, que cuenta con un recorrido turístico por la cantidad de estrellas enterradas en él, se alza en bronce la escultura que recuerda a Johnny Ramone. Pero en su interior no se hallan sus cenizas: las conserva su mujer Linda a petición del difunto, que lo dejó dicho antes de morir por un cáncer de próstata. Ella ha ido cumpliendo uno a uno con los últimos deseos del ideólogo racional y moral de la banda de punk más venerada de la historia. Todavía continúa proclamando su legado por todo el mundo.

 

 

Jim Morrison (1943–1971)
París fue la última ciudad que lo vio con vida, pues allí residía el díscolo Morrison con su inseparable Pamela Courson desde hacía unos meses. Es en ella, por tanto, en su cementerio más célebre – Père Lachaise–, donde se encuentra su lápida. La escultura de su busto que decoraba la tumba, obra del croata Mladen Mikulin, fue robada en 1988. Desde entonces presenta una sorprendente imagen de sencillez y austeridad. No obstante sigue siendo uno de los rincones predilectos de los viajeros a la ciudad del Sena, que asienten cuando leen y traducen el epitafio en griego antiguo escrito en la piedra: «Fiel a su propio espíritu».

 

 

Bob Marley (1945–1981)
El padre del reggae y de la filosofía moderna en la tradición rastafari cuenta con su propio mausoleo en Jamaica, concretamente en Nine Mile (Saint Ann), la localidad donde nació. Muy cerca de la humilde casa donde se crió hay una pequeña capilla de piedra y estuco decorada con los colores y símbolos que tan orgulloso profesó el músico en vida, y entre ellos se encuentra su tumba. Dicen que durante las visitas, no excesivas por el difícil acceso, se puede fumar marihuana, pero es obligatorio quitarse los zapatos. Se sabe que Marley fue enterrado con su Gibson Les Paul roja y sus últimas palabras fueron a su hijo Ziggy Marley: «El dinero no da la felicidad».

 

 

Johnny Cash (1932–2003)
Unidos por su amor hasta el final. El Hombre de Negro descansa al lado de su mujer June Carter en el cementerio Memory Gardens de Hendersonville (Tennessee), ciudad perteneciente al área metropolitana de Nashville y donde residían en su inolvidable casa del lago. Murió de una enfermedad derivada de la diabetes, solamente cuatro meses después que ella; él mismo afirmó en varias ocasiones que su existencia sin June no era viable y así fue. Se conocieron en 1956, juntos dieron vida a canciones memorables, protagonizaron algunas de las más románticas cartas de amor nunca escritas, y juntos también decidieron afrontar la eternidad.

 

 

Jimi Hendrix (1942–1970)
El Dios terrenal de la guitarra, el icono de toda una generación, el virtuoso Rey del Woodstock, también desparecido a los 27 años y ahogado en sus propios vómitos tras ingerir somníferos y alcohol. Una placa azul en un edificio del barrio londinense de Notting Hill todavía le recuerda, pues en ese lugar, en el hotel Samarkand, fue encontrado muerto aquel septiembre de 1970. Llevaba cuatro años viviendo en Londres entre apartamentos, habitaciones de hotel, hostales y casas de amigos. Pero sus restos fueron llevados de vuelta a Washington, donde los encontramos hoy en el Greenwood Memorial Park en Renton, dentro de un pequeño capitolio de mármol que cuenta con su propia página web.

 

 

Joey Ramone (1951–2001)
Al embajador del punk del 77, eterno teenager de las catacumbas neoyorquinas y carismático frontman de los Ramones, se le apagó la voz el 15 de abril de 2001 a causa de un linfoma. Siempre se ha dicho que en el momento de su muerte, en su habitación del hospital New York-Presbyterian, andaba escuchando el ‘In a little while» de U2, un tema que suele sonar, junto a los más referenciales de la banda, en el rincón del cementerio Hillside de Nueva Jersey donde se encuentra su lápida atestada de recuerdos y detalles de sus fans. El Ayuntamiento de Nueva York también quiso homenajearle al poco de su desaparición, poniendo su nombre a un cruce de calles muy cercanas al histórico CBGB.

 

 

Ian Curtis (1956–1980)
Siempre quiso escapar de allí, de Macclesfield, su pueblo natal. Este lugar al noroeste de Inglaterra, en el condado de Cheshire a tan solo media hora en tren de Manchester, se le quedaba pequeño ya en su adolescencia. Pero cuando parecía que lo iba a lograr, gracias al éxito que comenzaba a llegarles a unos jovencísimos Joy Division a punto de iniciar su gira por Estados Unidos, él tomó la decisión de quedarse allí para siempre. La minúscula tumba donde se encuentran sus cenizas, en el cementerio de la localidad, es solo una más de las tantas que encontramos en los bordillos del propio campo santo. Sencilla, discreta y con el título de la canción que le hizo eterno inscrito en ella, a decisión de su viuda Deborah.

 

 

Freddie Mercury (1946–1991)
Continúa siendo un misterio el lugar donde se encuentran sus restos. Freddie Mercury fue incinerado en Londres tres días después de su muerte en una misa india-parsi, rodeado de su familia, algunos amigos (entre ellos Elton John) y Mary Austin, la que fuera su secretaria, amante y heredera de la mitad de su patrimonio. Esta confesó años más tarde haber depositado sus cenizas en el jardín de la mansión que el cantante poseía en Kensington, pero algunas personas cercanas a Freddie desmienten esta versión. Otros testimonios aseguran que fueron esparcidas por el lago Lemán en Montreux (Suiza), justo donde se alza una estatua en su honor. Y con el tiempo, en 2013, apareció una tercera posibilidad: la del cementerio londinense de Kensal Green, muy cerca del crematorio donde fue incinerado en su día. Allí se levanta un pequeño obelisco que, durante un tiempo, recogió su nombre original (Farrokh Bulsara) y las fechas de su nacimiento y muerte. Sin embargo, esa placa no tardó en desaparecer.

 

 

Bon Scott (1946–1980)
Otra de las muertes trágicas del rock. En unas circunstancias muy similares a las de Jimi Hendrix, el líder y cantante de AC/DC en los años setenta abandonaba este mundo y su enorme y, siempre fiel, séquito de fans en febrero de 1980. Al parecer, Bon Scott pasó su última noche borracho en la parte de atrás de un coche aparcado en Londres y cuando un amigo volvió a la mañana siguiente a por él, lo encontraron ahogado en vómitos. Aunque su origen era escocés, en vida se convirtió en uno de los iconos culturales de Australia, país donde se marchó a vivir con su familia desde bien pequeño y de donde procede su cultura y sus tradiciones. Por eso fue enterrado en el cementerio de la ciudad costera de Fremantle y continúa siendo uno de los lugares más visitados del país; de hecho su sepultura ha sido incluida como parte del patrimonio de Oceanía.

 

 

Buddy Holly (1936–1959)
Él fue uno de los tres protagonistas –junto a Ritchie Valens y Big Bopper– de aquel fatídico 3 de febrero de 1959, que ha pasado a la historia como «El día que murió la música». Los músicos habían alquilado una avioneta para llegar antes y más cómodamente al siguiente destino de su gira por Estados Unidos, pero a los quince minutos de haber despegado, debido a la niebla, esta se estrelló contra un campo de maíz en la localidad de Clear Lake (Iowa), saldándose con todas las vidas que llevaba a bordo. El inolvidable autor de ‘Peggy Sue’ fue enterrado en el cementerio de Lubbock (Texas), su ciudad natal. En la lápida, junto a su nombre, aparece tallada su inseparable guitarra. Aquel acontecimiento fue el primer derechazo directo que sufrió el rock and roll a manos del destino.

 

 

Dee Dee Ramone (1951–2002)
Muy cerca del sepulcro de Johnny Ramone, en el cementerio de Hollywood Forever de Los Ángeles, se encuentra el de Dee Dee, su compañero bajista. El alma perdida de la banda, el chico atormentado e inmutable víctima de las drogas desde su adolescencia hasta el final de sus días. Cuando todo parecía enderezarse en su vida con la llegada del nuevo milenio y tras varios programas de rehabilitación, el 5 de junio de 2002 aparecía muerto por sobredosis de heroína en su casa de California. Hacía solo unos meses que había asistido junto a sus compañeros (sin Joey) al acto conmemorativo que se le dedicó a los Ramones por ingresar en el Salón de la Fama del Rock and Roll. Su tumba, mucho más discreta que la de Johnny, aparece además en un fotograma del videoclip de ‘Rose Tattoo’, tema de los Dropkick Murphys.

 

 

Sam Cooke (1931–1964)
En el Forest Lawn Memorial Park de la ciudad de Glendale, en el condado de Los Ángeles, fue enterrado el padre del soul. En él descansa todavía hoy con su muerte sin esclarecer, tras aquella noche de motel en South Figueroa en diciembre de 1964 cuando fue disparado por la recepcionista –al parecer por equivocación– al confundirle con un agresor. Muchas son las versiones que han germinado alrededor de estos hechos, hay una que asegura que Cooke sí estaba agrediendo a una joven en su habitación (Elisa Boyer), y es por eso que la responsable del local decide acabar con su vida. O incluso otra que reivindica su muerte como un caso más de la violencia racial que por entonces azotaba sin medida los Estados Unidos. Sea como fuere, su espíritu sureño dejó huérfano a un mundo que no se recuperó nunca de su falta.

 

 

Nick Drake (1948–1974)
Solo tenía 26 años, pero su estancia en la vida nunca le gustó demasiado. Aquella noche del 25 de noviembre, en su habitación de casa de sus padres, decidió ingerir los antidepresivos necesarios para que su corazón dejara de latir. Fue incinerado a los dos días en el crematorio de Solihull, tras una ceremonia religiosa en la iglesia de Santa María Magdalena de Tanworth–in–Arden. Sus cenizas fueron depositadas en el cementerio cercano a esta ermita, junto a un roble y con una lápida muy sencilla que recoge una frase de ‘From the morning’, la última canción de su último disco. Dice así: «Now we rise/And we are everywhere» – «Ahora nos levantamos y estamos en todas partes».

 

 

John Bonham (1948–1980)
El inolvidable batería de Led Zeppelin, y uno de los mejores drummer de la historia del rock, se sumaba el 25 de septiembre de 1980 a la tétrica y etílica lista encabezada por Jimi Hendrix y Bon Scott. Tras sumirse en un profundo coma etílico, cuentan que en casa de Jimmy Page y después de beber tres litros de vodka, también murió ahogado en sus propios vómitos. Está enterrado en el cementerio de una iglesia llamada St. Michael, perteneciente a la aldea inglesa de Rushock, no muy lejos de Birmingham.

 

Almas sin lugar, pero en todas partes

Janis Joplin (1943–1970)
Sus cenizas fueron esparcidas por el océano Pacífico, cumpliendo con sus propios deseos, tras ser incinerada en la funeraria Pierce Brothers Westwood Village en Los Ángeles. A su despedida solo asistieron sus padres y, al parecer, también una tía materna. Sin embargo, Janis dejó escrito en su testamento que había reservado unos 2.500 dólares para que sus amigos celebraran una fiesta en su honor. Esta tuvo lugar el 26 de octubre de 1970 en San Anselmo (California).

Sid Vicious (1957–1979)
Polémica su vida y polémica su muerte. El más rebelde e insurrecto de la generación británica del punk se abrazó a la controversia hasta el último suspiro. Hoy se desconoce a ciencia cierta si su muerte se trató de un suicidio por sobredosis o fue su madre la que le suministró la toma extra para evitar que volviera a la cárcel. Lo que sí sabemos es que Sid pidió reposar para siempre junto a su también polémica novia Nancy Spungen, y sus cenizas fueron extendidas sobre la tumba de esta en el King David Cemetery de Pennsylvania.

John Lennon (1940–1980)
De sobra conocida, por desgracia, su muerte. Tras ella, el mundo entero se volcó en homenajes y tributos en su honor, que todavía hoy se reparten por rincones que van desde el emblemático Strawberry Fields Memorial de Central Park en Nueva York, hasta su escultura en el Jardín Méndez Númez de La Coruña, pasando por su graffiti en Praga. Sin embargo, no hubo funeral oficial para el poeta de los Beatles. Sus restos fueron cremados dos días después de su asesinato en el cementerio Ferncliff (Westchester) y entregados a Yoko Ono.

Kurt Cobain (1967–1994)
Dicen que sus cenizas bucean en el río Wishkah, en Seattle. Al multitudinario funeral que tuvo lugar unos días después de su suicidio en aquella ciudad, acudieron millares de jóvenes que se concentraron en una plaza para escuchar una grabación con voz de la viuda Courtney Love leyendo fragmentos de la carta de despedida del músico. Sin embargo, la incineración fue un acto extremadamente privado. Todavía se desconocen más datos certeros sobre ello.

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