Larga vida al Trash! El cine de John Waters como nunca te lo habían contado

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«El texto colectivo repasa película a película hasta llegar a la más reciente, en la que cuestiona lo evidente y hacer evidente lo cuestionado»

 

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Larga vida al Trash! El cine de John Waters como nunca te lo habían contado
EDITORIAL DOS BIGOTES, 2023

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

John Waters es uno de esos cineastas que, desde que este cronista tiene uso de razón, mantiene un culto quizá subterráneo, secreto, pero firme y continuado. Sus películas, irreverentes, groseras incluso, no han dejado de ser adoradas por un grupo de fanáticos que se van pasando el relevo generación tras generación y que, extrañamente, cuando han sido producidas por la industria de Hollywood, no han levantado ampollas, ni ninguno de sus seguidores —que adoraban su energía marginal y contracorriente— lo ha calificado con el adjetivo que castiga estos trasvases: vendido. Ello da cuenta de su honestidad: por mucho que acuda a pantallas más amplias, su capacidad de socavar al sistema sigue intacta, aunque con mecanismos más subrepticios.

El volumen que presentamos es un estudio colectivo en que diversos críticos, cineastas y dinamizadores culturales enfocan un aspecto de la producción del director norteamericano. Valeria Vegas, por ejemplo, autora de un libro sobre La Veneno, se centra en la cohorte de sus actores; no tanto los dreamlanders —por la productora de sus películas— que suelen ser fijos, sino en los que ha utilizado de manera esporádica. Muchos de ellos son músicos. Tenemos a Stiv Bators, el líder de The Lords of the New Church, a Sonny Bono, a Debbie Harry y a Pia Zadora, de breve carrera musical, pero de largo recorrido como icono de los ochenta.

Álex Ander, que ha escrito libros sobre Divine y sobre Lola Flores, se encarga de la pequeña biografía, en que se presenta como un joven que se enfrentaba metódicamente a cualquier sistema: el del colegio, el de la calle y el de la industria del cine. Sus primeras películas están rodadas en lugares en los que no contaba con permiso. Tras hacerlas, viajaba con los muebles en el coche y buscaba desesperadamente cines donde proyectarlas.

El punto de inflexión resultó ser Pink Flamingos, cuya promoción tuvo incluso presencia en la televisión española —en plena era punk, curiosa simbiosis— y en los videoclubs. Precisamente, Alex Mendíbil, quien se encarga de la película, aprovecha para hacer un elogio de estos establecimientos.

A partir de aquí, el texto colectivo va repasando película a película hasta llegar a la más reciente, aquella que cierra el círculo de su producción, y la que de forma más clara marca su propósito: cuestionar lo evidente y hacer evidente lo cuestionado. Todo ello ofrece una imagen veraz de la producción de John Waters, que permite comprenderlo y observar sus comienzos, como uno de tantos cineastas formado en los márgenes del underground, pero que consiguió dar el salto al cine masivo sin perder ni un ápice de su personalidad.

Anterior crítica de libros: Todo, de Janne Teller.

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