La resurrección musical de la Gran Manzana

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COMBUSTIONES

«Nada como la enduendada capacidad de la música para beberse de un sorbo la nostalgia»

 

El final del túnel pandémico se acerca en Nueva York, que prepara un gran concierto en Central Park mientras anuncia el regreso del espectáculo de Bruce Springsteen. Desde allí, respirando el aire neoyorquino, escribe Julio Valdeón.

 

Una sección de JULIO VALDEÓN.

 

Creíamos que Bill de Blasio había quemado las naves con la pandemia, que el alcalde de Nueva York vivía resignado a desaparecer entre peatones de Brooklyn, que no añoraba un último brindis mediático. Pero antes de irse, el demócrata que capitaneó la ciudad en llamas, el mismo que cometió la imbecilidad de vacunarse tarde, quiere un concierto babilónico. Lo celebrará en Central Park. Debe superar en magnitud y estrellas todo lo conocido. Se lo ha encargado a Clive Davis, zorro viejo de los tiempos de Columbia Records, donde firmó a Janis Joplin, Santana, Chicago y Bruce Springsteen, fundador de Arista en 1974, que le sirvió para lanzar a Patti Smith y Whitney Houston. De un tiempo a esta parte ha dedicado sus energías a pastorear ingenuas nulidades en insufribles talent shows. Con el ojito puesto en la cuenta de beneficios, pilota el lanzamiento de vocalistas perfectamente olvidables mediante canciones zurcidas a la medida de unas radios musicales que ya solo merecen una ducha de napalm. Pero, aunque Davis lleva décadas ajeno al pulso creativo del momento, todavía funge como disquero legendario, aureolado por la mística de los tiempos dorados y su caravana de nombres gloriosos. Normal que Di Blasio encomiende la celebración a su agenda. Todavía no hay nombres. Esperamos una alineación apoteósica.

A falta de las primeras estrellas, la ciudad ya tiene confirmada la reapertura de Broadway: Springsteen on Broadway, con el propio Bruce, reabre el próximo 26 de junio en el teatro St. James. Cuentan en el New York Times que si bien algunas producciones de Broadway ya han fijado la reapertura el próximo 4 de agosto, la mayoría lo hará en septiembre, a partir de Labor Day, el 6. Paradojas: es posible que el rock, el soul, etc., hayan perdido presencia e influencia, que las niñas pasen cantidad de ser princesas con una Fender y que a los niños no les dé por cantar embobados delante del espejo creyéndose Bono, aunque a la hora de celebrar la vuelta de la gran ciudad, puestos a subrayar su regreso de entre los muertos, el poder político y económico recurre a los dioses conocidos. Las redes sociales, el deporte, las series de televisión y los concursos de sosias desplazaron la competencia del rock para leer el andamiaje cultural de nuestros días. Cuando Di Blasio necesita contarnos la resurrección de Nueva York, cuando decide montar un bodorrio para celebrar que estamos vivos, no tira de políticos, diseñadores, deportistas, actrices, presentadores, modelos o youtubers, sino de músicos. Es decir, que al final de la escapada toca desandar todas las supuestas virtudes de otros pasatiempos y modas para reencontrarse con los trovadores de Homero, los hijos de Little Richard y los ancianos que fueron niños convencidos de que querían ser Elvis. Los espero al caer la noche, con los rascacielos de frente, allí donde cantaron Simon & Garfunkel. En la hierba de Manhattan con vistas al cielo. Nada como la enduendada capacidad de la música para beberse de un sorbo la nostalgia.

Anterior entrega de Combustiones: Lo que el Rock and Roll Hall of Fame y la música de Battiato dicen sobre nosotros.

 

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