De la revolución a Roxy, de Phil Manzanera

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LIBROS

«Uno entra queriendo pasear por la vida de un músico y sale convencido de que ha recorrido la vida de un personaje del siglo XVII»

 

Phil Manzanera
De la revolución a Roxy
EFE EME, 2023

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Entiendo que todos ustedes sabrán ubicar a Phil Manzanera y que no hará falta una introducción a sus grupos y sus producciones. En todo caso, según vayamos reseñando esta novela titulada De la revolución a Roxy, lo podrán colocar en la historia del rock, porque su autobiografía es más una novela que los recuerdos de una estrella al uso, principalmente porque el bueno de Phil no es una estrella al uso. Y es también una novela porque la parte narrativa no se limita a grabaciones de discos, giras y quejas contra el mundo en general y el de la música en particular —mánagers, prensa o compañeros—. No. Van mucho más allá.

Cuando lo lean —y se sientan absorbidos, que va a ser lo mismo— verán a un chaval que creció en la Cuba de Batista, de padre inglés y madre colombiana, que residía en un gran chalet, y al que le gustaba disfrazarse —afición que en Roxy Music se va a desarrollar al máximo— y tocar en la guitarra canciones latinas. Tras la entrada de Fidel en La Habana, a la que asiste, emigran a Venezuela, donde un amigo le hace escuchar unos acordes de Chuk Berry que lo dejan fascinado. Ese chaval regresa a Inglaterra, a un internado, y forma su primer grupo a los doce años.

Un muchacho que en su novela —recuerden que lo es— imagina que su padre —siempre residiendo al lado de las embajadas en países que están a punto de iniciar golpes de estado— es una figura a la que encargan alto espionaje, que en un momento determinado descubre que es nieto ilegítimo de un músico ambulante de una compañía de ópera italiana, del que intenta recabar datos, que tiene unos cien primos y algunos tíos en Colombia de los que saca que es un antiguo descendiente de piratas. No me digan que esto no es una novela con unos mimbres por los que cualquier escritor mataría.

Después está la trama musical, desde luego. Ahí verán cómo conoce a David Gilmour, quien está creando su primer grupo, y cómo se entera de otro que se está formando, aunque en principio —solo en principio— lo rechazan como guitarrista. Estos se hacen llamar Roxy Music y en sus primeras galas tiene que desplazarse en una furgoneta cochambrosa a locales más cochambrosos de los que no saben si saldrán vivos, en los que actúan como teloneros de David Bowie y les pagan cinco libras a dividir entre seis. Todo ello hasta que logran aparecer en Top of the Pops y su base de público se amplía bastante.

También habla de la composición de las canciones de Roxy Music, aunque no se detiene demasiado a analizarlas, y de las giras que llevaron a cabo en los cinco años de origen y en sus dos reuniones posteriores. Y de sus discos en solitario y su participación en galas solidarias por todo el mundo, todo ello trufado con deliciosas anécdotas, sobre todo la que sufrió con Bob Dylan cuando fue elegido director musical del festival de guitarra que se celebró durante cinco días con motivo de la Expo de Sevilla, o las que sufrió con la misma labor en una gala en el sur de Italia.

Su presencia en España también es destacada, y sus elogios a Enrique Bunbury —fue sonada por sorprendente su producción de Héroes del Silencio— o su deseo de alcanzar la nacionalidad española resultan cuanto menos curiosos. Cuando se entera de que nuestro gobierno la ofrece a los que demuestren ser descendientes de judíos sefardíes, rebusca y se encuentra con que uno de sus antepasados gozó del apellido Cohen. El pirata que antes señalábamos.

La historia es fascinante, y cada giro de guion añade nuevas sorpresas. Phil Manzanera, al que asaltan llamadas a su teléfono —que por lo visto debe de tener todo el mundo— con las peticiones más estrambóticas, recibe un día una llamada para que autorice al empleo de uno de sus riffs, uno perdido en una antigua canción que ni él recordaba. Pues bien, son esos cinco segundos los que lo hacen millonario, mucho más que todos los años que pasó en Roxy Music.

Además, la lectura resulta ágil, algo que hay que agradecer a la traducción de Ramón de España, quien, en tiempos, también publicó un volumen biográfico sobre Roxy Music que a muchos nos hizo descubrirlos. El prólogo es del mismo De España (autor, también, del recién publicado La edad de plástico), que describe la gestación de la obra —la pandemia dio para mucho— y el curioso hecho de que la edición en castellano aparezca editada antes que la inglesa —Phil piensa en sus primos de Barranquilla—, por la sencilla razón de que estaba preparada antes y al autor no le importa.

También habla de su coincidencia con él en Barcelona, y sus actividades actuales, grabando canciones salseras y colaborando con viejas glorias en discos que no están nada mal. Como no lo están sus memorias, en las que uno entra queriendo pasear por la vida de un músico y sale convencido de que ha recorrido la vida de un personaje del siglo XVII.

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