Jack White: Refinado gusto por lo insólito

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«Nuevos ritmos, experimentos sonoros y lejanas fronteras por descubrir son algunas de las premisas de las que parte»

 

El líder de The Whites Stripes y vocalista de The Racounteurs, además de amigo de la improvisación en directo, es un músico inquieto que se divierte grabando discos de maneras sorprendentes. Por Noelia Murillo.

 

Texto: NOELIA MURILLO.

 

Todos coincidiremos en que es poco habitual encontrar un artista enamorado de los riesgos. Resulta más cómodo que, una vez se haya llegado a la cima, se siga produciendo el mismo material que ha trascendido hasta entonces. Pero el nombre de Jack White se antoja muy factible si nos referimos a la originalidad o, al menos, a la curiosidad. Saber que forma parte de una amplia lista de colaboraciones y proyectos da buena pista del carácter inquieto del guitarrista de Nashville. Guitarrista por decir un instrumento, porque no son pocos en los que ha desarrollado un refinado gusto por lo vintage.

El propio garaje rock con el que rasgó por primera vez las seis cuerdas ya forma parte de ese imaginario compactado de visiones y rarezas. Desde siempre ha apostado por lo distinto, lo crudo, potenciando la singularidad y el detalle de cada una de sus ideas. Ya sea con el grupo que le llevó a la celebridad, The White Stripes, o con otras de las bandas con las que ha pisado los escenarios (The Dead Weather y The Raconteurs), su figura ha estado asociada en los últimos años a la modernidad y la singularidad. Bien por sus creaciones o bien por su manera de crearlas. Porque el tercer hombre —como se hace llamar por su acérrima pasión por la película de Orson Welles— suele sorprender tanto en su trabajo como en su manera de llevarlo a cabo.

Nuevos ritmos, experimentos sonoros y lejanas fronteras por descubrir son algunas de las premisas de las que parten sus últimos movimientos tecnológicos. Uno de los más curiosos es el que ha hecho a través de las ondas de un walkie talkie. Para el líder de The Raconteurs, un aparato tan común y, por qué no, tan simple como este transmisor puede servir perfectamente para regular los graves de un disco de estudio. Subido a un coche y a través del walkie-talkie, el autor de Seven nation army fue capaz de dar directrices a los ingenieros de sonido para modificar en directo las canciones de su último álbum, Help us stranger, con dicha formación.

A pesar de la antigüedad del aparato, quizá sea este el más actual que ha utilizado para trabajar. Porque si nos remontamos unos años atrás, concretamente a 2014, comprobaremos que White se dejó llevar por sus ilusiones del pasado en A letter home, uno de los últimos trabajos de Neil Young. El de Nashville consiguió convencer al canadiense para probar uno de sus juguetes más valiosos: la cabina Voice-O-Graph, auténtica de 1947, con la que registró sonidos directamente en el vinilo.

 

Intrépidas grabaciones

Unos meses después pegó una patada al presente y viajó directamente al futuro con el lanzamiento de Lazaretto, su penúltimo disco en solitario. En su versión Ultra LP, White se permitió el lujo de jugar con la inteligencia de sus seguidores. Un «adivina cómo» en toda regla con dos pistas de audio ocultas bajo las etiquetas centrales del disco y diferentes velocidades de escucha, en 45 rpm y 78 rpm. Lo de que la intro de Just one drink suene en formato acústico o eléctrico dependiendo de dónde caiga la aguja, es otro de los apuntes de este trabajo.

 

 

Todo ello suena demasiado ilógico si tenemos como referencia su intervención en It might get loud, documental en el que es capaz de hacer sonar un trozo de madera y una botella de cristal como si se tratara de una guitarra. Algo del otro mundo si tenemos en cuenta que lo fabrica ante la atenta mirada de un puñado de vacas. Pero sin quitarse el sombrero… por algo también se le conoce como el Willy Wonka del rock and roll.

Para empezar, White tiene su propia fábrica de sorpresas: Third Man Records. De nuevo haciendo alusión a la cinta de Welles, el de Detroit fundó en 2001 la piedra angular de sus proyectos. Singles fluorescentes, grabaciones en placas de rayos X y hasta vinilos con líquido en su interior son algunas de las especialidades de la casa.

Aunque lo cierto es que todo eso queda muy lejos si nos remontamos a las primeras manualidades de quien entonces se hacía llamar John Anthony Gillis durante su época como tapicero con The Upholesters. Junto a Brian Muldoon creó una banda tan efímera como extravagante: se les ocurrió que sería buena idea forrar muebles con 100 copias de un single, de Your furniture was always dead… I was just afraid to tell you. Dos de ellas fueron encontradas hace tres años. Todavía quedan 98 copias por encontrar y, probablemente, millones de historias curiosas sobre el eterno hermano de Meg White. ¿Qué será lo próximo?

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