Hotel California, de Barney Hoskyns

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LIBROS

«Se antoja imposible organizar tal rompecabezas y que acabe resultando algo parecido al guion de una película»

 

Barney Hoskyns
Hotel California. Cantautores y vaqueros cocainómanos en Laurel Canyon 1967-1976
CONTRA, 2021

Texto: XAVIER VALIÑO.

 

California dreaming. El sueño de triunfar y asentarse en Los Ángeles estuvo al alcance de los músicos de rock a finales de los sesenta, cuando el centro de gravedad se trasladó de Nueva York a las colinas de Hollywood. Muchos de ellos eligieron los cañones que partían de la ciudad hacia el Norte y, entre todos, el llamado Laurel Canyon fue el que más músicos reunió por metro cuadrado. Se convirtió en el centro gravitatorio de su vida para muchos de ellos, donde componían, se acostaban unos con otros, se drogaban y, también, socializaban.

Barney Hoskyns recogió esa historia en un libro que publicó originalmente en 2005 y que ahora llega a nuestro país. Si algo se le debe reconocer, es la ingente información que incluye, la mayor parte a partir de entrevistas que fue haciendo durante varios años con casi todos los protagonistas de su relato —y, cuando no logró acceder a alguno, tira de declaraciones de archivo—. Aún mejor, lo que demuestra es que ha sabido darle orden a todo impecablemente. Son tantos los datos, tantos los nombres, que se antoja imposible que alguien puede organizar tal rompecabezas para que fluya de forma natural y acabe resultando algo parecido al guion de una película.

El autor va desgranando así lazos entre unos y otros, relaciones musicales, personales,químicas, sentimentales y sexuales, y para ello aprovecha los discos que fueron editando cada uno, en solitario o con sus bandas. No trata de reflejar una discografía comentada de cada artista, sino que encaja su producción en la narración y escoge aquellas canciones de cada álbum que dan cuenta de la situación anímica y personal de sus compositores, encontrando rastros evidentes o velados en las letras.

Por sus páginas van asomando Neil Young, Joni Mitchell, Jackson Browne, Linda Rondstadt, James Taylor, Carole King, The Eagles, Gram Parsons, Fleetwood Mac, Randy Newman, The Mamas & The Papas, Frank Zappa, Brian Wilson, Laura Nyro, Warren Zevon, The Byrds, Tom Waits, Judy Collins o Crosby, Stills & Nash, entre otros, además de productores como Phil Spector, actores como Dennis Hopper y Jack Nicholson, psicópatas como Charles Manson o ejecutivos discográficos tan relevantes en esta historia como David Geffen.

Como bien asegura Joni Mitchell en el libro, del espíritu más idealista del inicio se pasó a otro más terrenal, el de disfrutar lo alcanzado dejando atrás los sueños: «Uno escribe acerca de lo que tiene acceso. Así que, ¿qué tiene de malo pasar del rollo hippie a una comunidad más propia de El Gran Gatsby? La vida es corta y tienes una oportunidad para explorar cuanto puedas de ella mientras la fortuna y el tiempo te lo permitan».

Al mismo tiempo, tal y como demuestra con todo tipo de datos Hoskyns, cuando entró el dinero, cambiaron las cosas. Stephen Stills lo corrobora cuando le pregunta por las tres giras de Crosby, Stills, Nash & Young: «Hicimos una gira por el arte y la música, otra por las chicas. Y esta [la tercera], por la pasta». Evidentemente, las drogas también lo trastocaron todo: «En el Troubadour abundaba la cocaína. Cuando Marchese atravesaba el club para ir a la cocina, pasaba por delante de una fila de ejecutivos de discográficas, cada uno de los cuales ponía un vial de farlopa en la mano que les había extendido para saludarlos. En Los Ángeles la coca iba intrínsecamente ligada al sexo».

Llegó un momento en que nuevos artistas, mánagers y músicos veían aquella escena como algo soporífero y decadente. El propio Neil Young, protagonista un tanto indirecto, despotricó contra ello después de haberlo tenido tan cerca en “Revolution blues” (On the Beach, 1974): «He oído que Laurel Canyon está repleto de estrellas famosas / Pero las odio más que a los leprosos y me las cargaré dentro de sus coches».

La escena languideció a finales de la década siguiente, absorta en la indulgencia de sus propios excesos. Pero durante unos años fue el centro del mundo musical y de allí salieron muchas grandes canciones, discos clásicos y otros que siguen estando entre los más vendidos de la historia. Se pueden disfrutar sin conocer las circunstancias en que se compusieron, pero si alguien quiere saberlas hasta el más mínimo detalle, no puede haber carretera mejor asfaltada que la de este libro.

Anterior crítica de libros: El suicidio de Willy Malpica, de Dani Ferrairó.

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