Freak scene, de Richard King

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LIBROS

«Más de quinientas páginas que dan para mucho, y más si casi no se habla de canciones ni de carreras, sino tan solo de los inicios de los grupos»

 

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Richard King
Freak scene
CONTRA, 2018

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Cabe comenzar el artículo con un postulado indiscutible: gran parte de la música más excitante de los últimos sesenta años se ha generado en compañías discográficas independientes. Al fin y al cabo eso es lo que fueron Sun Records y la Motown. Lo cual no lleva a su contrario, evidentemente, sellos establecidos y empresariales también han editado enormes canciones y llevado la carrera de inmensas bandas de rock y pop. Lo que ocurre es que en los últimos tiempos los canales de comunicación que existían en los sesenta, por ejemplo, se han roto, y hoy uno mira el catálogo de cualquier major y de alguna independiente bien establecida y estéticamente no tienen nada que ver, salvo gozosas excepciones. Parecen músicas hechas en planetas diferentes.

El libro que Richard King publicó en las Islas Británicas hace seis años y que ahora se ha traducido al castellano es una historia de estos sellos independientes desde una fecha significativa, 1975 (los inicios del punk, o sea la consigna del “hazlo tú mismo”), y desde dentro de esas iniciativas. King escribe como periodista, pero posee un añadido que aprovecha con jugo: él mismo fundo uno de esos sellos, Planet Records, que editó a un buen número de grupos de Bristol, y trabajó muchos años en uno de los más activos, que lo sigue siendo en la actualidad. Me refiero a Domino.

Comienza con las ascuas de la generación anterior al punk, aún activas esos años, y de hecho con los artistas más vendedores, así que Island y Virgin tienen su parte como últimos exponentes de una manera de hacer que sufre cambio estético con Malcom McLaren y musical con los Buzzcocks. En todo caso, todo empezó con en las oficinas de Londres de la potente y norteamericana United Artists, por donde pasaban todos los parias y buscavidas, entre ellos Jack Riviera, que fundaría Stiff. Ya en el 76 se le unen Factory y Rough Trade, junto a Manchester y el sonido de la joven Escocia, representado por los elegantes Oranje Juice.

Y a partir de aquí sellos y más sellos: impulsivos, bisoños, emocionados o ineficientes. Entre estos últimos, Postcard, que sin embargo tuvo una influencia mayor que cualquier otro. Muchos diseñadores gráficos y grupos y más grupos expuestos en la contraportada. De lo completo y variado de su ejecución da cuenta la media hora que estuvo un amigo que curioseó en el libro intentando ver qué tenían en común los que aparecían en esa contraportada: todos empezaron siendo indies, como medio de producción y distribución, no como estética, que es como se entiende ahora.

Desde luego, están los más reconocidos: The Smiths y New Order, The Jesus and Mary Chain y su sello Creation, el vuelco que supuso el C86, Mute y sus sintetizadores, la descarga americana de Sonith Youth y los Pixies, el brit pop y el final que llega hasta el póker de ases del nuevo milenio que son Strokes, Libertines, Franz Ferdinand y Arctic Monkeys. Más de quinientas páginas que dan para mucho, y más si casi no se habla de canciones ni de carreras, sino tan solo de los inicios de los grupos. Incluso dan para debilidades personales de este cronista, que por lo menos aparecen citadas o a pie de página: Sarah Records, los Silicon Teens y Would-Be-Goods. Lo de siempre: tenga las páginas que tenga un libro de este tipo, siempre es acicate para recordar e investigar más.

Anterior crítica de libros: Lugares fuera de sitio, por Sergio del Molino.

 

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