Bailando hacia el desastre, de Rusos Blancos

Autor:

DISCOS

«Rusos Blancos no han madurado, simplemente reflexionan para no hacerlo»

 

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Rusos Blancos
Bailando hacia el desastre
INTROMÚSICA

 

Texto: César Prieto.

 

Un lustro largo después de su elepé de estreno, Rusos Blancos se han colocado en la primera división de los grupos nacionales. Y es que este Bailando hacia el desastre posee todas esas virtudes que tanto nos sorprendieron entonces, pero a la vez desborda de nuevos paisajes que los alzan a un grado mayor: como si fueran exactamente el mismo grupo, pero mejorado. Sigue habiendo esa desfachatez, ese desparpajo a la hora de utilizar cualquier ámbito musical; pero aquí el descaro se ve precisado por excepcionales cuidados en arreglos (del maestro Joaquín Pascual) y letras, esos que hacen que una canción pase de ser especial a ser magnética. Y todo ello cuando el tema casi único de todas las historias es el paso del tiempo y los conflictos de parejas.

Tomemos la mejor de las interpretaciones, “Señores”, un desolado canto a los últimos rescoldos de la juventud envuelto de caramelo musical, fondos gregorianos y bucólicos que aparecen en un momento fugaz, rabia sin acritud y la voz de Manuel Rodríguez que proclama al final que quiere sentirse joven por última vez. El breve silencio que envuelve la proclama resulta más significativo que una orquesta sinfónica entera.

El gusto por las melodías queda patente en “Mi crush”, con arreglos de soul orquestal de fondo; “Caderas del norte”, que tira directamente por la disco music o “¿Qué somos ahora?”, con un saxo que le da calidez y arreglos de fondo que están entre la serie televisiva de los setenta y el sonido de Filadelfia.

El tono festivo se acaba con el retrato de las miserias de la vida laboral de la que da título al conjunto y el ritmo funky de “Bravo Murillo”, porque reservan para el final dos baladones de lágrima. “Ten cuidado, te vas a enamorar” es una delicia que empieza con piano y estremece por la intensidad de las cuerdas y su letra sobre el paso del tiempo y “Un hombre huraño con un gato” representa la ruptura sentimental definitiva. Todo esto, para dejarnos un sabor de boca melancólico al cesar el último acorde. Odio emplear en estos contextos la palabra «madurar»: Rusos Blancos no han madurado, simplemente reflexionan para no hacerlo.

Anterior crítica de discos: Mundos sutiles, de Nadia Álvarez.

 

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