Mundos sutiles, de Nadia Álvarez

Autor:

DISCOS

«Sin detalles aparentes, pero con orfebrería, construye un edificio de indiscutible hermosura»

 

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Nadia Álvarez
Mundos sutiles
AUTOEDITADO, 2018

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Nadia Álvarez viene del frío noroeste, pero su música es cálida. Sin detalles aparentes, pero con orfebrería, construye un edificio de indiscutible hermosura. Entremos en “Todo marcha bien”. Hay un riff que solo aparece en un par de ocasiones y pone dos columnas de belleza, hay punteos, hay un cierto aire country y hay una letra de esperanza ante las adversidades del futuro. La voz es serena, bien impostada, y hace cada palabra creíble.

Mundos sutiles, de título machadiano y serratiano a la vez, no ha tenido el apoyo de ninguna compañía discográfica, ya les hubiera gustado. Ha sido producido nota a nota por la propia Nadia, así que en él está su propio sello, sin colorantes. Un sello que hace que “Cuatro caminos” se acompañe de la caricia de esa slide que la acoge, con ternura y convicción de las buenas. Resulta en ella tan evidente la influencia de Los Secretos que resulta casi banal decirlo; pero no es mimetismo, es un cauce para que se vaya abriendo su personalidad.

Una personalidad que bebe de los sonidos de siempre. No es malo, de hecho es imposible, gestionar otras notas musicales. ¿Por qué “Desastre y defecto” suena al “Hilo de seda” de Los Pekenikes? Pues porque las notas son siete y no dan para más, pero la personalidad es la que las define, y escuchada bien es un ejemplo de folk pop atractivo, de cara limpia y algún maquillaje en los arreglos (aquí juguetones) que no enturbia la claridad sonora del tema.

Es algo común esta fijación en raíces, “Mis tormentas (tus dudas)” atesora un solo de guitarra a lo Secretos y en “Pequeño corazón perdido” bebe de cauces ya establecidos, de guitarras que suenan cómodas y conocidas, pero que no impiden que Nadia Álvarez suene a ella misma, seguramente porque intenta aplicar la melodía a lo que cuenta y no al revés.

César Pop, el teclista de Leiva, le produce “Moraira”, con toda la chulería al enfrentarse a las sensaciones que describe la letra en canciones que van a lo esencial, a menos de tres minutos. Es especialmente evidente en “Estados de sitio”, que con metáforas bélicas da un repaso a Goya o a Shakespeare y condensa todo en un pequeño popema de guerra amorosa. Pero lo mejor llega al final, una versión de un tema de Cecilia que no está en su canon, pero que es maravilloso: “Cuando yo era pequeña”. Evangelina Sobredo la hacía evocadora y Nadia Álvarez la hace eléctrica y pasional. En ambos casos la interpretación es impecable y en el caso de la leonesa se enfrenta con rabia al abismo —“¿Ahora qué será de mí?”—, pero deja un espléndido sabor de boca y un elepé excepcional.

Anterior crítica de discos: Rémora, de Lanuca.

 

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