Lugares fuera de sitio, por Sergio del Molino

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LIBROS

«Partir de esos lugares puede ayudarnos a reflexionar sobre una visión de España que abarque sus diferencias y a la vez sea igualitaria e inclusiva»

 

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Sergio del Molino
Lugares fuera de sitio. Viaje por las fronteras insólitas de España
ESPASA, 2018

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Desde siempre me ha apasionado la naturaleza de las fronteras, un tema menor dentro de la geografía recreativa, pero con cientos de curiosidades que pueden satisfacer a los que nos apetecen los conocimientos inútiles. Así que estamos de enhorabuena con este libro que se inscribe dentro de esa tendencia reciente que aborda el entramado demográfico de la España actual —de hecho, Sergio del Molino fue el iniciador del género hace un par de años con su celebrada La España vacía—, pero que en este caso añade dosis de historia para analizar eso que parece tan estable, eso que en los mapas aparece con una línea gruesa y firme, pero que en realidad es fluctuante y líquido.

Gusta el autor (y el género se presta a ello) de introducir simbólicamente el tema, y así se traslada a Morillas, un pueblo de la provincia de Salamanca que lleva al extremo la idea de que los museos son los sepulcros de las obras de arte. En su cementerio duermen bajo lápidas objetos artísticos como rollos de película de Rodrigo Cortés o poemas de Germán Coppini. En su entrada, una garita del antiguo puesto fronterizo entre España y Portugal, como si delimitara la entrada a otro país.

El caso es que, atendiendo a las fronteras, hasta las que parecen más establecidas no dejan de ser rarezas históricas y geográficas. Pensemos que hoy son fortines llenos de medios tecnológicos, pero hasta el siglo XIX eran algo imaginario, lugares fuera de sitio fascinantes, porque delimitan y a la vez convierten en ficticio el concepto de país. El nuestro lo divide el autor en tres zonas, empezando por el sur y la abrumadora literatura sobre Gibraltar; toda anglosajona, of course. Lleva esto a reflexiones sobre que la ciudad es más perenne que el país: una simple sustitución del color de los buzones supone un cambio de estado, pero la ciudad permanece sea cual sea el color. Melilla y Ceuta también tienen su capítulo en un ágil estilo de crónica periodística.

Tras ello se pasa a la «raya», genéricamente a la frontera entre España y Portugal. Ahí está Olivenza, que los portugueses siguen reclamando, y el significativo caso de Rio de Onor/Rihonor de Castilla, un mismo pueblo en el que la frontera pasa entre sus casas; el hecho de que la parte portuguesa esté mucho más cuidada y tenga más población, reafirma las tesis del autor sobre la dejadez de la administración española. Se menciona de pasada el curioso caso del Couto Mixto, una zona también transfronteriza que poseía privilegios especiales que casi establecían una total independencia; una especia de Andorra del Miño.

Y el tercer bloque es el de los Pirineos, el diálogo de besugos que propició que la villa de Llivia quedara en manos españolas aún rodeada de tierras francesas y la idiosincrasia de los andorranos, que incluso contaron con un embaucador que oficialmente fue proclamado rey: Boris I. Menos de una semana, eso sí. El aspecto externo es que se trata de información poco relevante, ¿qué importan unos palmos más o unos palmos menos?, pero el autor desliza entre estas historias una propuesta que en estos tiempos importa y mucho: partir de esos lugares puede ayudarnos a reflexionar sobre una visión de España que abarque sus diferencias y a la vez sea igualitaria e inclusiva. Nadie dijo que fuera fácil, pero sería conveniente.

Anterior crítica de libros: El peluquero de los Beatles, de Leslie Cavendish.

 

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