Érase una vez, de Depedro

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DISCOS

«Esos son los ejes sobre los que gira y se desarrolla el álbum: el pop inmaculado y los sonidos de otras latitudes»

 

Depedro
Érase una vez
WARNER, 2019

 

Texto: JAVIER ESCORZO.

 

Lo dijo una vez Alaska, hace ya muchos años, aunque quizás fuese Lolo Rico: La Bola de Cristal se distinguía del resto de programas infantiles porque trataba a los niños como seres inteligentes que todavía estaban creciendo y desarrollándose, y no como a personas tontas. Algo así debió pensar Jairo Zavala, alma máter de Depedro, cuando comenzó a componer su nuevo disco, Érase una vez, un trabajo dedicado por entero a la infancia. Y no, no piensen en las típicas canciones infantiles de letras estúpidas y melodías irritantes y repetitivas. Aquí baja la edad de los destinatarios, pero no la calidad de las composiciones, que se mantiene en la línea excelsa de sus obras anteriores.

El punto de partida se encuentra en los recuerdos del niño Jairo, en las canciones que le cantaba su abuela antes de dormirse y también en las nuevas vivencias que le proporcionan sus tres hijos. De ahí surge el hilo del que va tirando para construir este, su primer álbum conceptual. El tono parece algo más luminoso que el de trabajos precedentes, más jovial, acorde con la temática, como se percibe ya en la apertura con “Quiero descansar”, una suerte de desenfadada «canción protesta infantil» («quiero descansar de ti, papá, solo quiero jugar», reza su letra), envuelta en unos maravillosos arreglos de viento que recuerdan mucho a los Beatles (no será la única vez). La imaginación es la que guía la letra de “Dragón alado”, cuento de piratas y astronautas musicalmente más mestizo, sobre todo por su ritmo de cumbia amazónica. Esos son los ejes sobre los que gira y se desarrolla el álbum: el pop inmaculado y los sonidos de otras latitudes, siempre presentes en la música de Jairo.

“Palabra favorita” pertenece al primer grupo, a las canciones de pop más clásico; de hecho, es una de las más inmediatas de todo el disco (prueben a escuchar su estribillo e intenten no repetirlo durante las horas siguientes). Ahí también estaría “Deal”, delicioso country cantado por Joey Burns, de Calexico, y la alegre “Despierta”, con esos silbidos tan contagiosos y su diáfana melodía. Por su parte, “Niño triste” recrea el ritmo peruano del festejo, mientras que “Érase una vez” es una versión del tema de Paco Ibáñez y José Agustín Goytisolo.

En el último tramo encontramos los cortes más sosegados y melancólicos: la evasiva “Vámonos al mar”, de arreglos jazzísticos; “Ya no estamos solos”, con esas trompetas crepusculares; y “A mimí”, nana inspirada en una canción de cuna que le cantaba su abuela. El álbum se cierra con la traviesa “Do you want to be my friend?”, juego naive de sintetizadores, garabato sonoro que pone punto final al disco. ¿Música infantil, decíamos? Sí, pero dirigida a niños de todas las edades; de cero a noventa y nueve años, como aquel viejo anuncio de juguetes.

 

Anterior crítica de discos: 40 Live: Curaetion + anniversary, de The Cure.

 

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