El peor grupo del mundo (2016): Sidonie disfruta su momento

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«Donde Marc inyecta intensidad y dimensión artística a la narración, Axel aporta el contexto histórico y personal. Jes lo resume en una idea y la suelta a bocajarro»

 

Después de recorrer la historia de Sidonie disco a disco, llegamos al último de la colección: El peor grupo del mundo. Un disco que reeditan este viernes, con el que reflexionan sobre el momento que atraviesan y lo que está por venir. Por Tito Lesende.

 

Texto: Tito Lesende.
Fotos: Marcel Juan.

 

Marc Ros, cantante y autor esencial del repertorio de Sidonie, no es un perfil simple. Amable y sensible hasta el extremo, se pide un café y expresa su opinión sin ocultar un halo reflexivo que a veces le aporta profundidad y otras veces le sirve de escudo. Ros es inteligente, grave por naturaleza y culturalmente inquieto. Lleva la camisa por dentro del pantalón y ha encontrado un perfume que le va bien, pero no solo por eso tiene clase. Siempre consciente de sí mismo, sabe que la elegancia está en el equilibrio: a veces debe uno bailar entre el público y recoger su ovación; otras veces, sentarse para escuchar a un amigo o, sencillamente, retirarse a tiempo.

Educado e implicado, Axel Pi es el principal fedatario de Sidonie. Su perspectiva global de la banda, unida a su portentosa memoria, le permite asociar con precisión cualquier hecho a las circunstancias que lo rodearon y dotarlo de la ideología apropiada. Si eres de los que creen que el batería de un grupo de rock es ese músico que va a su bola y recoge el último, esto no va a funcionarte con Axel. A él no podrías desvincularlo de la línea creativa o de la filosofía de Sidonie; tampoco de sus patrones estéticos. Fundamental y extravagante en directo, Axel es mesura y estabilidad en el discurso de la banda. Y el único tipo del mundo capaz de tomarse una taza de manzanilla, vestir un lazo al cuello y molar.

A diferencia de sus dos compañeros, Jes viene de un entorno proletario. Su carácter es distinto al de ellos: es más directo y expeditivo. Jes bebe cerveza y viste con camiseta, gorra y calcetines con dos rayas, de esos que han vuelto a ponerse de moda; la impresión es que él conserva los originales desde finales de los ochenta y por eso no parece un panoli. Es el miembro más espontáneo de Sidonie, y esto se nota en los conciertos: puede que ya no se prodigue en saltos desde la tarima de la batería, pero sigue siendo un elemento dinamizador de primer orden. Y, digámoslo ya, un excelente músico de rock. Dio color a la banda con su sitar en los primeros tiempos, su voz es un apoyo melódico esencial y sus líneas de bajo, especialmente, recitan el credo del maccartnismo. Proyecta, probablemente, la imagen más gamberra del trío.

 

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Marc: «Como cantante, me he liberado de muchas cosas: antes temía al público, y ahora me siento muy unido a él»

 

Allá donde Marc inyecta intensidad y dimensión artística a la narración, Axel aporta el contexto histórico y personal. Finalmente, Jes lo resume en una idea y la suelta a bocajarro. Luego admitirá que puede que no lo recuerde bien, o que esté equivocado. Son los tres vértices complementarios, en definitiva, que hacen girar la rueda de Sidonie. Esa banda que se sitúa a una sonrisa de distancia de toda su escena: «Me parece curioso tocar en un festival y que todos los grupos se parezcan a Vetusta Morla excepto nosotros», dice Marc, con una rotundidad más propia de Jes. «Nos han dicho muchas veces que aportamos un punto canallesco y bufonesco. Puede que lo hagan también Love Of Lesbian a su manera, tirando más a un admirable humor absurdo. Para nosotros, la diversión es un eje fundamental».

Con esta última premisa más presente que nunca, y paladeando todavía el sabor en directo de piezas como “Estáis aquí” o “Un día de mierda”, de su disco anterior, Sidonie afrontó la gestación de El peor grupo del mundo. La idea era concebir un repertorio animoso; una celebración; una colección de piezas para cantar y saltar. Hablaría, además, de aquello que mejor conocían: la música pop. Después de tantas idas y venidas, parecía que Sidonie hubiese decidido reclamar sus tierras armado de melodías con gancho y ritmos de festival. «Estamos ahora más cómodos que nunca, y más felices de hacer conciertos», admite Marc Ros. «Como cantante, me he liberado de muchas cosas: antes temía al público, y ahora me siento muy unido a él. No me intimida hacer un tipo u otro de canción, y todas me salen más fácilmente; quizá porque estoy mejor en mi casa, en mi vida privada. En cuanto al grupo, siento que la fiesta continúa. La diferencia es que antes nos venían a buscar a los afters a las diez de la mañana en la ciudad donde hubiésemos tocado y, de ahí, sintiéndonos como cucarachas, nos llevaban a la prueba de sonido de la siguiente ciudad. Ahora preferimos tomarnos un dry Martini tranquilamente en la barra, charlando y disfrutando a placer. Hemos aprendido nuestro oficio; hemos llegado al equilibrio».

Axel Pi coincide con Marc: «Estoy de acuerdo. Si comparamos el grupo a una fiesta, hemos tenido que esforzarnos en encontrar el modo de pasárnoslo bien con un montón de amigos, con toda la gente que nos sigue, hasta dar con las circunstancias adecuadas de luz, ambientación y música. Hemos sido muy exigentes con nosotros mismos y hemos sido inquietos en nuestra búsqueda. Siempre hemos hecho lo que nos ha dado la gana, pero reivindicar este derecho cuesta y, en el proceso, se sufre. Ahora, con el cóctel en la mano, disfrutamos de nuestro momento y nos decimos lo guay que ha sido el camino. Esto es lo que respira El peor grupo del mundo».

El octavo disco largo de Sidonie, último hasta el momento, se publicó en 2016 y supuso su acercamiento más claro al pop desde El incendio (2009). Lo grabaron con fluidez, disfrutando el ejercicio de vestir cada tema, como había ocurrido también con aquel álbum. Se trata de una colección de canciones con un lenguaje directo y accesible; narraciones con vocación popular y estética agradable. Entre todas ellas, “Carreteras infinitas” ejerce de ariete y se convirtió, de hecho, en salvoconducto para que Sidonie sonase en emisoras de radio como Los 40 y evidenciase que el antes llamado indie se había convertido en el nuevo pop español. Lo cuenta Marc: «Este tema tiene puntos irresistibles y, de hecho, hay mucha gente que lo conoce sin tener ni idea de qué es Sidonie. Así es como se consume la música ahora mismo: canción a canción. Igual que en 1963 y 1964 se vendían, sobre todo, singles. Sabíamos que “Carreteras infinitas” tenía gancho y funcionaría muy bien, pero no imaginamos su popularidad en Los 40, ni que llegaría tan alto». Jesús Senra también le tenía mucha fe al tema: «Incluso yo, que tiendo a equivocarme, supe que sería un éxito antes de darle al play. Es una gran canción, con una gran letra. La tocamos en directo y, aunque no tiene más de dos años, la gente responde como si hubiese estado escuchándola toda la vida. Ahí, en los conciertos, es donde siempre te das cuenta de lo que realmente importa».

 

 

Más allá de “Carreteras infinitas”, El peor grupo del mundo presenta un repertorio completo y equilibrado, aunque nunca tanto como para satisfacer al exigente Ros. «Podríamos haber cambiado un par de canciones por otras y entonces hubiera sido mejor. Pero tal vez fuese un ejercicio de soberbia, y eso tampoco lo queremos», ríe. Los recuerdos y la ironía afloran en su charla:

Axel Pi: «Presentando el disco Sierra y Canadá, recuerdo que tocamos en Bikini. Me refiero a la sala Bikini, de Barcelona…».
Jesús Senra: «Sí, en bikini también hemos tocado”.
Marc Ros: «Touché».
Axel Pi: «Bueno, pues tocábamos en la sala Bikini con Mi Capitán y, al terminar, el músico y productor Ricky Falkner nos dijo que teníamos un repertorio infalible; que podíamos tocar hora y pico sin bajar el nivel. Entonces, El peor grupo del mundo ni siquiera estaba en nuestra imaginación. Pero, después de publicarlo, en la gira llegamos a tocar hasta ocho canciones de las diez que trae. Estas ocho nuevas han tenido que sustituir a otras tantas de aquellas que Falkner consideraba infalibles. Sin embargo, la decisión fue clarísima y el resultado nos ha demostrado que no nos equivocamos».

Parece lógico que el repertorio de directo de Sidonie diese un vuelco tras la publicación de El peor grupo del mundo. El tema titular es imprescindible. “Siglo XX” tiene elementos de techno y un estribillo festivalero. “Os queremos” también apunta al centro de la diana. “Los coches aún no vuelan” y “No sé dibujar un perro” son otras dos genialidades, especialmente la última, de nuevo con carácter inclasificable pero ganador en concierto. Además, piezas como “Atragantarnos” o “Fundido a negro” suenan a funk, soul y negritud y abren otra ventana inédita en la música de Sidonie. «No podemos evitar ser explícitos o pornográficos con nuestras influencias», sonríe Marc Ros; «si estamos escuchando discos del sello Motown, no tenemos un filtro que nos ampare de ese sonido a la hora de grabar nuestra propia música. Al revés: preferimos reflejarlo, que ya la cagaremos por el camino. En esas dos canciones hay mucho de ejercicio de estilo, pero al final sale como sale: o sea, mal pero bien. Y sonando a nosotros»

 

 

Los tres miembros del grupo aman la música soul, aunque lo certifica especialmente Axel Pi en sus sesiones como DJ. «Es un género muy agradecido para tocar y, de algún modo, las bases rítmicas de la Motown han estado siempre ahí, quizá de forma menos explícita. Me acuerdo ahora de “El adiós”, por ejemplo, que cerraba el álbum El incendio y a la que puse un ritmo muy negro porque lo llevo dentro y porque era inevitable».

Dos décadas atrás, su directo hizo de Sidonie un grupo a tener en cuenta. En la actualidad, sigue siendo la base de su sustento y de su carrera. «Hace tiempo que tomamos la decisión de liberarnos de cualquier cosa que evite que tú te lo pases bien en nuestros conciertos», afirma Axel. Continúa Jesús: «Yo estoy ahora mismo muy contento con la forma que hemos cogido en directo. Especialmente porque, poco a poco, Marc ha ido adoptando el papel de frontman. Es una maravilla verlo comunicarse con la gente y yo lo disfruto mucho desde atrás. Es algo que yo siempre había querido para este grupo». El cantante explica su visión: «Poniéndome en el lugar del espectador, yo también creo que ese papel era necesario. Es decir: me gusta ver a un trío poderoso, como la Jimi Hendrix Experience. Pero también ahí echo de menos a un Freddie Mercury. Así que, en nuestros conciertos, intentamos que estén las dos partes: el grupo compacto, sonando a grupo, pero también el performer que va haciendo el tonto por ahí en plan diva o florecita. Esto último lo he aprendido en mi casa, frente al espejo, cogiendo una cuchara como si fuera un micrófono». Remata Axel: «Hemos visto cómo Marc ha ido desarrollando su personalidad como performer, dejando la guitarra incluso, con lo difícil que es eso. Me maravilla la evolución del grupo, en general: me sigue pasando que veo alguna foto de nuestros conciertos publicada por ahí y pienso, ¡cómo mola esta pose de Jes! Tampoco él deja de sorprenderme nunca».

 

Apoteosis en el Wizink

Quizá, la apoteosis de Sidonie en directo ocurrió en su concierto navideño en el Wizink Center de Madrid, el 30 de diciembre de 2017, ante 5.000 personas. Aquella epifanía anticipada venía a culminar la estrecha relación del grupo catalán con el público madrileño, que durante años había sido su nutriente fundamental. «Sin embargo», matiza Axel Pi, «una de las cosas hermosas y brutales que nos ha traído esta última gira ha sido también el abrazo de nuestra ciudad, Barcelona. Teníamos esa espina clavada y haber llenado la sala Razzmatazz en 2017 ha sido uno de los logros principales de nuestra carrera».

Tras haberse dado baños de multitudes en la presentación de El peor grupo del mundo y para celebrar su vigésimo aniversario, Sidonie emprendió en 2018 una gira por salas de dimensiones contenidas, regresando a los escenarios de sus comienzos. Los chicos abordaron este proyecto en formato estricto de trío y redujeron drásticamente escenografía y producción. Aunque vendieron todas las entradas, no estaba pensado el proyecto para sacarle un rendimiento económico. «¿Ves el Ferrari rojo que tengo en la puerta? Es mi parte del bolo en Mardi Gras», bromea Jes, refiriéndose a la sala coruñesa con capacidad para menos de 200 personas. Marc recuerda esos primeros directos de este año: «Fueron conciertos, en realidad, muy modernos y actuales, porque no hubo nada de nostalgia. Lo que sí hubo fue rock, escenarios pequeños, sudor, venas hinchadas y muchas sonrisas. Nos encantó ver todo desde cerca, y tocar otra vez muy juntos». Continúa Axel: «Fue maravilloso ver emocionados a algunos de nuestros primeros seguidores, porque recuperamos canciones que hacía tiempo que no tocábamos. Pero la actitud del grupo fue reivindicar el presente y el futuro, y también recordarnos a nosotros mismos que los tres solos, sintiéndonos seguros, podemos hacer todo lo que queramos. Fue recuperar la esencia con la que nacimos, pero mejorada por los años». Jesús redondea con firmeza: «Cero nostalgia».

 

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Axel: (En la gira de Sierra y Canadá) «Ricky Falkner nos dijo que teníamos un repertorio infalible; que podíamos tocar hora y pico sin bajar el nivel»

 

La conclusión de Jes resume una premisa importante de aquel periplo de garitos y salas pequeñas en el primer semestre de 2018. Sidonie pretendía reivindicar su carrera y su parcela en la escena pop española, pero con los pies firmes en el presente y la mirada en el horizonte. Algunos de sus compañeros de gremio dicen que ellos ya nunca podrán volver a ser los golfos de antaño. El bajista reflexiona sobre ello: «Sería una tontería que repitiésemos lo que hacíamos a los 25 años, o que la gente esperase algo así de nosotros. Afortunadamente, las personas evolucionamos, la vida evoluciona y así ha de ser. Yo quiero seguir grabando discos y haciendo giras, no morirme en el lavabo de un bar». «Me encanta esa frase del lavabo», apunta Axel. Y cierra Marc: «En serio: si hubiésemos seguido durante estos años el ritmo que llevábamos en otras épocas, estaríamos muertos».

 

El horizonte

En una convivencia casual con los componentes de Sidonie, es fácil advertir su calado popular en la calle. Por supuesto, no son artistas masivos y no sufren acoso generalizado; aunque los reconozcan, apenas ven alterada su rutina. «No tenemos ni un problema», afirma Marc. «Pueden generarse momentos pesados cuando estamos de gira y decidimos salir de noche; tú quieres tu intimidad con tus amigos y puede aparecer alguien borracho y molestarte un rato. Pero hacernos fotos, firmar discos o hablar con la gente no representa para nosotros ningún agobio; al contrario». Axel coincide: «Sigue emocionándonos estar en alguna parte con nuestras parejas o con amigos y que alguien se acerque y nos pregunte si tocamos en Sidonie. Es un indicio muy positivo y valioso que alguien quiera tomarse un momento para pararse contigo y decirte que le gusta tu música».

Los arreones de éxito no han generado peleas o resquemor en el seno del trío, que sigue compartiendo fuentes de pulpo con la misma camaradería y mantiene su centro de gravedad impertérrito. «Me divierte mucho leer las biografías de los hermanos Davies, de los Kinks; o de los Gallagher, de Oasis», dice Jes. «Nosotros sí somos hermanos. Nunca ha habido ninguna pelea en este grupo y no me imagino por qué motivo podría haberla». Marc piensa en ello: «Creo que las disputas y los ataques en otras bandas son fruto de la falta de respeto, de no saber dónde pisan o cuál es el papel de cada persona. Nosotros discutimos, obviamente. No siempre estamos de acuerdo y podemos llegar a alejarnos, pero lo resolvemos siempre desde el respeto. Estoy convencido de que una pelea sería guay como material biográfico para Sidonie, pero lamentablemente no hemos vivido nada de eso».

En el transcurso de su carrera, Sidonie ha ido recabando, poco a poco, el reconocimiento de la prensa musical española. «Ha habido un cambio de actitud en los medios musicales hacia nosotros», sostiene Ros. «Creo que hasta se nos respeta. Y esto puede ser peligroso; espero que solo sea desprejuicio y no el beso de la muerte». Continúa Axel: «Hemos reflexionado sobre ello. Hemos luchado mucho para conseguir respeto, pero ahora podemos terminar un día entero de entrevistas de promoción y nos damos cuenta de que nadie nos ha chinchado. No sería justo negar el cariño que recibimos de la prensa, con todo lo que cuesta actualmente que alguien divulgue cualquier novedad artística o cultural. Es difícil tener nuestra repercusión mediática, y realmente nos sentimos queridos. Hasta echamos de menos un poco de caña, en cierto modo». La buena acogida también la siente Jesús: «Creo que los tres compartimos un sentimiento de gratitud hacia los periodistas. Cada vez que sacamos un disco, notamos su interés. En algunos casos es ya cariño; en otros, es respeto. Y muchos años compartidos ya».

Claro que, constatado el éxito de El peor grupo del mundo, obra redonda desde el repertorio hasta el arte gráfico, ¿cómo superarlo en el futuro? «De ayer no me acuerdo y mañana no me importa», zanja Jes Senra.

 

¿Qué esperar de Sidonie a continuación?

Jesús Senra piensa en el presente: «Yo quisiera seguir como hasta ahora, sin más pretensiones. Tocar con Axel y con Marc. ¿Para qué pensar en metas? Adonde nos quiera llevar la música. Hemos tenido una fuerza increíble y hemos sido valientes para haber llegado hasta aquí, veinte años después, pero seguimos buscando el mejor disco de nuestra historia. ¿Qué tal otros veinte? ¿Por qué no? Sería muy guay». Marc también tiene los pies en el suelo: «Nunca nos hemos parado a pensar lo que será de nosotros, ni siquiera ahora, porque no sabemos lo que va a durar. Somos muy trabajadores y eso es lo que hacemos: pelear día a día. También entiendo que no se puede vivir del pop en España si no es de este modo. El próximo capítulo de Sidonie depende de cómo estemos y de lo que nos estimule en cada momento. Siempre ha sido así y no cambiará. Mi sueño principal sería ir a tocar a Latinoamérica. Además de eso, también me gustaría que los conciertos de Sidonie tuviesen todavía más hits. Convertirnos en Abba, directamente. Y seguir vivo». Axel confirma: «Me uno a los deseos de Jes y de Marc, pero voy a añadir otro particular. Me gustaría resolver mi talón de Aquiles: la envidia que a veces me producen otras bandas cuando consiguen cosas que considero que nosotros también merecemos. Estoy convencido y orgulloso del valor de nuestro trabajo y de nuestra suerte también, pero sigo sufriendo de envidia. Tal vez lo resuelva la madurez, o quizá me relaje si logramos llegar adonde yo creo que deberíamos estar, pero deseo que la sangre deje de hervirme de esa manera poco sana».

 

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Marc: «Nos hemos dado de bruces con una realidad muy triste: que no puedes llegar al norte de Europa cantando en castellano»

 

La envidia es el reverso negativo de la ambición. Axel es un tipo honesto y sus compañeros se lo reconocen. Por otro lado, encontrar nuevos públicos y abrir mercado fuera de España es la asignatura pendiente que Sidonie comparte con muchas bandas y artistas de su escena. Así era ya en los inicios del grupo y lo fundamental no ha cambiado tanto en estos veinte años. «Siempre ha sido complicado», confiesa Marc Ros. «Hemos estado en Francia, Holanda, Londres y Alemania un par de veces, pero nunca ha pasado de ser un coqueteo. Todos los grupos españoles de pop seguimos tendencias que llegan del mundo anglosajón y las adaptamos con una latencia de uno o dos años. Las bandas de aquí podemos aportar cosas muy divertidas que fuera de España nadie va a escuchar. Nos hemos dado de bruces con una realidad muy triste: que no puedes llegar al norte de Europa cantando en castellano. Eso solo ha pasado con “Macarena” de Los del Río y unas pocas veces más en la historia del pop español. Pero lo más desesperante y deprimente es que no todo se debe al idioma, porque cantar en Latinoamérica tampoco es fácil. Esperamos que las actuales formas de comunicación, es decir, Spotify y las redes sociales, ayuden a eliminar esas fronteras, pero es verdad que el cambio está siendo lento».

Entre disquisiciones sobre la industria musical que les ha tocado vivir, los tres componentes de Sidonie se quitan las chaquetas, pasan de las infusiones a las cervezas y, en una deriva un poco extravagante, acaban reivindicando palabras como «guay» o «molar». Porque hay términos que no atraviesan el filtro del tiempo y otros que, en cambio, terminan por acuñarse y convertirse en clásicos. Lo mismo ocurre con las corbatas, las personas o las bandas de rock. Así es como Sidonie, veinte años después, mantiene su nombre en lo alto de los carteles y lidera una escena que ya genera cachorros ansiosos. Al calor de la vieja escuela (Beatles, Rolling Stones, Pink Floyd, Beach Boys…), Marc, Axel y Jes se fusionaron en una sola pieza que, a su vez, se ha convertido en referente para otros. Como «guay» o «molar», Sidonie es parte de nuestro acervo pop.

Pagada la cuenta, los chicos se despiden y retoman sus rutinas. Uno recogerá a su bebé y coordinará el próximo ensayo. Otro se irá caminando y, quizá, sopesando pros y contras de algún asunto de calado íntimo. Puede que el tercero haya traído moto y deba regresar sorteando el intenso tráfico de la ciudad condal, entre autobuses con guía, patines eléctricos y bicicletas de alquiler. Barcelona es una leve pendiente; si dejas una canica en el suelo, rodará hasta el mar. Sin embargo, la probabilidad de que impacte contra un turista y se detenga es sólida o muy sólida. Así como la perspectiva de futuro de Sidonie. Ignoramos qué nos traerá el horizonte o cuál será su vestido, pero sabemos que será una buena canción. Con un tránsito melódico cabal y una letra adhesiva. Con una adecuada definición instrumental. Con un estribillo o dos. El próximo capítulo podrá gustarnos o acaso sorprendernos, pero Sidonie se ha ganado un sitio en nuestra confianza. Esto es bastante maravilloso.

Anterior capítulo: Sierra y Canadá (2014), de Sidonie: Sintetizadores, azúcar y amores robóticos.

 

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