¡Eh, Sabina! Viceversa volvieron a hacer magia en directo

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«Si algo se demostró el jueves es que nadie está más presente que en un lugar donde la gente le quiere, aunque él no esté ahí»

Treinta años después del antológico disco En directo, los Viceversa de Joaquín Sabina regresaron para retomarlo justo en el punto donde lo dejaron: recorriendo el mismo repertorio de aquella noche, pero con multitud de invitados. En la sala Galileo Galilei de Madrid, sin perder detalle, estuvo Marta Sanz.


Texto y fotos: Marta sanz.


Quizá disimule poco mi vena sabiniana si digo que las canciones de Joaquín Sabina son capaces de cambiar el rumbo de cualquier día. Escucharlas en una noche muy fría de otoño, en un lugar como la sala Galileo y en la voz de artistas que le quieren tanto, te reconcilia de alguna manera con todas las vidas. Quizá por eso sus músicos las festejan de vez en cuando con magníficas Noches Sabineras, pero en esta ocasión, y por justicia, eran ellos los celebrados.

Las bandas de Sabina nunca las han formado, como dice él, esos intérpretes que se contratan por temporada, sino compañeros de largo recorrido. Más allá de la protocolaria presentación de quien le abriga a los instrumentos, siempre ha deslizado cariño y agradecimiento a cada uno de sus acompañantes a lo largo de todo el concierto, y les ha dado lugar y tiempo en el escenario, algo que muchos aceptamos como un auténtico regalo.

De todos los nombres que siguen (y sostienen) al de Joaquín, solo uno responde como grupo, y evoca un disco en directo extraordinario: Viceversa. Y era cuestión de tiempo y justicia celebrarlos a ambos. Aunque el alma de ese teatro en el que se grabó en 1986 latía en Galileo, no era un reto fácil de asumir; a la fiesta faltarían tres voces inseparables del disco: las de Javier Krahe, Luis Eduardo Aute y el propio Sabina. Pero si algo se demostró anoche, es que nadie está más presente que en un lugar donde la gente le quiere, aunque él no esté ahí.   

Aún se apuraban abrazos entre las mesas de Galileo cuando salieron al escenario los músicos. Sigue siendo 2018 hasta el instante en el que las baquetas y cuerdas dan aviso de “Ocupen su localidad”, que suenan al eco cercano de ese coche en el que todos hemos dicho alguna vez “pon otra vez el directo”, en esos tiempos en los que los discos se escuchaban de principio a fin como una oración, en los que no existía el maldito aleatorio.

«Muchas gracias por venir esta noche, en la que nos hemos juntado tres de los cuatro viceversas que tan felices fuimos acompañando a Sabina en los años ochenta. Eso era la felicidad», dice la voz especialmente emocionada de Pancho Varona, a la guitarra. Los Viceversa que lo acompañan son Paco Beneyto a la batería y Manolo Rodríguez a la guitarra, que ya desde la primera canción han hecho la magia de hacernos regresar, mientras quien no recita recuerda sin querer que «los trenes eran animales mitológicos que simbolizaban la huida, la fuga, la vida, la libertad», justo antes de que empiece a sonar “Cuando era más joven”.



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Rubén Pozo: «Yo quería hacer una versión acústica y ellos la eléctrica. Al final hemos hecho un híbrido, sin yo decirles nada, porque me han leído la mente»


La noche podría haber seguido así, pero la banda valiente decidió abrir, como siempre ha hecho Sabina, las puertas de su escenario. Primero, al talento de tres músicos: Paco Bastante, feliz como lo es siempre que lleva un bajo colgado al cuerpo, según admite en los camerinos; la alegría de Eva Reina a los teclados y el talento de Josemi Sagaste al saxo. Después, a un crisol de invitados sorprendentes que convirtieron la celebración en un bendito caos de interpretaciones que llenaron de vida cada canción.

El primero en saltar al ruedo fue Javier Batanero, y lo hizo interpretando “Princesa”, una de las canciones más codiciadas del repertorio, y tras él uno de los músicos que reconoce entre bambalinas que le habría gustado cantarla: Ricardo Marín. Sin embargo a él le tocó hacer “Zumo de neón”, y afinaron en la elección, porque le sienta como un guante. Se despide con un ruego: «Que no sea la última, Viceversa».

Siguiendo el orden estricto del libreto, sabemos el nombre de la siguiente canción, pero no que la nostalgia y verdad de “El joven aprendiz” resonaría en la voz de Lichis, que la hace gigante. «Me he quedado colgado mirándole», dice Pancho, que toma de nuevo el micro para dar rienda suelta a “Cómo decirte, cómo contarte”, cuando la gente de pie empieza a bailar, y los sentados mueven irremediablemente la silla. Entonces aparece en el escenario Portu, más acostumbrado últimamente a las orillas discográficas de la música, y se presenta sin decir su nombre. «La gente dirá: ¿quién ese ese? Soy un tío con suerte, al que han invitado a una canción. Y ahora vamos a contar todo lo que no hizo Sabina en una noche», dice antes de darnos el “Tratado de impaciencia Nº11”.

Antes del concierto, Pancho nos confesaba que querían ser lo más fieles posibles al disco original, y algunas interpretaciones, como la maravillosa locura de Fernando Lobo en “Juana la Loca”, el cuadre perfecto de Jaime Asúa en su “Caballo de cartón”, en la que hizo del mejor Sabina, o la genialidad de Litus emulando a Javier Gurruchaga en “Adiós, adiós” estuvieron muy cerca de la lejana noche de marras. Pero algunas excepciones vistieron las canciones con otro traje, como la deliciosa Zahara, que no hay nada que toque sin que se convierta en magia, y que además eligió compartir con el público “Calle Melancolía”. En ella se convirtió de nuevo en esa niña de 14 años que compartió por primera vez escenario con Sabina en su natal Úbeda, como de alguna manera Rubén Pozo volvió a ese parque en el que descubrió, en la voz y guitarra de un amigo, el “Qué demasiao”. “Yo quería hacer una versión acústica, la del estudio, y ellos la eléctrica. Al final hemos hecho un híbrido, pero sin yo decirles nada, porque me han leído la mente”, nos contaba después.

Otro desafío lanzado desde 1986 era el de cantar por dos maestros –Luis Eduardo Aute y Javier Krahe–, y los que recogieron el guante estuvieron, a pesar del inmenso reto, al nivel que el momento demandaba. Paco Bastante se quedó a solas con Varona para hacer esa maravillosa oda a Sabina que es “Pongamos que hablo de Joaquín”, y ya no se queda sin respuesta la pregunta de Pancho: «¿Hay algo mejor que Aute y Sabina?».

De la calma a la revolución hecha persona en Quequé, y su desvergüenza al entrar diciendo «¡Por fin un cantante profesional!». Él pone la voz y Pancho la guitarra, y ambos se colocan en la cabeza un par de plumas rojas, el tocado perfecto para la canción más india del repertorio. Puede que por su experiencia con los huérfanos de Krahe, el cómico hace una interpretación impecable. En esos minutos de la polémica canción que fue censurada en los años ochenta, quedan claras dos cosas. Primero, que hay causas que nunca parecen caducar. Y segundo, qué necesario será siempre Javier Krahe.


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«Pancho Varona, como toda la noche, vuelve a corear de nuevo a Sabina, haciéndole cómplice a pesar de las calles que los distancian»


A pesar de que la advertencia de Pirata (saxofonista en la banda de Late Motiv) antes de subir al escenario era que iba “a cantar, o algo parecido”, lo cierto es que en “Güisky con soda” nos brinda uno de los mejores momentos con su contagiosa emoción poco contenida en su incesante vaivén por cada rincón de las tablas, sobre el que O’Dogerty pisa el acelerador cuando el disco enfila sus últimas canciones.

Los Viceversa se empiezan a despedir con “Pongamos que hablo de Madrid”, dan las gracias y piden luz para cantar con ese público, que responde interrumpiendo casi cada frase para callar los adioses con aplausos. Pero el estruendo no evita que llegue el caótico final, en el que todos los invitados se suman de nuevo a la banda. Entonces Pancho Varona, como toda la noche, vuelve a corear de nuevo a Sabina, haciéndole cómplice a pesar de las calles que los distancian. Como en cualquier concierto de Joaquín, nadie quiere marcharse nunca, y el regalo a los insistentes fue una locura de “Pacto entre caballeros”.

Esta noche única se acaba, y al salir de nuevo al frío otoño de Madrid todos esperamos que el tiempo borre el adjetivo a la palabra noche, y los Viceversa nos hagan regresar a cualquier escenario que quieran llenar. Ellos también lo desean, según ha confesado Pancho un ratito antes de subirse al escenario. Larga vida a Sabina, y a los que le quieren bien.


REPERTORIO
Ocupen su localidad
Cuando era más joven
Princesa (Javier Batanero)
Zumo de neón (Ricardo Marín)
El joven aprendiz de pintor (Lichis)
Cómo decirte, cómo contarte
Tratado de impaciencia nº11 (Portu)
Qué demasiao (Rubén Pozo)
Juana la loca (Fernando Cobo)
Calle Melancolía (Zahara)
Pongamos que hablo de Madrid (Paco Bastante)
Caballón de Cartón (Jaime Asúa)
Cuervo Ingenuo (Quequé)
Güisqui sin soda (Pirata)
Rebajas de Enero
Adiós, adiós (Litus)
Pisa el acelerador (O’Dogerthy)
Pongamos que hablo de Madrid
Eh, Sabina – Todo el mundo sacando palmas
Pacto entre caballeros

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