Diego Vasallo: «Hay que tener el corazón abierto y la mente despierta para escribir»

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«La escritura de canciones me parece un género fascinante, porque confluyen muchas cosas: cierta poesía, narración, con imágenes y con melodías»

 

Caminante de parajes poco transitados, Diego Vasallo sigue por sus propios márgenes en su octavo disco solista, Las rutas desiertas. Una colección en la que, como reconoce en esta entrevista de Arancha Moreno, se atisba algo más de luz.

 

Texto: ARANCHA MORENO.
Foto de portada: THOMAS CANET.
Foto en la pared: MAXI DEL CAMPO. Foto con la guitarra: VÍCTOR VÉLEZ.

 

Es curiosa que un tipo como Diego Vasallo (San Sebastián, 1966) sobreviva sin rendirse a los cánones de la voraz industria musical. Décadas después del éxito de Duncan Dhu, la mitad de aquel grupo sigue caminando en dirección contraria, sin ninguna intención de volver al lugar del que partió. Lo demuestra una vez más con su nuevo disco de estudio, Las rutas desiertas, donde vuelve a embellecer su prosa con imágenes poéticas y trazos pictóricos dibujados por una voz sombría y arrullados por retazos de blues, country, soul, rock o folk. El disco, como el propio autor, camina sin quedarse en ningún sitio, pero suena a quien está detrás: un tipo que no conoce la prisa ni atiende a las modas, que bebe de muchos lugares para desembocar solo en sí mismo y que se enfrenta estos días a la gira más eléctrica de los últimos tiempos. Al otro lado del teléfono, Diego al habla.

En nuestra última charla, en mayo de 2018, me comentabas que tendrías que pisar el acelerador si querías tener un disco de canciones nuevas para 2019 o 2020, porque tu ritmo de escritura es muy lento. ¿Has tenido que meter la sexta para alumbrar Las rutas desiertas?
Al final las canciones han salido de una manera bastante fluida, no he tenido que forzar mucho la máquina. Las he escrito en los últimos dos años. En lo que sí nos hemos alargado un poco es en la grabación, que nos hemos tirado unos cuantos meses grabando el disco.

 

¿Recuerdas cuál fue tu punto de partida? El momento en el que empezaste a trabajar en este disco, o la primera canción que apareció en tus manos y acabó en esta colección.
La primera canción que escribí fue “Entre el olvido y el perdón”, aunque tenía otro título entonces. Ahí sí pisé un poco el acelerador. Me habían pedido un encargo para un disco que al final no se hizo, tenía esa canción esbozada y la terminé en unos días. Ese fue el punto de arranque, a partir de ahí cogí el ritmo de escribir. Necesito cogerlo porque no suelo escribir a diario. Cuando me planteo un proyecto procuro coger un ritmo y estar un poco concentrado en eso, en la composición.

 

¿Qué paisaje has tenido de fondo mientras componías estas canciones?
La mayor parte ha sido en San Sebastián, aunque también parte en Menorca, donde suelo pasar temporadas. Esas han sido mis rutas. De hecho, la portada del disco y la foto interior son dos paisajes por los que suelo deambular a menudo, en Menorca. Podían ser dos de mis rutas habituales.

 

José Luis Perales [protagonista de nuestro Cuadernos Efe Eme número 23] dice que para escribir siempre se aísla en un refugio que tiene en el campo, un invernadero muy austero, y que solo compone en otoño e invierno. Tengo la sensación de que esas dos estaciones son las que más suenan en tu música. Con la profundidad y carga que tienen tus canciones, ¿alguna se desmarca, y aparece en pleno agosto?

Para mí son también épocas mucho más creativas, el otoño y el invierno, incluso la primavera. El verano no demasiado, yo también ralentizo la actividad. Tampoco suelo hacer conciertos en verano, como no solemos hacer festivales, esta propuesta en directo es más de otoño e invierno. El otoño es mi época favorita del año, pero el invierno está bien para crear, es una época más silenciosa, más oscura, que favorece más la concentración. El verano es más disperso.

 

¿Tú también necesitas resguardarte en un sitio sin distracciones para componer?
No necesariamente. Cada vez escribo más en la calle, en las caminatas por esos paisajes. Suelo ir con una libreta, se está convirtiendo en mi método de escritura más habitual. Luego tengo un proceso de corrección y selección, pero no necesito ningún sitio especial. Caminar es un ejercicio que se acompasa bien con el pensamiento, no te estás ahogando como cuando corres, a mí me estimula bastante las ideas, la imaginación. El ochenta por ciento de este disco está escrito andando por la calle.

 

¿Caminas en silencio, sin música?
Sí, voy sin música, nunca llevo música para caminar. Cuando estoy en proceso de escritura, como suelo tener algunas melodías esbozadas, llevo en la cabeza alguna y la voy tarareando mentalmente. Así me surgen versos y pasajes de la letra. Voy escuchando mi propia canción en la cabeza. Me sirve de soporte esa melodía, que a veces es solo un boceto muy primario, para que empiecen a surgir los versos. Muchas veces me surgen uno o dos versos y a partir de ahí va apareciendo la letra poco a poco. Lo que más cuesta son los primeros.

 

Esculpes tu obra con una personalidad muy definida. Al componer este disco, ¿te ha ayudado escuchar música de algún género determinado o has esquivado cualquier tipo de música para no contaminarte?
Suelo escuchar bastante música cuando estoy en el proceso de creación de un disco, me da ideas. Siempre me he inspirado mucho en otros artistas, me surgen muchas ideas cuando una canción está encallada o no sé hacia dónde enfocarla, escuchar música de otros sirve para que se me encienda una luz y sepa por dónde tirar. En el estudio solemos confeccionar listas de canciones y de artistas que nos interesan en este momento y nos sirven de referencia. Siempre me ha gustado y me ha inspirado apoyarme en otros artistas. Además, aunque intentes parecerte a alguien, luego las cosas acaban yendo por otro sitio, nunca termina de ser parecido a las referencias que tenías en la cabeza. Suelo escuchar bastante música.

 

«Hay un poso de nostalgia en todas esas letras, pero no es añoranza de tiempos pasados, es darse cuenta de que esto va bastante rápido»

 

¿Qué artistas, canciones o géneros asocias a Las rutas desiertas?
En mis canciones siempre se queda mucho de los discos que he estado escuchando en los últimos tiempos. Creo que sí, hay bastante. Había un montón de referencias bastante variadas, desde el último Dylan hasta Mark Lanegan, o las producciones de T Bone Burnett, que las llevamos como discos de cabecera porque nos gustan mucho a Fernando Macaya y a mí. Y cosas muy diferentes: el último disco de Paul Weller me gustó mucho [True meanings, 2018]; un cantautor country americano que se llama Chris Smither, que me gustó mucho su último disco [Call me lucky, 2018] … un montón de cosas muy variadas. También los discos en solitario de Brett Anderson, el cantante de Suede; Nick Cave también ha estado por ahí. Pesco de muchos sitios diferentes. Era una lista bastante amplia y variada.

 

Tu trabajo anterior se aproximaba al sonido anglosajón, y parece que en este disco sigues por ese mismo sendero, aunque con matices nuevos. ¿Cuáles dirías tú que son los cambios más significativos respecto a Baladas para un autorretrato?
Lo que más noto en este disco es que se ha abierto un poco el espectro, la paleta de influencias se ha ampliado. Hay canciones bastante diferentes unas de otras, en el anterior la línea era más homogénea. En este disco han aparecido cosas, un blues muy oscuro, pinceladas de soul sucio, canciones muy acústicas, muy folk… no difiere demasiado del anterior, pero se abre el abanico.

 

Las rutas desiertas suenan, como apuntas, a blues, soul, rock clásico, folk. Seguramente esos son los sonidos que mejor describen precisamente las rutas desiertas que todos, mentalmente, tenemos en nuestra imaginación… Estilísticamente, ¿buscas que la forma de las canciones —la música— exprese también el fondo —las letras—, o trabajas ambos campos de forma independiente?
Intento que encaje, que la música y la letra tenga un mismo tono, lo que pasa es que sobre las melodías voy construyendo las letras, la melodía me predispone al tipo de texto. Creo que la música y la letra son inseparables, una canción debe formar un bloque y estar muy bien engarzado el mensaje con la forma, el sonido… es todo uno. Si en una canción no me gusta el sonido no me gusta la canción, o si la letra me parece muy mala, la canción no me va a gustar. No sé separarlo, para mí forma y contenido o mensaje y sonido es casi lo mismo, va totalmente unido. Debe tener una relación muy estrecha.

 

Para describir el sonido arenoso y sucio de Baladas para un autorretrato recurrías a la imagen de «troncos abandonados en la playa por la tormenta». Para presentar Las rutas desiertas aludes a «canciones atravesadas por la incertidumbre, varadas en un mar de perplejidad, que hacen preguntas sin esperar respuestas». De nuevo una imagen cargada de simbolismo. ¿Esa imagen apareció ante ti antes de empezar a componer, o es una percepción que tienes después de grabar el disco, al escucharlo en conjunto?
Esas conclusiones me llegan un poco después, cuando la obra ya está bastante avanzada. Me di cuenta de que hacía bastantes preguntas en estas canciones sin esperar respuestas. Hay muchas canciones que hacen referencia a cierto desconcierto, a cierta perplejidad ante lo que vemos, ante lo absurdo del acontecer, ante lo absurdo del mundo. Es como si las cosas sucedieran y nosotros solo fuéramos observadores, esa sensación está muy presente en muchas canciones, a eso me refiero un poco con la referencia a esa perplejidad. Es un núcleo temático del disco.

 

Recuerdo que, al escuchar el disco anterior, con la inicial “Ruido en el desierto” me venía la imagen de alguien que arrastra sus cadenas, un sonido muy fúnebre. La primera canción de este disco, «Mi historia», parece haberse librado de ese peso, y aunque no se aleja radicalmente del anterior, en el disco encontramos algo de electricidad y un poco más de luminosidad. ¿El viejo fantasma se ha quitado las cadenas?
[Sonríe] Puede ser, este disco es un poco más ligero, un poco, quizá dependiendo de las canciones. Como hay canciones más variadas hay más de todo, más luz y más sombra. Pero sí es más luminoso, los textos intentan caminar como una ventana abierta a la esperanza, no son tan sombríos como el disco anterior. En general el espíritu del disco es más positivo y luminoso, aunque mi mirada hacia afuera recoge ese atisbo de desconcierto, de estar frente a un absurdo. Pero hay más luz al final en muchas de las canciones.

 

«Me preocupa más dar con la canción rotunda que el ropaje que le ponga después», me dijiste hace unos años en una charla para El País. ¿Sientes que los once cortes de este disco son las canciones rotundas que andabas buscando?
En este disco las veo bastante rotundas, la verdad, no creo que sobre mucho. Siempre puedes quitar algún tema, pero creo que está bastante equilibrado, que son bastante sólidas. Yo ya selecciono mucho antes de grabar, no tengo treinta canciones y selecciono doce, me quedo con las diez o doce que voy a grabar, es muy raro que tenga más. Puede pasar que se caiga alguna en la grabación si no doy con la dirección adecuada, pero en este caso no ha pasado, son las que tenía. No tenía más porque en el proceso de composición desecho ideas o bocetos que surgen cuando me parece que no merece la pena trabajar en ello, hago una preselección bastante rigurosa. No grabo maquetas, vamos con las canciones así, en esqueleto, al estudio, y las grabamos tal cual. No hay mucho margen para elegir, es el repertorio que hay.

 

Aquí, aunque hay electricidad en algunos cortes, siguen presentes las acústicas, las mandolinas, las percusiones… Sigues abrigándote a esos sonidos más cálidos, como el que se aferra a lo analógico en plena era digital. ¿Responde también a eso, a un gusto por el detalle, la calidez, la pausa, el mundo a otro ritmo…?
Sí, bueno, creo que mis canciones siempre persiguen ese otro ritmo más lento del que tenemos en el día a día. En este disco hay bastante equilibrio entre lo acústico y lo eléctrico, quizá hay más electricidad que en el disco anterior, pero también hay un montón de instrumentos acústicos. En este disco hay muchos instrumentos, realmente, porque solo Fernando Macaya ha tocado cantidad de cosas, y además no nos poníamos ningún límite ni ningún prejuicio, todo lo que se nos ocurría que podía funcionar lo probábamos. Los instrumentos acústicos siempre me han gustado, pero estoy en un momento en el que escucho música más eléctrica que otras veces, y creo que este va a ser uno de los directos con más electricidad que he tocado en los últimos años.

 

Por eso tu gira incluye conciertos en salas, imagino. En Madrid tocas el 2 de abril en Costello.
Sí, la idea es tocar en salas, hay algún teatro… Las salas y los teatros me gustan mucho, son mis sitios predilectos para tocar. Los festivales y ese tipo de espacios no son tan adecuados para esta propuesta. Esta propuesta funciona muy bien en salas, pequeños auditorios… es donde más se pueden percibir los detalles, los textos. Me siento cómodo en ese tipo de espacios.

 

Acabas de mencionar al coproductor de este disco, Fernando Macaya. ¿Vais siempre en la misma dirección, o formáis un tándem que equilibra el resultado?
En una coproducción siempre hay que buscar un equilibrio, porque no piensas siempre igual, no ves las cosas de la misma manera, a veces hay desacuerdos… es un ejercicio de equilibrio que por otro lado está bien. A veces se compensan cosas, te convencen de cosas que igual no veías, o surgen ideas que tú no tenías. Es muy enriquecedor trabajar con alguien. Se produce un equilibrio que hasta ahora ha funcionado bastante en estos dos discos.

 

Antes has comentado que hay un atisbo de esperanza en estas letras. ¿Qué es lo que lo provoca?
Realmente, un autor no lo sabe muy bien. Imagino que influirán muchas cosas: circunstancias personales, tu momento vital, cómo te encuentres, el tipo de vida que lleves… Quizá ha sido una etapa más plácida para mí y es posible que se refleje en los discos, de hecho, creo que se debe reflejar, lo normal es que se refleje en cualquier obra el estado emocional del que lo hace, su impulso vital. Creo que tiene que ver con mi vida de los últimos tiempos y mi estado general.

 

En estas letras tratas los grandes temas universales, como el paso del tiempo. En “Mi historia” incluyes el verso «mi historia es todo lo que me queda»; en “Cargamento” dices «las hojas muertas en el suelo me recuerdan lo que fuimos»; en “Mecha en la tormenta” escribes «nos queda el rastro de los años». No es, ni mucho menos, la primera vez que hablas del paso del tiempo en tu obra, pero ¿tu forma de afrontarlo, en las canciones y en la vida, varía con los años?
Sí, con los años te cambia mucho la visión del tiempo. En este disco quizá haya más nostalgia. No sé si por otros tiempos, creo que no, pero sí por la juventud. Cuando pasan los años te cambia la percepción del paso del tiempo, empiezas a ver que esto va muy rápido, tiendes a echar más la vista atrás para escribir, incluso. No se ve igual con 54 que con 30, cambia bastante. Hay un poso de nostalgia en todas esas letras, pero realmente no es añoranza de tiempos pasados, es darse cuenta de que vas viviendo bastante y que esto va bastante rápido.

 

¿Todos los temas que te preocupan se convierten en material para una canción, o no siempre?
No siempre. Tiendo a hablar, como has dicho, de temas bastante universales, que por otro lado creo que son los temas eternos de las canciones y de gran parte de la poesía: el amor, el desamor, el recuerdo, el olvido, los sueños, la añoranza, la culpa, la redención, la esperanza… esos temas son eternos y son universales y darían para escribir cien mil discos. Luego están los temas más concretos, más pegados a la actualidad, por ejemplo, y siempre he huido un poco de ellos, creo que suelen envejecer peor, y puedes ver las cosas de una manera determinada hoy y al cabo de poco tiempo verlas totalmente diferentes, entonces no me suele gustar mucho concretar demasiado los temas, prefiero hablar de cosas eternas y universales. Tampoco soy muy narrador, muchas de mis canciones parten de imágenes y van construyendo una especie de sensación, de estado emocional. Puede haber temas concretos que me interesan y preocupan, pero no necesariamente me motivan para escribir sobre ellos. Me pasa, sin duda. Me gusta coger los temas de una manera tangencial; de una manera demasiado evidente a veces las letras me chirrían un poco, como una letra que está inspirada en las noticias que ves por la tele, o en los periódicos. Eso no me motiva para escribir.

 

«Creo que este va a ser uno de los directos con más electricidad que he tocado en los últimos años»

 

Al hilo de lo que cuentas sobre las sensaciones, es lo que sucede en “Érase una vez (notas para un relato)”, que no es un cuento al uso, sino una sucesión de imágenes. No hay una historia con principio, nudo y desenlace.
Efectivamente, esta canción podría ser un ejemplo, unas notas de escritor, como cuando te estás documentando para cualquier cosa, para hacer una obra, y las vas anotando. Yo he querido que aparezcan sin que se desarrolle ninguna trama, sin que llegue a comenzar la trama. A partir de esas notas se podría llegar a hacer un relato, por ejemplo; podría ser interesante que alguien cogiese esas notas e hiciese un cuento con ellas. Solo he querido introducir las pincelas, que son imágenes y frases, introducir un cierto ambiente y dejarlo en suspense, antes de que comience nada. Se intuye que hay una historia, pero no se sabe muy bien qué historia es.

 

Diego, ¿para escribir hay que tener la caja fuerte del corazón abierta, como dices en “Las rutas desiertas”?
[Ríe] Creo que sí, porque si tenemos la caja fuerte del corazón cerrada creo que es difícil sentir y empatizar con nada. Hay que tener el corazón abierto y la mente despierta para escribir, y dejarte empapar de todo lo que vives, lo que ves, lo que escuchas, lo que experimentas… Hay que tener una disposición bastante receptiva. Me imagino que será para cualquier tipo de escritura, que un escritor de novelas también tendrá que estar alerta, recibiendo alertas, mensajes, noticias, todo tipo de estímulos.

 

El disco comienza con la autobiográfica “Mi historia”, donde dices que somos lo que vivimos. ¿A qué ritmo has vivido en el pasado y a qué ritmo vives ahora?
Pues ha cambiado mucho, en realidad. Me imagino que tendrá que ver con la edad. En el pasado he vivido con un ritmo muy acelerado durante muchas etapas de mi vida, y ahora es casi lo contrario, procuro tener mi propio ritmo, que efectivamente creo que es más pausado que el que nos rodea, quizás. Me gusta tomarme las cosas con tiempo, pensar sobre lo que hago, meditarlo, trabajarlo bien, sin prisas, dejarme empapar por todo tipo de influencias que me sirven para escribir, y para eso hace falta tiempo. Y no solo tiempo productivo, hace falta también tiempo no productivo, de estar alimentándote de otras cosas, para que luego surja algo. Esos tiempos muertos, que no son muertos, en los que no estás creando nada, me parecen muy importantes, además, muy placenteros. Es cuando más disfruto.

 

Me sigue sorprendiendo cómo se van cruzando tus diferentes facetas artísticas en las canciones. Son las letras de un poeta, plagadas de imágenes de un pintor y acompañadas por música. ¿La música es la disciplina perfecta para unir las tres cosas?
Bueno, la música es un lenguaje muy completo y al mismo tiempo muy abstracto. La música produce emociones de una manera totalmente directa y visceral, no sabemos por qué una serie de notas nos puede producir un efecto emocional enorme. Sí, puede ser que confluyan, pero la verdad es que en mi caso la pintura y la música las veo como actividades bastante separadas. Sí pueden tener en común un cierto tono, porque no deja de ser mi mirada, pero, no sé… las tengo bastante separadas. Incluso la forma de trabajar y la dinámica es totalmente diferente. Pero bueno, la música es un campo muy completo, en concreto la escritura de canciones me parece un género fascinante, porque confluyen muchas cosas: cierta poesía, narración, imágenes y melodías. La melodía tiene una fuerza inmensa y muy directa, y de una forma muy inconsciente, no sabemos por qué, no sabemos en qué nos afecta para que nos pueda producir tales conmociones.

 

Ahora estás en plena gira de presentación de este nuevo disco. Imagino que el tronco del repertorio serán Las rutas desiertas. ¿Qué otros discos componen las ramas del setlist?
Casi todos mis discos en solitario desde Canciones de amor desafinado hasta este. Veinte años de discos y de canciones, tocamos de casi todos. Creo que se ha quedado fuera Criaturas, quería haber recogido alguna canción de ese disco, que es un poco anterior, pero probamos alguna y no nos terminaba de encajar con el resto del repertorio.

 

¿Quién te acompaña en los escenarios?
Fernando Macaya a la guitarra, Pablo Fernández toca teclados, percusión y ukelele, Fernando Neira contrabajo y bajo y Rodri Irazábal batería y percusión. Una formación de quinteto, porque yo toco la acústica.

 

Justo antes de estas «rutas desiertas» lanzaste Sesiones de Moon River, vol.1, y comentaste que no sería el último de esta colección. ¿Tienes idea de hacer un segundo volumen próximamente?
Me gustaría hacerlo, no sé si será próximamente, pero sí me gustaría hacer un cajón de sastre donde cupiesen cosas que probamos en el estudio, cosas inacabadas, incluso versiones… me gustaría seguir con esas sesiones cuando podamos, ahora con la salida del disco es complicado, pero más adelante espero que haya segundo volumen y quizá más. Ojalá.

 

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