Cinco canciones para recordar a Pau Riba

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El trovador de la contracultura barcelonesa, el que por tiempo debió sumarse a los patrones de la Nova Cançó, pero terminó vistiéndola de aires psicodélicos, folk anglosajón y alma rock. Pau Riba se forjó en los márgenes y emprendió su propio camino, muchas veces en solitario y otras tantas acompañado, asentando la crítica a la moral tradicional y a los clichés impuestos como base conceptual de su obra y de su vida. Luis García Gil escoge cinco canciones de su catálogo en los setenta para homenajearle.

 

Selección y texto: LUIS GARCÍA GIL.

 

1. “Noia de porcellana”, single de 1968

Sin lugar a duda, una de las grandes canciones de Pau Riba, que aparece en un disco sencillo en 1968. Riba ya era parte del denominado Grup de Folk que se movía por otros derroteros musicales más eclécticos y anglófilos que los transitados por Els Setze Jutges. Riba se mira, desde primera hora, en el espejo del folk y del rock. No desatiende los modos de Bob Dylan e incluso abraza lo que podía llegarle de la contracultura. Mucho de esa mezcla late en el retrato caustico de “Noia de porcellana” que formará parte del mítico álbum, Dioptria I, que se concebirá como álbum doble, a pesar de editarse en dos partes, y en el que Riba se acompañaba del grupo Om donde figuraban músicos tan inquietos como Jordi Sabatés o Toti Soler. La combinación resulta extraordinaria en lo poético y en lo musical. Y “Noia de porcellana” quedó, con su aire bucólico y progresivo, como canción determinante de toda una época. “Noia de porcellana” tenía destinaria de carne y hueso, Teresa, una compañera de clase, hija de un inventor de juguetes, Lluís Congost. Serrat la recreará extraordinariamente en su disco de homenaje a la cançó, Banda sonora d’un temps d’un país.


2. “Ars eròtica (non est mihi)”, de Dioptria (1970)

Otra de las joyas de Dioptria, eléctrica y desafiante. Otro retrato femenino absolutamente descarnado de una mujer llamada Conxita Cases, eterna solterona que sueña con casarse para poder llamar padre al que sea su marido. Riba, desenfrenado y burlesco, la retrata con bragas enormes y enaguas con encajes. La canción es hija de la libertad de aquel momento creativo, de un oído, el de Pau, abierto a muchos sonidos.

3. “La lluna, la pruna”, de Jo, la donya i el gripau (1971)

Pau Riba encuentra al hippie que lleva dentro, hace las maletas y se pierde durante un lustro en Formentera con su mujer Mercé Pastor. Nacerá en ese retiro su primer hijo. De todo ello nace un disco experiencial titulado Jo, la donya i el gripau, enraizado en el sentimiento de libertad que otorga el aire libre y el contacto con la naturaleza. Riba se aproxima al concepto minimalista en la forma de dibujar las canciones. Entre aquellas grabaciones de 1971 “La lluna, la pruna”, por esa manera de posar la mirada y el espíritu en una canción tradicional tan deliciosa.

4. “Es fa llarg, es fa llarg esperar”, de Electròccid àccid alquimístic xoc (1975)

Otra obra mayor que Riba graba en su disco Eléctròccid àcid alquimístic xoc. Riba, ánima libre, se torna decididamente eléctrico en tiempos de onda layetana y rock progresivo. Firma una canción de gran aliento lírico que hará suya Maria del Mar Bonet, restándole crispación para convertirla en una pieza muy delicada. Riba se desata en forma y fondo en este disco grabado con músicos valencianos y que publica el legendario sello Movieplay, en 1975, con Gonzalo García Pelayo como factótum. “Es fa llarg esperar” se vertebra sobre la poética de la espera. Riba la compuso siendo un adolescente de apenas diecisiete años. Refleja esa desesperación propia de una edad tan febril como incierta. Encajaba bien en el espíritu de aquel Riba de mediados de los setenta, sumergido en la impaciencia y en la búsqueda constante de nuevos sonidos.

5. “La flor del taronger”, de Licors (1977).

Pau Riba graba en 1977 Licors. Toda la cara A de aquel disco la ocupaba la larga canción homónima, una suerte de collage sonoro que constituía una experiencia casi lisérgica. En la cara B, Riba se decanta por el lirismo de una serie de canciones, como la titulada “La flor del taronger”, con poderosos pasajes instrumentales. Una de esas joyas que solo podían nacer de un talento tan libre como el de Pau Riba.

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