Copas de yate (Vol.1), de Quique González

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DISCOS

«Es una buena forma de poner en valor nuestro patrimonio, y qué demonios, estos ejercicios se disfrutan mucho»

 

Quique González
Copas de yate (Vol.1)

ROCK RECORDS / VARSOVIA RECORDS, 2023

 

Texto: JAVIER ESCORZO.

 

No es Quique González un tipo muy dado a mirar atrás, al menos en el plano artístico. Solo se lo permite en contadas ocasiones. Lo hizo en 2008, cuando se cumplían diez años del lanzamiento de su primer álbum, Personal (Universal Music, 1998). En aquella ocasión, realizó una gira conmemorativa con su banda de entonces, la feroz Aristocracia del Barrio (Javi Pedreira en la guitarra, Jacob Reguilón en el bajo y Karlos Arancegui en la batería). Para elegir el repertorio, organizó una votación en su página web y los fans eligieron tres canciones de cada uno de los discos que había publicado por entonces, a las que se añadirían algunas versiones (impagable su reinterpretación de Paloma, de Andrés Calamaro).

Ahora, cuando su carrera alcanza ya el primer cuarto de siglo, repite la experiencia, aunque modificando la fórmula. El madrileño ha iniciado ya una nueva y extensa gira, con entradas agotadas en varias de sus fechas. El repertorio ya no lo eligen los seguidores, sino el propio Quique, que ha decidido dividir los conciertos en dos partes: en la primera, revisará un álbum en concreto (uno distinto en cada actuación), y en la segunda ofrecerá un resumen del resto de su discografía.

Las versiones vuelven a estar presentes, y en esta ocasión con más entidad todavía, en forma de disco corto (o epé largo), con ocho reinterpretaciones de otros tantos escritores de canciones en castellano. Las ha grabado con su banda actual (Toni Brunet en las guitarras y la producción, Raúl Bernal en los teclados, Jacob Reguilón, el bajista de casi toda su carrera, y Edu Olmedo en la batería). Está bien que un artista como Quique, con influencias de evidente raíz anglosajona, muestre también la importancia que en su vida ha tenido la música cantada en nuestro idioma. Ya había dado muestras de ello al versionar en sus propios discos a José Ignacio Lapido (“Algo me aleja de ti”) o a Diego Vasallo (“La vida te lleva por caminos raro”), o al participar en algunos discos de homenaje (Duncan Dhu, 091, Héroes del Silencio / Bunbury, Miguel Ríos o Rafael Berrio, por citar algunos). Y por todos es conocida su veneración hacia artistas referenciales para él como Enrique Urquijo, Antonio Vega, Joaquín Sabina, Burning o Joan Manuel Serrat. Ahora, con este nuevo trabajo, nos enseña otras ocho fuentes que le han servido de ejemplo e inspiración, y se agradece que no sean tan evidentes como las anteriores.

El álbum se abre con Santiago Auserón y su “A la media luna”, que fue escogida como primer adelanto del proyecto, en una lectura más atemperada que la original, acorde con el sonido que ofrece Quique en sus últimos discos y al ambiente general del álbum. Le sigue “Fractales”, de Josele Santiago; es curioso que sea la voz más personal de todas las recreadas la que mejor queda en la garganta del madrileño. “Jacques” es un homenaje a su autor, el desaparecido Luis Eduardo Aute, que a su vez se la dedicó a Jacques Brel, «aquel Quijote belga que escapó a Tahití». Esta nueva versión hereda la desnudez instrumental de la original. La cara A del vinilo se cierra con “De mí”, del mito argentino Charly García, quizás la más eléctrica y vigorosa de toda la colección.

Ya en los primeros tiempos de la carrera de Quique, en la época del manifiesto Peleando a la contra y por ahí, le gustaba tocar en sus conciertos “La casa cuartel”, de Kiko Veneno. De hecho, está registrada en algún bootleg de aquella época. Decía Quique que era una de las canciones más tristes del mundo, y esa tristeza queda plasmada en el final instrumental que le han dado. Llegamos a Fabián D. Cuesta, que es, de los ocho elegidos, el único autor más joven que Quique. No es la primera vez que se cruzan sus caminos, pues Quique ya había colaborado en una canción de Fabián (“Todas las aves del sur”, de su álbum (La brisa leve) La luz distinta, de 2013). Su caso representa la retroalimentación artística, pues Fabián ha bebido mucho de Quique, y ahora Quique bebe de Fabián. Quizá el corte más sorprendente pueda ser “¿Qué es lo que será?”, de Carlos Cano. De hecho, el madrileño no lo había escuchado hasta que un amigo se la mostró, pocos días antes de entrar a grabar, pero, pasado por el tamiz de su banda, parece una composición propia. El álbum se cierra con “Tócala, Uli”, el obituario que Jaime Urrutia y compañía quisieron dedicar al saxofonista Santiago Ulises Montero. La versión de Quique no es tan acelerada como la de Gabinete, pero así, más pausada, destaca más su letra, llena de chulería castiza.

Las ocho versiones son de mucho nivel y están perfectamente adaptadas a la imaginería de Quique González, pero, muy posiblemente, lo mejor de todo el disco sea el título, no tanto por ese Copas de yate, sino por ese Volumen 1, que indica que en el futuro habrá continuación. Ojalá sea así, y ojalá cunda el ejemplo en otros artistas nacionales. Es una buena forma de poner en valor nuestro patrimonio, y qué demonios, estos ejercicios se disfrutan mucho.

Anterior crítica de discos: Caldo espírito, de Xoel López.

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