Auambabuluba balambambú, de Nik Cohn

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LIBROS

«El mojarse sin ningún tipo de prejuicio es lo que hace al libro fascinante para cualquier persona a la que le interese la música pop»

 

 

Nik Cohn
Auambabuluba Balambambú
Editorial La Felguera, 2022

 


Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Están ustedes ante el libro que mejor analiza la historia del rock and roll, con diferencia. Disfrútenlo porque, hasta ahora, era casi imposible conseguir un ejemplar. Había sido editado únicamente un par de veces, la primera por la editorial Nostromo, en 1973, y la segunda por Círculo de Lectores, treinta años después. La edición de Nostromo no era difícil de encontrar a un precio aceptable, la de Círculo de Lectores —publicada de manera un tanto más lujosa— se puede ver menos debido a su distribución más sesgada.

En todo caso, a partir de ahora, la edición canónica en castellano pasa a ser la de La Felguera, con una nota editorial en que sigue la historia de esos dos volúmenes y un prólogo en el que Kiko Amat pone en valor el texto y apunta que su escritura —durante siete semanas, con Cohn recluido en una casa rural— sale de las vísceras, pues un análisis que saliera más de las meninges estragaría el tema. El rock and roll es ímpetu, banal por naturaleza —esta es su gran virtud— y, por tanto, se ha de tratar con detalles, no necesita líneas eruditas, necesita ingenio y chispa. Aparte de estos parámetros, recordemos que en la época no había casi ningún tipo de documentación, así que el libro tira de espontaneidad. Como tiene que ser.

Y este es su valor. Nik Cohn escribe con soltura, tiene hilos de donde arrastrar, puesto que vivió en persona toda esa explosión, no es nunca sesudo y, en muchas ocasiones, acierta con análisis clarividentes. Tampoco define cuál es el origen del rock and roll; ni falta que hace, añado. Lo que sí que despliega es la situación que hizo posible que apareciera. Con los dedos de una mano se puede contar lo que un aficionado podía encontrar en 1950: orquestas caducas, rhythm and blues exclusivamente para negros y country and western. Por otro lado, había montones de jóvenes con dinero, pero sin música en la que gastarlo, hasta que llegó Bill Haley. Con él, asumieron que había una forma de vida exclusivamente suya que necesitaba un símbolo, y ese símbolo fue Elvis Presley, que en 1968 ya está totalmente acabado. Lástima que el libro finalizase antes de que resurgiera en los setenta.

A partir de aquí, todo va rodado: la locura que representó el rock and roll, el highschool, el estancamiento de los primeros sesenta, Phil Spector, la explosión británica, el soul, Bob Dylan… Y no deja títere con cabeza: Buddy Holly tiene halitosis y está falto de talento, The Doors son unos engañabobos, Small Faces unos bobos directamente ellos mismos. Incluso aquellos que entran en su concepto del pop —música excitante para gente de doce a quince años— no aguantan mucho tiempo en él. Adora a los Beach Boys primigenios, pero se carga su sinfonismo posterior; se derrite con la energía de los primeros Beatles, pero después se vuelven aburridos, intelectuales y llevan al rock a un callejón sin salida. Incluso uno de sus preferidos, The Rolling Stones, recibe su carga de caballería con unas declaraciones que son quizá deudoras de la situación de la época, pero que se han revelado muy poco clarividentes.

Todo ello, el detalle, el mojarse sin ningún tipo de prejuicio, es lo que hace al libro fascinante para cualquier persona a la que —ni que sea de lejos—, le interese la música pop. Podemos ir sesgando opiniones y viendo hasta qué punto se cumple lo que ha ido apuntando. En el capítulo del bubblegum señala que el pop se convertirá en una industria como cualquier otra, los experimentos se reservarán para la vanguardia a la que el mercado robará las mejores ideas. En el capítulo sobre el vacío del año 1960, indica que a los catorce años el pop es parte integrante del desarrollo del adolescente, pero a los diecisiete este ya solo copia, no entra en su vida. Todo esto viene a ser verdad. En lo que se equivoca sin remisión es en pensar que The Rolling Stones no están destinados a hacerse viejos y durarán poco. El pasado 1 de junio comenzó su nueva gira en Madrid, más de cincuenta años después de que Nik Cohn augurase su final.

En todo caso es un libro lleno de tanta energía como el pop que refleja, juvenil, hecho con pasión. Si alguien quiere escribir sobre el rock and roll, sobre el pop, ha de ser necesariamente así, es la única forma de no bailar sobre arquitectura.

Anterior crítica de libros: Collado. La maldición de una casa de comidas, de Carles Armengol.

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