Amparanoia: «Cuando empezamos en 1997 éramos rarísimos, nadie hacía mestizaje»

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«Irme a Madrid hizo que se desarrollase mi música, al encontrar la multiculturalidad en Lavapiés con músicos de otros países»

 

Se acerca el vigésimo quinto aniversario del debut de Amparonoia, y el proyecto vuelve a estar más vivo que nunca. Eduardo Tébar se cita con Amparo Sánchez en Granada para hablar de su nuevo disco, Himnopsis colectiva.

 

Texto: EDUARDO TÉBAR.
Fotos: RAKEL LÓPEZ.

 

Granada empezó el año temblequeando al compás que marcaban los enjambres sísmicos. Sentada al sol en una terraza de la céntrica plaza de la Romanilla, Amparo Sánchez (Alcalá la Real, 1969) relativiza el pánico de aquellos días: «Los temblores son como los truenos, las tormentas o las nevadas. La naturaleza tiene su forma de expresión y una de ellas son los terremotos». Lo dice alguien que le ha dado una sacudida a la ciudad desde que regresó después de veinticinco años fuera; once en Madrid y catorce en Barcelona. A través de su sello, Mamita Records, difunde música de diverso pelaje con un ritmo frenético. ¿Lo próximo? El cantaor Juan Pinilla; su hijo pequeño, Mayito (Mario Vega), dj, productor y beatmaker; o el siguiente álbum de la artista guatemalteca Sara Curruchich, producido por la propia Amparo.

Entre tantos lanzamientos, uno especial: Himnopsis colectiva. Un trabajo bárbaro que resucita el exitoso proyecto internacional de Amparanoia con material nuevo, a las puertas de su vigésimo quinto aniversario. Vuelve la fanfarria, vuelve la buena onda. Cuando más falta hace. Grabado en plena Vega granadina en fechas de desescalada, el disco extiende su vocación terapéutica con el libro Metanoia, que firma Amparo Sánchez.

 

Amparo, tú has sido otro terremoto en Granada.
Creo que estoy empezando hacer cosas. El sello se creó en Barcelona hace ya cuatro años, pero es cierto que al llegar a Granada he podido crear mi equipo de trabajo con personas que son ya mi familia. Son personas muy profesionales e importantes en mi vida.

 

¿Se ven las cosas aquí de manera distinta que en grandes urbes como Madrid o Barcelona?
Lo bueno que tiene Granada es que aquí está mi familia. Cuento con un equipo de trabajo firme y grandes amistades. Guardo muy buena relación con muchos músicos de Granada de la época en la que empecé, y otros nuevos que he ido conociendo. Siento que estoy en una ciudad con mucho arte, mucha creatividad y mucha magia. Quiero aportar todo lo que esté en mi mano; ahora, por ejemplo, desde mi sello, apoyando a un cantaor como Juan Pinilla. He sentido el calor de Granada a través de nuestra tienda online; muchos pedidos del nuevo álbum y de nuestro catálogo. La gente sabe que estoy aquí.

 

Tu carrera musical arrancó en Correcaminos, una banda granadina de rock and roll y rockabilly.
Tenía quince años. Los recuerdos son muy bonitos. Varias formaciones de los ochenta nos reunimos en la sala La Telonera en 2007 y lo gocé mucho, porque hacía muchos años que no veía a algunos músicos. Siempre he sentido ese cariño y esa admiración por parte de los músicos de Granada. Y siempre me han dicho que hice bien en irme. Esa frase me persigue: «Hiciste bien en irte en ese momento». Y me fui por las circunstancias.

 

Cuenta Lapido –en su libro de conversaciones con Arancha Moreno– que 091 y La Guardia instalaron la determinación de quedarse a vivir en Granada, como luego Los Planetas.
Hay una diferencia. Estos grupos tenían muy claro su estilo de música. En mi caso, irme a Madrid hizo que se desarrollase mi música, al encontrar la multiculturalidad en Lavapiés con músicos de otros países. Ahí es donde yo doy forma a mi sonido. No digo que todo eso no lo pudiera haber encontrado en Granada, pero para mí fue fundamental estar en Madrid. En Granada era una cantante de blues, de rock and roll y de soul, pero tenía que moverme. En Madrid conocí a Manu Chao. Y tuve muchísima conexión con los músicos de Barcelona. Nada de lo que me pasó era premeditado, pero fue un paso definitivo para todo lo que ocurrió después.

 

¿Siguen vivas esas escenas en las que se forjó Amparanoia en Madrid y en Barcelona?
Por supuesto que sí. Digamos que lo que se catalogó como mestizaje, por ejemplo con Txarango o Joan Garriga de La Troba Kung-Fú, llega hoy a bandas como La Pegatina. Hay muchos grupos que han seguido nuestra estela de mediados de los noventa. Veo esa evolución en C. Tangana, que creo que está ya dentro del mestizaje. En Granada, Colectivo Da Silva introducen elementos latinos en un nuevo indie. Cuando salimos con Amparanoia en 1997 éramos rarísimos. No había gente haciendo eso. Ahora hay muchísima. Nosotros encontramos un clamor en la calle y con Amparanoia me propuse el objetivo de cubrirlo, transmitiendo todo lo que vivía en los viajes y dando voz a los que no la tienen a través de las canciones. Había una fusión musical, pero también una intención muy clara de lo que se quería contar. Con el tiempo me fui especializando en temas como el empoderamiento femenino. Hemos avanzado en unas cosas y en otras todavía queda camino. Me interesan la empatía, la paz, la tolerancia, el respeto y el amor. También observo que no se miden con el mismo rasero los discursos de odio que las canciones de un rapero.

 

Sorprende que un cancionero tan vitalista como el de Himnopsis colectiva se grabara en meses de confinamiento e incertidumbre.
Intervienen factores como mi capacidad positiva de ver la vida. Siempre he encontrado un refugio en la música para todos los estados emocionales. En febrero de 2020 ya tenía seleccionadas las diez canciones que íbamos a grabar en julio en el estudio de Carlos Díaz. Tenía dos opciones: echar hacia atrás el plan o seguir hacia delante. Opté por seguir hacia delante porque, al no haber conciertos, podía dedicar más tiempo al disco. Esto también ha sido un lujo, porque aunque lleve una preproducción muy hecha, el tiempo en el estudio suele ser limitado. Hubo mucho trabajo online y pude dejar reposar la mezcla y retocar cosas: las letras, los sonidos, todo lo que quería conseguir. Creo que este es el disco al que le he podido dedicar más tiempo íntegro. Estoy muy satisfecha por mi labor como creadora, productora e intérprete. Y, sobre todo, hacer un álbum de Amparanoia, que para mí era todo un reto.

 

El disco es exuberante. Refuerza la idea de la música como antídoto.
Los temas seleccionados tenían esa misión de transmitir alegría, con la propuesta de revolución individual para que afecte en lo colectivo. Muchas veces prestamos atención a lo que está pasando afuera, y es una actitud mucho más cómoda. Si hacemos el trabajo real de mirar hacia dentro y preguntarnos qué podemos hacer cada uno en estas circunstancias, ahí cambia todo. Esa es mi manera de ver la vida. Es mi mentalidad diaria. Yo no miro lo que no puedo hacer, sino lo que está en mi mano. Estábamos muy excitados cuando nos reunimos en julio, porque llevábamos muchos meses trabajando online. Cuando pudimos tocar los temas por fin fue un motivo de muchísima celebración después de los meses tan duros que habíamos pasado.

 

No era habitual verte en una portada de Amparanoia.
La portada la ha hecho un estudio de diseño de México que se llama Gran Om. Son la nueva imagen del zapatismo y de los movimientos sociales allí. Para mí ha sido un honor trabajar a distancia con ellos, que fueron quienes me convencieron para salir en la portada. Nunca he salido en una portada de Amparanoia. Se inspiraron en una sesión de fotos que habíamos realizado.

 

“Mi genética”, la canción bandera, habla de la familia y de los ancestros. De ese ADN.
Fue la canción elegida para presentar el álbum y, aunque no es la más representativa de lo que te vas a encontrar, desde el comienzo te traslada a una infancia y a unos recuerdos. Quería hacer una canción por la partida de mi madre, que fue una de las razones por las que me vine a Granada, porque estaba enfermita. Falleció al poco tiempo de llegar. Quería hacerle una canción sin irme a la parte dramática de cuando fallece un ser querido. Mi intención era recordar todo lo bueno que me transmitió ella. Y al pensar en ella también tenía que pensar en mi abuela, en mis tías, en toda mi familia, porque realmente tienen esa actitud de bailar la vida, de reconocer que en la vida vienen momentos duros, momentos buenos, pero siempre, si hay una actitud positiva y alegre y reconocemos todo lo bueno, sin duda podemos encararla de otra manera. Es algo que llevo en mi genética y que siento que les he transmitido a mis hijos. El objetivo era compartirlo con este reggae electrónico caribeño, invitando a toda la familia a reconocer ese origen. Habla de dónde venimos, básicamente.

 

¿Te molesta la coletilla del «buen rollito» de Amparanoia?
No me molesta. Quienes conocen mi trabajo saben que tengo mi parte de cantaora, mi parte interpretativa, mi faceta de nostalgia y melancolía, mi desgarro. La gente que me conoce sabe lo que transmito.

 

Este álbum genera morriña de conciertos.
Me imaginé tocando el álbum entero. Y además creo que enlaza muy bien con el resto de himnos de Amparanoia, esas canciones míticas con las que la gente sube la energía muchísimo.

 

«Siempre he encontrado un refugio en la música para todos los estados emocionales»

 

Ya que hablas de «himnos», ¿qué sugieres con el título de Himnopsis colectiva?
Cuando empezamos a seleccionar las canciones, el comentario habitual era: «Esta es un himno». Como “El día que no” o “Mi genética”. De tanto decir que eran himnos nació la idea del título. La realidad también es una especie de hipnosis, una dormidera: la gente con las redes sociales, los medios de comunicación, el piloto automático, la agenda llena, la falta de tiempo para pararse. Pensé que estas canciones podían ser himnos que iban ayudar a despertar colectivamente.

 

Planteas “Cumbia perfecta” como un himno feminista. ¿Te gusta que el perreo haya derivado en una forma de empoderamiento?
¿Qué les decían las madres a sus hijos cuando veían a Elvis Presley en la tele? Que era el movimiento del demonio, con las caderas. No perdamos la perspectiva. Si las jóvenes se empoderan sintiéndose libres de hacer con su cuerpo lo que quieran, dejemos que nos lo cuenten. Pero ojo con las multinacionales que controlan la industria musical y que eligen el producto que quieren vender. Ahora estamos trabajando con un rapero que tiene un mensaje completamente distinto. En Latinoamérica hay grupos de reguetón y de cumbia electrónica con otros mensajes. El perreo es una forma de expresión, pero hay un mensaje detrás. En el sello Mamita Records apuesto por cultura con mensaje.

 

¿Cómo disocias a Amparo Sánchez de Amparanoia?
Amparanoia es un proyecto que habla de la alegría, de la rebeldía, del ser positivo, de sacar lo mejor de ti. Usamos esa mezcla de ritmos de diferentes estilos para viajar a esos lugares y buscar todos esos puntos de encuentro con otras culturas. Es world music. Desde 2005 no hacía un álbum de Amparanoia con canciones inéditas. El directo Seguiré caminando, en 2008, iba a ser el final de Amparanoia. Realmente lo sentía así. A lo largo de los años he ido publicando álbumes con mi nombre y con mi apellido porque sentía que no era una propuesta que entrara dentro de Amparanoia; yo quería investigarla, pero sin engañar a mi público. Como Amparo Sánchez la gente me ha podido escuchar grabando con Caléxico. Amparo Sánchez también es productora, escribe y da charlas. En muchas áreas de mi vida soy Amparo Sánchez. Pero Amparanoia representa para mí y para el público un proyecto muy claro. Puedo cantar “En el último trago” de Chavela Vargas en un bis, pero a lo mejor también hago “Mi amor se fue”, que empieza como una ranchera y luego se va a otros ritmos. Con Amparanoia juego de otra manera con el repertorio. Y como Amparo Sánchez puedo desarrollarme en estilos y en tonos más personales, reflejando otras partes de mí.

 

De hecho el libro, que presentas como «una guía práctica para la toma de consciencia», comparte la estética del disco, pero es territorio de Amparo Sánchez.
Es un complemento del disco. Los temas que se tocan en Himnopsis colectiva, como la familia, el valor del tiempo, estar en el presente, el desapego, el perdón, los espejos de lo que nos muestran otras personas… Todo eso está en el libro mucho más desarrollado. Desde hace ya bastantes años me interesan los temas que tienen que ver con el despertar y con la toma de consciencia. Era algo mío, con mis amistades y con mi familia. En esta época, sin conciertos y pudiendo dedicar más tiempo al disco, pensé que podía encontrar una manera de compartir esos estudios, donde además de esos conceptos he creado una historia de ficción con dos personajes, Elsa y Anita, que nos muestran dónde caemos. También hay unos ejercicios que de alguna manera te obligan a revisar dónde estás y dónde quieres ir. Son preguntas que a veces no nos tomamos el tiempo de hacernos. Las canciones ya te llevan a ese viaje, pero con el libro podemos profundizar mucho más.

 

Contar con tu propio sello, por lo pronto, te proporciona libertad.
Después de tantos años de carrera, de varios contratos firmados con compañías en mi primera etapa, estoy ilusionada con mi sello porque es donde voy a publicar todo mi trabajo, toda mi creación, y puede servir de plataforma para todos esos artistas que tienen un mensaje y una propuesta. Con esa visión quiero que la gente se ponga las listas de Mamita, sabiendo que todo lo que van a oír está hecho desde el cariño, la profesionalidad y la aportación musical para nuestras vidas.

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