Al Schmitt, el último leopardo

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COMBUSTIONES

«Uno de los últimos príncipes de unos oficios gastados por los cambios socioculturales»

 

Julio Valdeón despide al histórico Al Schmitt, ingeniero de sonido y productor que trabajó con Paul McCartney, Frank Sinatra, Ray Charles o Diana Krall, protagonista también de una rica alianza con Bob Dylan.

 

Una sección de JULIO VALDEÓN.

 

Murió Al Schmitt. 91 años. Fue ingeniero de sonido y productor. Maestro del sonido enlatado, viene a decir Richard Sandomir en su obituario canónico para el New York Times. Como otros de los que le escriben la necrológica, recuerda que el tío de Schmitt tuvo un estudio de grabación en Nueva York y que allí asistió a sesiones de Bing Crosby y las Andrews Sisters. También que a lo largo de una laureada carrera de sesenta años trabajó con Paul McCartney, Frank Sinatra, Ray Charles, Diana Krall o Henry Mancini, con el que formó un equipo imparable. Una de sus últimas grabaciones fue con Bob Dylan, durante las sesiones donde recrearon en clave noir, con toques country, el cancionero del monstruo de Hoboken, que cantaba con la afinación de los mejores trompetistas y supo arreglárselas para que creyeras que, en efecto, te hablaba de sus propias movidas sentimentales. El estilo confesional de Sinatra creó escuela y, como creo haber leído en algún sitio, influyó entre otros en el propio Dylan, que aplicaría sus enseñanzas en el folk heredado de Woody Guthrie y pronto trascendió el comentario político o social para apuntar hacia territorios más íntimos.

La de Schmitt con Dylan supone entonces una alianza inevitable: nada más apropiado que el mismo tipo que pulió el sonido de aquellas rodajas monumentales de los estudios Capitol acabase, décadas más tarde, trabajando con el hombre que vino para borrar toda aquella época y que, finalmente, entre el blues de Mississippi y el American Songbook, entre Little Richard y Billie Holiday, ha resuelto reclamar como parte de un todo que abarca ya la práctica totalidad del imponente caudal musiquero estadounidense.

Escribo sobre el viejo Al mientras suena la banda sonora de la serie de televisión M Squad, protagonizada por Lee Marvin. Una rutilante grabación de jazz con la orquesta de Stanley Wilson al rojo vivo interpretando temas del propio Wilson, Bennie Carter y Count Basie. Los más jóvenes puede que no lo sepan, pero para grabar un disco necesitabas algo más que compositores e instrumentistas. Los célebres intermediarios, que contribuyen a que la idea original, muchas veces nebulosa e informe, tome cuerpo. Los curritos, altamente especializados, que peleaban en el estudio, consagrados a ecualizar, arreglar, grabar, editar las piezas que luego escuchábamos. Como ya nos hemos acostumbrado al sonido roedor del mp3, como preferimos la portabilidad y el almacenaje sobre la calidad sónica, los saberes de profesionales como Schmitt parecen residuos de otra época. Pero atención, no son detritus, sino obras espléndidas, con un sonido catedralicio, expansivo, magnífico, que empequeñece a la inmensa mayoría de las grabaciones contemporáneas, achicadas por la comprensión y la muerte lenta pero constante de los grandes estudios. Schmitt quedará como uno de los últimos príncipes de unos oficios gastados por los cambios socioculturales, aristocrático leopardo de Amur que difícilmente encontrará sucesor en una industria cada día más decadente, atomizada y frágil.

Anterior entrega de Combustiones: Dedos pegajosos por las rutas de América.

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