A Peter (Yarrow) no le dejan cantar y a Woody (Allen) no le ajuntan los verdugos

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COMBUSTIONES

«(Lo peor es) Que la presunción de inocencia sea ya un lujo burgués, un jarrón chino que no puedes invocar so pena de ser calificado como, ups, facha»

 

Mirando siempre a ambos lados del Atlántico, Julio Valdeón reflexiona sobre dos rechazos dispares: el que ha vivido Peter Yarrow por una condena de hace 50 años y el que ha experimentado Woody Allen por parte de Bildu en su visita a España.

 

Una sección de JULIO VALDEÓN.
Foto: DAVID PÉREZ MARÍN.

 

Los activistas, quienes sean, de lo que sea, como sea, ¡lo importante es declararse activista!, estarán encantados. Los organizadores del Colorscape Chenango Arts Festival, al norte del estado de Nueva York, han retirado su invitación a Peter Yarrow. Acaban de enterarse, vaya, que en 1969, hace exactamente medio siglo, el cantante de Peter, Paul & Mary fue condenado a tres meses de cárcel después de abrir desnudo la puerta de su habitación de hotel a unas chicas de 17 y 14 años. Nada más. Ni hubo sexo ni conato de. Tampoco encontramos en su biografía, hasta donde sabemos, otra condena. Ni siquiera una denuncia. Ni desliz, mala frase, titular, entrecomillado, cita apócrifa o latente runrún. Repito. 1969. Tres meses. Por abrir con el badajo al aire la puerta de la habitación a dos menores. ¿Merecedor de un tirón de orejas? Bien, le cayeron tres meses. ¿Pero acreedor al oprobio eterno y la condición de paria como si hablásemos de, no sé, un psicópata tipo Jack el Destripador?

Lo de menos es que, con estas políticas de monja anglicana o punitivo curita con la tea a cuestas, el Colorscape Chenango Arts Festival tendría imposible invitar a Marvin Gaye, Bill Wyman, Bob Marley, Jerry Lee Lewis, Iggy Pop, Jimi Hendrix, Mick Jagger, Little Richard, Dennis Wilson, Chuck Berry, David Bowie, Jimmy Page, etc. Lo peor es que la sociedad normalice y aplauda el humillante gesto. Que no lo encuentre ridículo, que también, y por supuesto reaccionario. Que confunda la sacrosanta protección de las víctimas, y la imprescindible denuncia del delito, con esta suerte de infantiloide moralismo retrospectivo. Que la presunción de inocencia sea ya un lujo burgués, un jarrón chino que no puedes invocar so pena de ser calificado como, ups, facha, y que el derecho de autor, de ADN totalitario, sea algo así como un fabuloso avance civilizatorio. Que demos por progresistas los ladridos de quienes ahora imitan a los que desde la derecha más rancia se pasaron toda la santa vida exigiendo más diente por diente, más sangre, más leña. Se creen superiores, pero son iguales que los que ayer no más pedían la pena de muerte. Lo peor, al fin, es soportar la chapa, la insufrible letanía, la obscena cadena de simplezas, el coro de adolescentes mentales dando y regalando lecciones de ética. Pomposamente convencidos en sus confortables fantasías de privilegiados niños ricos del primer mundo de que participan en la lucha final contra el imperio del mal, el emperador de Star wars, Sauron en su volcán y los romanos, sobre todo los romanos, malditos romanos, ya me dirás tú qué han hecho por nosotros los romanos.

La desvergonzada jugarreta contra Yarrow ha coincidido con la noticia de que unos impresentables, Bildu, boicotearon a Woody Allen en San Sebastián. Fantástico. Aunque el neoyorquino desconozca quién es esa pobre gente y qué clase de monstruosidades apadrinaba, me habría amargado verlos en la misma foto. Cada uno a lo suyo y donde corresponde. Woody a pergeñar películas que iluminan la existencia, en rodajes que en sus mejores momentos han contribuido a engrandecer nuestra comprensión de la vida y, como mínimo, a hacernos un poco más felices, un poco más completos, incluso un poco mejores, y los burdos carroñeros, cantamañanas mafiosos y tribalistas con tendencias sádicas a sus infinitamente ridículos, pero también siniestros, aquelarres.

Anterior entrega de Combustiones: Mavis Staples, niña prodigio con 11 y diosa con 80.

 

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