Un gusano en la Gran Manzana: Contra los dioses, música

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“Imagino que el documental sobre Mavis Staples será, como casi siempre, emocionante y discreto, educado y un punto estéril”

 

Un reportaje sobre el festival Acoustik Bamako y el adelanto del documental biográfico de Mavis Staples acaparan esta semana la atención de Julio Valdeón.

 

 

Una sección de JULIO VALDEÓN.
–9 de febrero
Leo el estupendo reportaje en “El País” de Mercedes Goiz sobre el festival Acoustik Bamako. Un artículo necesario sobre el infierno en la tierra, o cómo los mercenarios de Alá trataron de erradicar la música de un lugar clave, patria de los Griots, semillero del blues. Organizado por Toumani Diabaté, nos recuerda hasta qué punto no cabe la discriminación positiva o el excepcionalismo cultural cuando nos jugamos bagatelas como la libertad de expresión. La libertad a secas. No hay nada de qué hablar, nada que negociar, nada que transigir o ceder, con verdugos, brujos y censores. Por mucho que ahora vistan túnicas exóticas, coloristas ropajes, discursos victimistas a cuenta de la colonización y la soberbia de Occidente y blablablá. Tampoco parece recomendable conmoverse en nombre de la religiosidad ajena y el supuesto derecho de los creyentes en la superchería a que nadie mancille sus sacrosantas especulaciones. Como escribió el añorado Vázquez Montalbán, las conferencias episcopales, ni budistas. O como remachó el biólogo Richard Dawkins, “La enfermedad mental puede llevar a un chiflado solitario a ello (al crimen). Pero un grupo organizado necesita una motivación extrema; la fe, en algo parecido a Dios o el nazismo”. Viva “Charlie Hebdo” y viva Montesquieu y Voltaire, y Ayaan Hirsi Ali y Salman Rushdie. Y honor y gloria a Diabaté, Vieux Farka Touré, Nahawa Doumbia, Sidiki Diabaté, los Songhoy Blues y cuántos luchan por la libertad, la suya, la nuestra, en las fauces del monstruo.

 

–10 de febrero
Veo el tráiler del documental biográfico de Mavis Staples el mismo día en que compro, en la última tienda de discos en pie en South Park Slope, “The Staple swingers”. Llega un año después de “Don’t lose this”, el disco, discazo, construido por Jeff Tweedy a partir de las últimas sesiones registradas por un Roebuck Pop Staples, padre de Mavis y capitán general del grupo familiar. Un artefacto conmovedor, todavía más cuando escuchas a Mavis contar cómo su padre, con un pie en la fosa, le repetía que no perdiera aquellas cintas. Que algo bueno y grande podría salir de allí. Imagino que el documental sobre la gran vocalista será, como casi siempre, emocionante y discreto, educado y un punto estéril: la necesidad de contar con la aprobación de la artista y sus canciones obliga a adoptar un punto de vista no siempre clínico. Como si los biógrafos en papel, por cojones, tuvieran que pedir permiso a los biografiados sobre cada uno de sus pasos, lo que llaman biografías autorizadas. Capadas, edulcoradas, recortadas, amordazadas, blanqueadas. Con un pie en la historia y otro en la hagiografía. La veré, pero no me hago especiales ilusiones.

Como nota a pie de página, la historia de cómo Mavis logró que Bob Dylan apareciera en la película. Llamó a Jeff Rossen, mánager de Bob, guardián de las esencias y cancerbero del tesoro, y este le explicó lo que Mavis ya sabía, o sea, que su cliente no acepta proposiciones de este tipo. Mavis se limitó a pedirle la dirección de Bob. Le escribió una carta, y Dylan aceptó. Son amigos, pero es que además estuvo enamorado, o al menos encaprichado, de ella. “How do you move a mountain”, canta Mavis. Al compás de su voz tostada vibran las paredes. Hay globos de lágrimas, orgullo, piedad, perdón, rabia y amor centrifugados en su garganta fluorescente. Que todavía algunos listos y algunos esnobs quieran convencernos de que Rihanna, bailarina de cabaret o revista, es la heredera de esta y otras damas, equivale a suponer que Camela es la prolongación por otras vías de La Perla de Cádiz, Diego del Gastor o Pata Negra. Bullshit en una de sus más asquerosas vías: la de alabar la mierda y a sus palmeros con demagogia infalible por aquello de “para gustos, los colores”.

Anterior entrega de Un gusano en la Gran Manzana: Las siete vidas del gato Johnson.

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