Zahara: «Nos hemos acostumbrado demasiado a las mentiras»

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«Creo que es algo que está en mí, que es mostrar esa dualidad del ser humano y la felicidad que esconde el drama»

 

Recién llegada de un viaje intergaláctico que le robó temporalmente la voz, la «astronauta» Zahara recibe en Madrid a nuestro compañero Carlos H. Vázquez. Con él habla de su nueva colección de canciones «espaciales».

 

Texto: Carlos H. Vázquez.
Fotos: Patricia J. Garcinuño.

 

A Zahara le ha crecido un universo entero entre los dedos. De allí salen platillos volantes y un grupo de planetas que recorren las líneas de su mano hasta la muñeca. Ellos hablan por ella cuando no se escucha voz alguna desde la estación. Reina el silencio en el espacio exterior.

Siguiendo la discografía de Zahara, partiendo de los discos anteriores a La fabulosa historia de… (Universal, 2009), se puede conocer la hoja de ruta de la astronauta Gordillo: el punto de inicio y por dónde ha pasado (y pasará). “Zahara” (Tubular Records, 1999), “Hecho en casa” (Autoeditado, 2001) y “Día 913” (Fonoruz, 2005) fueron trabajos muy personales que dieron lugar a un álbum (“La fabulosa historia de…”) que no le hizo justicia ni a ella ni a sus canciones. Tras el Big Bang, “La pareja tóxica” (Music Bus, 2011) puso en órbita la nave, y una vez entre las estrellas, “Santa” (G.O.Z.Z. Records, 2015) hizo olvidar que alguna vez existió un tiempo pasado. Los años corren a otra velocidad cuando se mira el mundo por la ventanilla. En 2018, Zahara deja un mensaje en el diario de abordo con “Astronauta” (G.O.Z.Z. Records, 2018): «Esta soy yo ahora». ¿Habrá alguien ahí abajo, mirando hacia arriba, pensando en Zahara?

 

En Moon, de Duncan Jones, el robot GERTY deseaba algo así como que la vida en la Tierra tenía que ser todo lo que recordáramos. Su tuvieses que enviar una de tus canciones al espacio, ¿cuál elegirías?
Creo que escribo discos y no canciones para tener que evitar precisamente eso. Elegir solo una es de las cosas que más me cuestan; uno siempre ama más la última canción que ha compuesto. Al menos suele ser la que más representa el momento exacto en el que se encuentra. Así que si tuviera que enviar esa canción para que supieran quién era la Zahara de 2018, y un poco también la sociedad de ese momento, enviaría ‘Hoy la bestia cena en casa’.

 

La pareja tóxica se abría con una canción titulada “Universo”. Las alusiones «astrofísicas» son comunes en tus temas. Además, en ese mismo álbum también estaba la canción “General Sherman y cómo Sam Bell volvió de la Luna”, una referencia a Moon.
Más que la astronomía, lo que me fascina es la ciencia ficción. Tanto la literatura como el cine han sido mi género favorito, con el que más viajaba gracias a esos mundos irreales donde todo podía suceder. Desde niña siempre he puesto mi atención en las estrellas, esperando que pasase algo, que bajase una nave, que me invitaran a subir… Expediente X marcó un antes y un después en mi vida de adolescente (de hecho, hay referencias en Astronauta), y cuando llegó Cuarto milenio a mi vida ya terminé de sentirme completa y feliz.

 

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«Santi (Balmes) ha estado mucho en mi vida. Su voz tiene esa aspereza que la hace única y reconocible»

 

Sobre Expediente X, creo que en el puente de “Hoy la bestia cena en casa” se escucha el silbido de la sintonía.
Claro. Era algo que todos en el estudio escuchábamos. Hubo un momento supermágico en la grabación en la que los músicos y Matt [Matthew Twaites, productor] estaban tan involucrados con las canciones y la temática, que buscaban todo el rato cerrar círculos. Evocar la sintonía de Expediente X era necesario.

 

¿Cuándo se rinde un astronauta?
Creo que la gracia del astronauta es que no se rinde. Si has visto cualquier película de ciencia ficción, desde Gravity a Interstellar, verás que parte de su incansable determinación es precisamente el no rendirse, el siempre seguir, el llegar hasta el final. Es algo que me fascina de ese mundo y uno de los motivos también por los que este disco se llama Astronauta.

 

Escuchando “Bandera blanca”, da la sensación de que tiene una letra un tanto dramática (aunque poética) con una música que no invita precisamente a la inmovilidad.
Ya pasaba eso lejanamente en “Funeral”, o al menos esa era la intención: una letra triste y dramática envuelta en un estribillo enérgico. Creo que es algo que está en mí, que es mostrar esa dualidad del ser humano y la felicidad que esconde el drama. Era un poco eso: una melodía que se te pegara, pero una letra que quisieras cantar y gritar. Era parte de la intención, y creo que se consiguió.

 

«Luego el hueco se cerró. Capas que tapan un vacío inmenso. Un órgano muerto en mi pecho. ¡Me pregunto si aún sigues ahí!». ¿De qué habla la canción?
Toda la canción habla sobre esa relación que se rompe y que te destroza. Pero pasa el tiempo y los pedazos que creías que nunca volverían a unirse lo hacen, aparecen otras personas que ocupan esos lugares y de repente la persona que lo originó, la que creó el vacío, no tiene espacio para volver. Como un tumor extirpado que no quieres que regrese, pero que de alguna manera deja algo dentro y cambia la fisionomía original. Y aunque no quieres que vuelva, porque, por supuesto ya no lo necesitas, sabes que alguna vez estuvo ahí.

 

El otro día escuché que «un mundo de música es un mundo de sordos». Entonces, ¿un mundo sin baile sería un mundo de cojos?
(Risas) Cuando decidimos que tenía que haber baile en “Hoy la bestia cena en casa”, era precisamente por representar la libertad bailando. Quizá no sería un mundo de cojos, pero sí de presos. Creo que ese sería el mundo si no pudiéramos bailar.

 

Bailas en el vídeo de “Hoy la bestia cena en casa”, pero no es la primera vez que lo haces. “Caída libre” es un ejemplo reciente. Me pregunto cuál fue la primera canción que quisiste hacer para bailar pero se quedó en una versión más tranquila.
Creo que fue al revés. Cuando llegó “Caída libre”, me sorprendió que se pudiera bailar y descubrí lo que me gustaba. Yo compuse una canción muy cantautoril, muy de guitarra y voz, y Sergio Sastre hizo su magia y la convirtió en un hit pop. Dije: «¡Hey!, esto está muy bien. Hay que repetirlo». Puedo hacer canciones de llorar, pero también puedo hacer para que la gente mueva los pies. Y con este disco, más que buscarlo intencionadamente, estaba más en mí. Era más natural que salieran canciones así.

 

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«La estabilidad no es estar siempre en el mismo sitio, sino pasar de uno a otro con la mayor suavidad posible»

 

Crash, de 2015, te diferenció de tu anterior etapa con La pareja tóxica. Ahí empezaron a tener más protagonismo los sintetizadores.
Supongo que la evocación ochentena que sale de manera natural (nací en esa época) te lleva inevitablemente al movimiento. Era una época donde todo se vestía para la pista de baile, pero debajo de esos sintetizadores y cajas de ritmos había grandes canciones pop con melodías flipantes.

 

En el caso de “Hoy la bestia cena en casa”, Martí Perarnau le puso música a la letra de la canción, ¿no? Pero no la compuso él.
Yo tenía la letra más o menos terminada, pero no conseguía convertirla en canción y no encontraba la manera de cantar eso. Era como feo todo lo que me salía. Le hablé de la canción que estaba haciendo y la pena que me daba que se quedara fuera del disco, porque era una canción que tenía que estar ahí y ahora. Era su momento. A Martí le encantó la idea y empezó a trabajar en ella. Me envió un boceto cinco días antes de irme a Gales y lo escuché a las cuatro de la mañana mientras le daba el biberón a mi hijo. Aluciné. Me di cuenta de que era perfecta. Era justo la canción que este disco necesitaba.

 

Y es un tema con mensaje: gestación subrogada, el personaje de la nariz plateada y desnudo a lo American psycho
Cuando empecé a escribir la letra me daba cuenta de que la palabra «vientre» era tan potente como compleja de cantar. Supongo que eso es lo que lleva a mucha gente a no involucrarse más políticamente en sus canciones, porque la política no queda bien o al menos no estamos acostumbrados. Y después, porque posicionarse claramente en una canción te puede llevar a perder seguidores o incluso a meterte en un jardín en el que no tienes por qué. Yo no quería hacer una canción que rompiera con nada, ni siquiera me imaginé que pudiera tener el alcance y la cierta relevancia que ha tenido. Yo solo quería, como en mis otras canciones, expresar lo que sentía. Y no solo la gestación subrogada, sino que estos personajes, altos cargos políticos y empresariales que dominan sin empatía, merecían una canción. Me apetecía hacerlo y lo hice. Luego valoré las consecuencias y decidí que merecía la pena arriesgarse y ser una misma. Al final, mis seguidores están ahí porque les gusta como soy.

 

Hablando de colaboraciones, en “Big Bang” canta Miguel Rivera, de Maga. ¿Cómo surgió ese tema?
Surgió de una manera muy curiosa y bonita, creo. Él me pasó unos poemas para que le dijese mi opinión y al leer uno en concreto me quedé enamorada de él y le pedí musicalizarlo. Cogí uno de los cuatro versos y sobre él hice la canción. Cantarla con Miguel era fundamental. Había sido una pieza clave en la creación, aunque estuviese en un segundo plano, pero al final la letra hablaba de él. Aunque es bonito y una vivencia personal suya, al elegir solo estos versos y cantarla juntos parece que habla de la maternidad, de ese big bang que ha crecido en mi hogar. Me encanta esa idea y que la canción al final hable de mí aunque no haya nacido con esa vocación.

 

“Guerra y paz”, donde cantas con Santi Balmes, tiene ese drama dentro de una canción pop, como “Bandera blanca”. Aunque el sonido es un poco distinto.
Santi ha estado mucho en mi vida. Su voz tiene esa aspereza que la hace única y reconocible. La canción habla de una pareja que acaba descubriendo que no son quienes creían que eran. No es una canción donde uno le canta al otro, sino donde los dos se lo dicen. Por eso para mí era fundamental que hubiese otra persona cantándola conmigo y que no fuera un reproche unilateral. Hay un verso («Cómo era el amor que sentías por mí, no consigo recordar») que lo oía siempre con su voz. Cada vez que llegaba ahí sonaba en mi cabeza y tuve que hacerlo realidad. Santi, como siempre, dijo que sí.

 

Es curioso que después de “Guerra y paz” venga una letra, la de “El fango”, que diga: «Nunca hablamos en plural».
En ese caso es casualidad, pero sí que tiene que ver en cuanto a que en mis canciones siempre busco entender qué nos sucede como individuos, como sociedad, como parejas. “El fango” es una canción mucho más agresiva. Se la canto a alguien que no significó nada para mí, pero era alguien que esperaba que sí, que creía merecer que sí. Y es una canción para ponerlo un poco en su lugar y decirle: «¡Hey!, no fuiste nada para mí». No hablamos en plural, como esa manera cursi que tienen las parejas que empiezan de decir «nos ha encantado la película» o «estamos embarazados». Pues bien, nosotros nunca fuimos eso.

 

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«Me gustan los hechos, las cosas conseguidas, pero las especulaciones, los “podría ser que…” me generan rechazo»

 

Sobre las parejas, o tal vez sus némesis, ¿todo astronauta tiene su alienígena?
(Risas) Supongo que ahí hay mucho de Alien: el octavo pasajero, ese volver a casa con algo que no era lo que llevábamos al principio y que, a veces, en esos casos, es maligno, aunque no tiene por qué. Es ese ser diferente que nos acompaña. Me gustaba la idea de comparar a esta astronauta que deja la Tierra y se va por el espacio y se encuentra con otro ser, de otro lugar, que termina el viaje con ella.

 

Alienígena se titula el disco de rarezas que acompaña a Astronauta en su edición especial, ¿pero tiene relación con Bestiario, el otro elepé de rarezas que publicaste en 2016?
Sí, sí, tiene conexión. Ese disco entero podría considerarse una segunda parte de “Santa”, como si pertenecieran al mismo lugar. Hay un Alienígena como Santa tenía un Bestiario. Y la cajita está llena de pequeñas cosas que acompañan el disco. En este caso he crecido y el disco también. Hay un mapa interestelar con el viaje de la astronauta, la carta para abrir en caso de emergencia… Y para entenderlo todo mejor están los relatos, incluidos en la caja negra del disco (o de la nave), donde cuenta cómo fue ese viaje y el por qué de cada cosa.

 

Y también está el epé Primera temporada.
Ese epé fue más un regalo que me hice a mí misma, porque llevaba mucho tiempo sin sacar nada nuevo, y también un regalo que le hice a mis seguidores para que la espera fuera más leve (todavía quedaba para el disco). Un divertimento. La verdad es que no tenía ningún tipo de pretensión y acabó consiguiendo mucho más de lo que se esperaba. Fue bonito cantar canciones que para mí eran importantes y que conectaran con tanta gente.

 

Entiendo que habrá una Segunda temporada
Es la idea. Solo tengo que volver a encontrar tiempo, pero sí. Ya estoy preparando la selección de canciones, pero tengo veinte (risas), así que a ver como selecciono solo cuatro.

 

¿Para haber paz tiene que haber guerra?
Creo que en todo ser humano existe esa dicotomía, esa dualidad, y está dentro de nosotros mismos. No somos siempre felices o tristes ni por supuesto buenos o malos. Por lo tanto, en nuestras relaciones pasa algo parecido. La estabilidad no es estar siempre en el mismo sitio, sino pasar de uno a otro con la mayor suavidad posible.

 

¿Y debe haber mentira para tener verdad?
Me da pena decirte que sí, pero parece que es la respuesta. Aunque vivimos en la era de la posverdad, donde ya no sé qué es mentira ni qué lo fue antes, y donde hay tantas versiones de la misma verdad, que acaba por diluirse todo mucho. Y no digo que las mentiras sean malas. No todas. Pero creo que nos hemos acostumbrado demasiado a ellas y las perdonamos, las damos por válidas… Vivimos más cómodos creyéndolas.

 

¿Cuántas veces te han prometido la Luna y te han engañado?
Profesionalmente, una vez. Por suerte no me lo creí y aprendí mucho. Fue cuando empecé con Universal. Yo era muy joven, pero en ese sentido sigo igual de desconfiada. Por mucho que me dijeran que pasarían grandes cosas, yo intuía que no, y no las esperaba. Después, cuando he empezado a oír ese tipo de promesas, directamente he dejado de escuchar. Me gustan los hechos, las cosas conseguidas, pero las especulaciones, los «podría ser que…» me generan rechazo. No cuento con ellos. Solo te llevan a la decepción.

 

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