«Visionland», de Banditos

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DISCOS

«Mezclan estilos, llegando a juguetear incluso con el jazz o el góspel, pero nunca pierden su identidad»

 

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Banditos
“Visonland”
BLOODSHOT RECORDS

 

Texto: EDUARDO IZQUIERDO.

 

Cuando Banditos se presentaron en sociedad, hacia 2010, mucha gente definió la banda liderada por Corey Parsons, Stephen Pierce y Mary Beth Richardson como otro grupo más de americana. Como a ellos, a muchos otros les ha pasado eso de verse incluidos en ese cajón de sastre que, poco a poco, y por culpa de esa supuesta apertura de miras del género, ha ido perdiendo sentido. La música de la banda de Birmingham (Alabama) tiene, por supuesto, un montón de elementos que alguno podría considerar comunes a grupos como The Jayhawks o los primeros Wilco, pero también unos cuantos que los alejan. La presencia constante del soul, del garage o hasta del indie rock los convierte en diferentes y los diferencia a pasos agigantados de los grupos incluidos en la etiquetita de marras.

En 2013, Banditos deciden dar el primer paso discográfico de su carrera y se presentan con “The breeze”, un álbum autoeditado que solo puede encontrarse en sus conciertos y que hoy está absolutamente agotado. Dos años después fichan por la siempre atenta Bloodshot Records para, bajo la producción de Andrija Tokic (Alabama Shakes) lanzar a la calle un disco homónimo que ellos consideran a todas luces su debut. Rápidamente se pueden leer críticas tremendamente favorables y en Rolling Stone, por ejemplo, hablan de garage rock y country alternativo vía ZZ Top y Alabama Shakes.

“Visionland”, por tanto, es un tercer trabajo que ellos consideran su segundo larga duración. Un disco que Corey Parsons asegura que tiene mucho de conceptual, sobre un parque de atracciones que conoció de niño y que fue un fracaso comercial: “En base a ello quería escribir una canción sobre algunas experiencias psicodélicas que tuve a lo largo de los años y como me han afectado. Cosas que aún veo como un espejismo, por eso la mayoría de canciones del disco transmiten una sensación de optimismo en tiempos oscuros”. Así, la banda ha conseguido reunir una serie de canciones en las que manda un eclecticismo contenido. Mezclan estilos, llegando a juguetear incluso con el jazz o el góspel, pero nunca pierden su identidad. Se acercan al soul y al blues en ‘Healin’ slow’ con una Mary Beth en estado de gracia, suenan a swamp-rock en ‘Strange heart’, a country’n’roll en ‘Fine fine day’, y miran sin rubor al funky en ‘Fun all night’. Por algo Parsons asegura que este disco ha sido influido por la música de Bobby Charles, The Kinks, Link Wray, The Cramps, Dr Hook, Leon Russell, Ronnie Wood y Grateful Dead. La producción de Israel Nash, además, ha intentado acentuar por un lado esos vaivenes (sin que esto pretenda sonar peyorativo) estilísticos manteniendo una unidad que favoreciera la cohesión final, cosa que ha conseguido. Buen disco. Muy buen disco.

Anterior crítica de discos: “Life is elsewhere”, de Los Stompers.

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