Veinte corazones, ganadores de Efthimis Filippou

Autor:

LIBROS

«Filippou ha escrito tres pequeñas obras maestras»

 

Efthimis Filippou
Veinte corazones, ganadores
LIBROS WALDEN, 2019

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Efthimis Filippou es un autor que resulta absolutamente desconocido. Tanto es así que este pequeño volumen es su primer libro que es traducido a otra lengua. Nunca había salido de Grecia. Su labor como autor dramático o como guionista de cine sí que ha tenido más repercusión; de hecho, ha estado dos veces nominado —por las películas Langosta y Canino— a los Premios Oscar. En este caso, el libro contiene tres obras cortas e independientes de diferentes géneros y con diferentes texturas, pero todas sostenidas por el diálogo. En ello el ateniense es un maestro.

La primera de las tres, de hecho, es un puro diálogo. Dos hombres conversan en la barra de una cafetería. Han pertenecido a sendas bandas de matones, pero parecen estar fantaseando en medio de una conversación banal sobre cortes de pelo o la máquina de café del trabajo. Juegan a juegos estúpidos como adivinar las conversaciones de los demás, mientras que no saben nada de sus hijos. En ocasiones llegan al teatro del absurdo con un humor no impostado, como nuestro Jardiel. Uno de ellos saca una ardilla de la mochila. Resulta aterradora la incomunicación, la inconsistencia de sus palabras. Y tras la despedida un estremecimiento te recorre. La conversación estúpida se ha de reinterpretar toda, la breve secuencia se llama “Alguien está hablando solo mientras sostiene un vaso de leche”.

La segunda de las obras se llama “Escenas”, y no es más que eso, unas ciento treinta pequeñas situaciones, a veces un diálogo, a veces una descripción, que podrían pasar por recortes mínimos de un guion cinematográfico. En ocasiones tristes y en otros casos absurdas. También violentas, nausebundas, divertidas, tiernas o simpáticas. Lo que siempre son es sugerentes. El autor tiene la rara habilidad de convertir estos pequeños microfilmes —microrrelatos de películas— en historias completas: son solo segundos, pero en ellos está toda una vida.

El tercer texto es “Sangres” una pequeña novela epistolar en que dos amigos —Dimitri y Yorgos— se intercambian correspondencia. El primero se ha hecho un corte en el cuello el año anterior que no acaba de cicatrizar. El absurdo es aquí máximo. Yorgos le corta la mano a su madre porque se le ha enredado en un bordado que quiere colgar en la pared. Y a partir de ahí el mundo parece convertirse en un lugar no extraño, pero en el que sí que ocurren cosas raras. En personajes que arrastran una incomodidad de vivir, a pesar de su exquisita educación.

Filippou ha escrito tres pequeñas obras maestras. Como los autores de entreguerras bajo situaciones cotidianas o insulso costumbrismo, hacen que explote en la cara del lector lo irracional de nuestras costumbres, de nuestra ideología, de la hipocresía que domina todo. Quizás al lector le parezcan unas historias sin consistencia ni mensaje, pero les aseguro que las doscientas páginas del volumen son más revolucionarias que un centenar de panfletos.

Anterior crítica de libros: Elvis. El regreso, de Eduardo Izquierdo.

 

 

 

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