Joterías bobas, de Hidrogenesse

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DISCOS

«Puede ser su colección de canciones más compacta y –a la vez, y no es un contrasentido– más rica en matices»

 

Hidrogenesse
Joterías bobas
AUSTROHÚNGARO

 

Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.

 

Cuatro años han pasado desde que Genís Segarra y Carlos Ballesteros entregaran su último álbum, y su vuelta no puede ser más oportuna. Constituidos en una extraordinaria anomalía dentro del pop español (indie o no indie), la pareja sigue enriqueciendo a su manera, completamente a su bola, esa inagotable saga que podría haber empezado con Carlos Berlanga o Family y llegar hasta Gente Joven o El Palacio de Linares, dentro de la que ellos son desde hace tiempo un punto y aparte. En Joterías bobas siguen haciendo lo que les da la real gana, con el plus de que bien puede ser su colección de canciones más compacta y –a la vez, y no es un contrasentido– más rica en matices. Es su forma de celebrar (sí, porque lo celebran) los mareantes desequilibrios y delirantes excesos de esta feria de las vanidades en la que andamos todos liados, entre el sinsentido populista (en lo colectivo) y la ridícula glorificación del ego (en lo individual), un tiempo malo –como el peor de los chistes– al que ellos ponen muy buena cara. Y lo hacen riéndose de las cosas que marchan mal. De lo ridículo que casi siempre resulta el ser humano, abreviando.

«Te gustan los cantantes que se enfadan y lloran, y lo nuestro te parecen joterías bobas», dicen en la burbujeante (¿cuál de estas canciones no lo es?) “Claro que sí”. Así va la cosa, disparando a bocajarro desde el minuto uno. Una abierta declaración de principios para un disco en el que confiesan haberse empapado de sus viajes a Mexico y haberse beneficiado de su grabación en el estudio parisino de su amigo Jérémie Orsel (cantante y guitarra de Dorian Pimpernel), lejos de su entorno habitual. Dicen que el danzón, el mambo o el cha cha cha tiene su reflejo en este nuevo argumentario, y hay que darles la razón, al tiempo que cualquiera de nosotros podría acordarse de esa otra bendita rareza que, con especias similares, fueron la Dr. Buzzard’s Original Savannah Band en tiempos de bolas de espejos e imperdibles, hace más de treinta años. Su desprecio por lo convencional comparte la misma horma.

Un ánimo relativamente experimentador, su habitual olfato para la melodía pop fulminante y su proverbial sentido del humor se dan aquí cita, sustentados en dos hallazgos vintage: el Emulator II, un sampler de 1984 que marcha a muestra de golpes de orquesta, y el sintetizador Variophon, desarrollado en Colonia en 1975, que imita las dinámicas de los instrumentos de viento haciendo que suene a clarinetes, oboes, trombones y flautas. O sea que Hidrogenesse siguen extrayendo oro del teórico desecho, haciendo malabares con el material de derribo de la cultura pop (al fin y al cabo, el auténtico sustrato de sus mejores creaciones) y rodeándose además de colaboradores como Teresa Iturrioz e Ibon Errazin (“La carta exagerada” y “Nombre de flor”, ambas con los Single, están entre lo mejor), Elsa de Antonio (imponente “La cita”), el propio Jérémie Orsel en su versión del “Maracas” de Paolo Conte e incluso la presencia petarda de La Terremoto de Alcorcón, que ayuda a que “Llorreír” (qué oportuno neologismo) figure desde ya entre sus hits imbatibles. Merecería ser la canción de este verano.

«Que el hula hop nunca deje de girar alrededor del cuerpo de Grace Jones», dicen al final de “Brujerías jotas”, broche de este Joterías bobas. Que así sea. Y que ellos nos sigan alegrando de vez en cuando la existencia con el mismo descaro.

 

 

Anterior crítica de discos: Segundo fogar, de Os Amigos Dos Musicos.

 

 

 

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