Un mundo inmenso, de Diego Briano

Autor:

LIBROS

«El propósito es entretener, y para ello no son necesarios detalles, solo una prosa limpia»

 

Diego Briano
Un mundo inmenso. Explicaciones de lugares increíbles
PENÍNSULA, 2022

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Para los adictos a la geografía recreativa —definamos: toda aquella que no se imparte en institutos e universidades—, cualquier noticia curiosa es una lluvia de estrellas. Aunque sea la más irrelevante, abre un mundo de imaginación. Bertrand Russell publicó un libro en 1935 llamado El conocimiento inútil en el que postulaba que los saberes que aparentemente no tienen una utilidad práctica sostienen tanto a la humanidad como el mejor avance técnico. De hecho, pensando un poco sobre el fenómeno, la especie humana es la única que da valor a las enseñanzas que no tienen objeto práctico. Cualquier otra descarta las informaciones que no sirvan para persistir o reproducirse; sin embargo, el hombre tinta de valor a aquello que no lo va a beneficiar directamente.

Demos validez a esta premisa. En este caso, es importante saber que existe la isla —una tenía que haber— más alejada de otro lugar habitado, que hay un pueblo en Alaska en el que todos sus habitantes viven en el mismo edificio. Esto quieren decir que no han de salir para nada de él, ni para ir a la escuela, ni para ir al médico, ni para el supermercado. Las ciudades extremas tienen su lugar también, la más austral y la más septentrional.

Son espacios que no se pueden explicar, como indica el subtítulo. Es igual que provengas de un medio urbano o de uno rural siempre que estés en un mundo mínimamente occidental, todo está regulado, servido, acondicionado. De hecho, nuestro mundo es un mundo de ciudades, un mundo de pueblos y fantasías vacacionales. Esas tres cosas son las que existen. Por ello, cuesta entender que ciertos lugares no se ajusten a estos parámetros, ni a ningún otro que haya podido conocer la humanidad.

Pasen, por ejemplo, a Svalbard, el lugar habitado más cercano al Polo Norte —menos que de Barcelona a A Coruña—, donde es obligatorio salir a la calle con armas de fuego y está prohibido morir. O, aunque sea más difícil, a la isla más alejada del mundo, Tristán de Acuña o, ya imposible, a Sentinel del Norte, cuyos habitantes está todavía en la edad de piedra: no conocen el fuego. Países que no existen, pero que juegan la Champions, ciudades en que a cada paso cambias de nación, municipios donde todos sus habitantes viven bajo tierra o en los que, a más de cinco mil metros de altura, todos sus habitantes buscan oro y solo hacen esto.

El estilo es didáctico y ligero. Hay breves explicaciones de las circunstancias, de la historia de los lugares, un poco más extensas de su geografía, anécdotas si hace falta, costumbres y curiosidades. No faltan gráficos, mapas y dibujos, pero todo ello sin ningún detalle, sin erudición, sin profundizar en ello. No es necesario, el propósito es entretener, y para ello no son necesarios detalles, solo una prosa limpia que, para los que creemos que esos conocimientos inútiles son los que menos hacen avanzar a la humanidad, pero los que procuran una vida más placentera.

Anterior crítica de discos: Hermanas, de Daisy Johnson.

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