Un momento extraño, de Menta

Autor:

DISCOS

«Un pop con fuerza, de mucho peso en las guitarras y con la garganta de Cristina Mejías agarrándose a las voces de chicas nuevaoleras»

 

Menta
Un momento extraño
SONIDO MUCHACHO, 2022

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Parece que ya van escaseando las canciones de ese género de éxito en el último año —“canciones escritas durante la pandemia”—, pero, a la vez, va acrecentándose una nueva corriente musical: grupos formados durante la pandemia. Uno de ellos es Menta, que con su primer epé, publicado en junio de 2020, causó una sorpresa evidente.

Menta ofrece un pop con fuerza, de mucho peso en las guitarras y con la garganta de Cristina Mejías agarrándose a las voces de chicas nuevaoleras. Un pop que, en su conjunto, resulta muy noventero en la potencia y a la vez melódico en los detalles. Sobre esta capa deposita un extra de melancolía, en las letras y en los fraseos de la voz, y un extra también de energía.

Ofrece, en esencia, una oferta que se puede asimilar a un sector muy productivo del pop reciente, aquel en el que se encuentran La Plata o Margarita Quebrada, aunque con una fijación muy acusada por el desamor. En “Lo que me falta”, que acaba en un caos sonoro, esta fractura de las relaciones en medio del alud de instrumentos resulta más dolorosa.

Las historias de ausencia y desengaño abundan entre guitarras que hieren como rayos constantes. Es el decorado que cubre a “Ya no te quiero más”, que alcanza a “La última que te hago” con su final instrumental apoteósico, y que envuelve a “Perro dolor” con la consecuencia de ese desengaño, el sufrimiento, y con guitarras como un muro lastimero.

Todo respira y supura rabia adolescente, supura plenitud en ese riff de “Segunda parte”, que es un cargador eléctrico, o en el de “Algo incómodo”, que resulta obsesivo y define un fondo muy compacto, pero lleno de detalles, eléctrico, fuerte. En “Consecuencias” llegan a su extremo, las guitarras son cuchillas que se ligan a los nervios estrujándolos en otra historia de amor brutal, angustiosa incluso, mientras los instrumentos trotan a toda máquina

La única ocasión en la que se recuerdan momentos felices es “Un llanto” —aunque ya hayan pasado—, mucho más reposada, también en la voz, que alcanza su verdadera pulsión y sabe masticar los sentimientos, hacerlos verdad. Una voz que no es nada histriónica, al contrario, el tono es neutro, y el que no salga a la luz la emoción es lo que emociona. No en vano, la voz de Meji proviene del flamenco y desborda duende desde un registro grave y sin pulir, muy cercano al rock urbano y a una juventud brutal e invencible.

Ellos mismos dicen en las entrevistas que el conjunto surgió como catarsis de un grupo de universitarios que no sabían qué hacer, con 24 años, al acabar sus grados. Y empezaron a componer canciones de factura clásica, pero de textura extraña. Canciones que hablan de lo que hablan siete de cada diez canciones del mundo, el desamor, pero que lo siguen haciendo con rabia, con dolor y transmitiendo emoción.

Anterior crítica de discos: Ronda sud, de Samuel Reina.

Artículos relacionados