Un gusano en la Gran Manzana: La princesa está triste

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«La depresión le llegó tras saborear el mayor éxito comercial de su carrera, cuando en 2009 «Middle cyclone» la coronó en las listas. Pero su vida nos interesa en tanto engendre arte»

 

Sumida en una fuerte depresión en mitad de días de éxito, Neko Case ha escrito y grabado un nuevo disco tan dramático, como oscuro y fresco. Con canciones que sanan heridas.

 

 

Una sección de JULIO VALDEÓN BLANCO.

 

 

De entre las cloacas del llanto hay quien vuelve con flores. No siempre la depresión es una fuerza destructiva que acaba con el individuo; o al menos no siempre muerde con la violencia necesaria para evitar su cura. Neko Case, la princesa pelirroja del alt-country, cuyos discos son el equivalente a un híbrido «noir» entre «Donde viven los monstruos» y «En un lugar solitario», había dejado a medias varios procesos de duelo. Rumió poco y mal la muerte de su abuela, con la que se había criado, y también las de sus padres, borrachos y locos que nunca la quisieron y a los que nunca quiso. Las pérdidas se sucedieron en pocos meses y al fin la cantante y compositora tuvo enfrente demasiados fantasmas.

Fue, ha contado, un progresivo ahogamiento. Una parálisis a cámara lenta, implacable, que primero la alejó de otras personas y después bloqueó su escritura. Hasta escuchar música le resultaba un suplicio. Ella se compara a un televisor averiado, que solo emitiera interferencias. Bzzzzz. Realmente se asustó cuando ya nada le hacía reír. Solo encontraba alivio en la reclusión y en la lectura. Entre otros de Melville y su «Moby-Dick», de la que incluso toma una frase («There is a wisdom that is woe; but there is a woe that is madness»). Ah, y en el ragtime, ese viejo cóctel entre las bandas callejeras afroamericanas y la influencia de ciertas marchas militares que conoce su esplendor entre finales del XX y los inicios de la era del jazz.

Cero mistificación en el relato: a Laura Barton, de «The Guardian», Neko le comenta que «No hay excelencia en la depresión. En mi experiencia es solo el aburrimiento insoportable lo que te matará. Estás en la oscuridad. Y ves a otros seres humanos, pero pierdes todas tus habilidades y de alguna forma es como si te encontraras dentro de una bolsa de plástico, incapaz de conectar. Pierdes la capacidad para transmitir electricidad, y para recibirla». A Steve Inskeep, de «NPR»: «Nunca había trabajado en un disco en el que no reconociera las canciones cuando iba a ensayarlas. Ha sido interesante, eso seguro, y a veces terrorífico». Charlando con Barton explicará que en ocasiones ni siquiera recordaba cómo ni cuándo las escribió. En un tema de título sintomático, ‘Where did I leave that fire’, le pide al ingeniero que añada los pitidos del sónar de un submarino.

Cabe añadir que la depresión le llegó tras saborear el mayor éxito comercial de su carrera, cuando en 2009 «Middle cyclone» la coronó en las listas. Pero su vida nos interesa en tanto engendre arte. No el informe clínico sino la decantación de esa apatía y angustia en algo distinto. Ese algo, lo sustancial, se llama «The worse things get, the harder I fight, the harder I fight, the more I love you» y acaba de salir a la venta. Un disco del que, seguro, hablaremos en su correspondiente crítica, aunque adelanto que sortea el bodrio autocomplaciente y autocompasivo, tipo estoy triste y sola y nadie me entiende y blablablá, mediante una escritura universal y empática. Con las agujas de la depresión Neko se ha construido una choza encantada. Un palacio de vainilla habitado por sus animales de guardia, sus mágicas ballenas, zorros y halcones, y también, gran novedad, por la niña de pelo color tomate que lejos de extraviarse en el bosque creció hasta convertirse en una artista fundamental. El duelo, la rabia, la protesta largamente hibernada ante una infancia triste, le ha permitido cocinar un trabajo dramático, al mismo tiempo oscuro y fresco. Estas canciones habrán nacido entre avispas, pero sanan heridas.

Anterior entrega de Un gusano en la Gran Manzana: De cena con Guthrie o Dylan.

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