The black album, de Weezer

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DISCOS

«Lo mejor, para los que nos gusta Weezer, es esperar a que escampe el temporal y la cosa vuelva a su cauce»

weezer-the-black-album-26-03-19

Weezer
The black album
CRUSH MUSIC/ATLANTIC, 2019


Texto: Óscar García Blesa.

 

Confieso que Weezer me gustan mucho. Desde que los vi en una semi vacía Sala El Sol, presentando su debut en 1994, he seguido con atención las canciones de Rivers Cuomo y sus muchachos. Con irregular periodicidad, Weezer ha combinado discos memorables (el citado álbum Azul, Pinkerton o el Disco rojo), con trabajos menores (representado especialmente con el prescindible Hurley y el tontorrón Pacific daydream). The black album es un disco del montón.

Cronológicamente, o más concretamente, cromáticamente hablando, el Disco Negro sucede al Azul (1994), Verde (2001), Rojo (2008) y Blanco (2016). Y no, no hay nada oscuro en su interior. 

Rivers Cuomo planeó el contenido del nuevo disco en 2016, al calor del lanzamiento del Disco Blanco. Mientras buscaba dar un giro conceptual a su banda, aparecieron las canciones de su siguiente trabajo (Pacific daydream) y, muy especialmente, la broma viral convertida en sorprendente numero uno (su versión de «Africa» de Toto, que derivaría en un álbum de versiones, Teal album). El tremendo bajón que provoca la escucha de este disco negro es consecuencia directa de la medianía de sus dos predecesores. Para aquellos que sucumbieron fascinados al embrujo de sus dos primeros discos, o más recientemente, a los más que decentes Rojo y Blanco. The black album supone una calamitosa decepción. 

Las nuevas canciones, diez en total, se pierden en la nadería de una banda sin rumbo, ejemplificada hasta el sonrojo con la canción inaugural, ese “Can’t knock the hustle” con estribillo en castellano y que provoca cierto sonrojo si se toma mínimamente en serio. “Zombie bastards” es sencillamente mala, “Living in L.A.” respira un pop electrónico de baratillo, un artefacto sin alma. No hay por aquí ni rastro del power-pop y las guitarras que fueron, son, la seña de identidad del grupo. 

“Piece of cake” emerge entre el desierto de simpleza como la mejor canción del lote, un tema pop construido con bastante gracia, una obra por fin digna de Cuomo. “I am just being honest” contraataca con la electrónica de saldo, eso si, esta vez con un estribillo con algo más de intención. “The prince who wanted everything” se salva de la quema por los pelos. “Byzantine”, a medio camino entre la electro Bossa y el jolgorio lisérgico de una noche surfera sin tabla de surf, es una canción inexplicable. El álbum lo cierra “California snow”, un descarte de algún intento pop de Eminem, o de algún arrebato rapero de The Killers. Tremenda.

La pretendida búsqueda del lado oscuro de la fuerza, deriva en un pastiche irreconocible. Un disco hortera producido por Dave Sitek, la ocurrente cabeza tras los focos de TV on the Radio. The Black Album, según avanza la secuencia de canciones, patina hasta derrapar completamente. Lo mejor, para los que nos gusta Weezer, es esperar a que escampe el temporal y la cosa vuelva a su cauce. Esta cosa salió torcida, que se le va a hacer. Como dice Rivers Cuomo en “Can’t knock the hustle”, “hasta luego y adiós”.


Anterior crítica de discos: Ultraligero, de Novedades Carminha.

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