Las chicas son rockeras, de Miguel Ángel Bargueño

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«El título defiende que, aunque el rock parezca tener apellido masculino, las mejores canciones fueron inspiradas, escritas, compuestas, cantadas y producidas por mujeres»

  

Miguel Ángel Bargueño
Las chicas son rockeras
Libros Cúpula, 2019

 

Texto: NOELIA MURILLO.

 

Resulta tan extraño encontrar en la estantería de cualquier centro de paso, un recopilatorio del talento de la mujer como artista musical desde mitad del siglo pasado hasta nuestros días que, quizá por ese motivo, Miguel Ángel Bargueño ha querido crear lo necesario: un monográfico en el que se les hace un homenaje sobre su multidimensional influencia.

En Las chicas son rockeras, el periodista defiende el talento femenino desde sus múltiples disciplinas, esto es, como creadoras, instrumentistas, productoras, cineastas, letristas y, en definitiva, como sujetos activos de gran parte de la historia musical que nos precede. Sería difícil recordar cada una de las mujeres que aparecen nombradas en este libro, precisamente porque los acontecimientos se suceden sin un orden cronológico preestablecido. Se trata de un conjunto de efemérides y añadiduras relevantes, aunque no siempre conocidas, bien hiladas que sostienen la teoría principal del título: aunque el rock parezca tener apellido masculino, las mejores canciones fueron inspiradas, escritas, compuestas, cantadas y producidas por mujeres.

Así, tan pronto se remite al poder mediático de artistas contemporáneas como Beyoncé, Miley Cyrus, Kesha o Rosalía, como distingue las diversas corrientes femeninas de mediados de los 60 encabezadas por reconocidos rostros de la psicodelia y el apogeo del rock. Bargueño se detiene con cuidado en casos aparentemente excepcionales que revolucionaron décadas más cercanas a la actual y que aún permanecen en la retina de los hijos de la MTV. Esto es, todo escándalo mediático tuvo su precedente en épocas anteriores. El más que conocido y revolucionario pezón estrellado de Janet Jackson, que destapó Justin Timberlake en la Superbowl de 2004, fue tan solo el eco de los pechos desnudos y embadurnados de barro de The Slits en su loable carátula de Cut (1979).

Precisamente ese es un aspecto sobre el que gira gran parte de la narración, que busca hallar la razón por la que la sexualidad femenina presenta significados contrarios según el momento histórico. Uno de sus análisis más notorios es el apartado en el que desentierra la cuestión del cuerpo como reclamo publicitario y lo expone desde diversos perfiles: el tratamiento de la figura femenina en las letras, su aparición sexualizada en las carátulas de los discos y su significativa exhibición en la nueva era del videoclip. Para ello, el autor se sirve de alusiones más que reconocidas: véase el criticado Blurred lines de Robyn Thicke, por ejemplo.

Por ende, deja patente el rematado círculo femenino sobe el que pesan las conexiones entre las mujeres y sus capacidades sociológicas, la mayoría de ellas estigmatizadas, así como el porqué de su limitada evolución dentro de la música. Proponiendo el fervor causado por los Fab Four y la más que conocida beatlemanía, una afición tratada como una patología, Bargueño va más allá de la mera explicación y casi burla del fenómeno. Como resultado, argumenta su testimonio con ejemplos concretos para dilucidar el enorme beneficio económico que obtuvo el cuarteto de Liverpool gracias a la incontingencia emocional de miles de adolescentes. A raíz de esta coyuntura, subraya sus secuelas contemporáneas vertidas en las denominadas Believers y Directioners.

Con las groupies y la eterna dualidad de “mujeres que acompañan a hombres” o “mujeres que hacen lo que quieren con hombres famosos” hace lo propio sin entrar en debate, únicamente sirviéndose de una amplia documentación y un catálogo de nombres que han pasado a la historia de la música: Pamela Des Barres (y su presumible fiel reflejo en la Penny Lane de Casi Famosos de Cameron Crowe), Bebe Buell y Sable Starr son algunas de las banderas mencionadas.

Sin pasar por alto la Movida madrileña de los 80, con Alaska, Luz Casal y Ana Torroja entre las representantes de la legendaria etapa en España, y sus reminiscencias representadas por Amaral y Amaia Romero, asciende a otras corrientes musicales que se salen del rock. También hay cabida para el rap —excepcional es la revisión de algunas letras de contenido combativo y feminista planteadas por Alicia Keys, Missy Elliott, Lil’ Kim y Nicki Minaj, entre otras—; el pop, el flamenco y su moderna reestructuración en líneas de trap. Solo queda una última cosa por añadir: si quieres conocer lo más importante que ha ocurrido en los últimos 70 años, a nivel social y musical, éste es el perfecto manifiesto.

Anterior crítica de libros: El cazador de estilemas, de Álex Grijelmo.

 

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