Summer of soul: desenterrando el mítico Woodstock negro

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COMBUSTIONES

«Summer of soul brilla como una tea encendida desde un lugar perdido en los mapas»

 

Fue el otro festival histórico de 1969, duró seis semanas y concentró a artistas de la talla de Stevie Wonder, Nina Simone, Knight & The Pips y Sly and the Family Stone. Pero, al contrario que Woodstock, el Festival Cultural de Harlem nunca llegó a las pantallas. Hasta ahora, que se ha rescatado la grabación y transformado en un documental Summer of soul. De todo ello nos habla Julio Valdeón.

 

Una sección de JULIO VALDEÓN.

 

Acabábamos de salir del metro y había carteles de conciertos por todas partes. Steve Earle, Band of Horses, Bright Eyes… no faltará nadie en el verano de Nueva York. Pero el póster más destacado era el de un misterioso festival en Harlem, Summer of Soul, presuntamente comisariado por Questlove, el batería de los Roots, con un cartel tan apabullante como, glups, inviable: Mahalia Jackson, B.B. King, Sly & The Family Stone, Nina Simone, etc. Misterio resuelto: el encuentro en la cumbre del Himalaya tuvo lugar en 1969. Se celebró durante varios fines de semana en el entonces llamado Mount Morris Park, el parque que daba título a la primera de las entregas de las prodigiosas memorias de Henry Roth (aviso para navegantes: si no conocen esta obra, ¡búsquenla!). Pero el Mount Morris Park del 69 no era ya el de la infancia del escritor judío, sino el epicentro de un Harlem caótico, zumbón y descuidado, comido por la superpoblación, el desempleo y las drogas, y sobre todo, ante todo, orgullosamente negro.

Yo viví ahí, entre el 2006 y el 2011, cuando el parque ya había sido rebautizado como Marcus Garvey (sí, claro, el líder jamaicano que soñaba con llevar a los suyos a África; el mismo que da título al himno de Burning Spear) y avanzaba inexorable rumbo a la gentrificación. Pero ya entonces costaba imaginar cómo habría sido aquello durante el verano del soul, cuando entre el 29 de junio y el 24 de agosto el mundo vio reunirse a los monstruos antes citados y también a Stevie Wonder, los Staple Singers , Gladys Knight, Ray Barreto… Ah, ni lo financiaron los Panteras Negras ni desapareció del radar cultural por una suerte de conspiración malévola. Las razones de su existencia, y de la posterior amnesia, son más prosaicas. Hacía un año del asesinato de Martin Luther King. El ayuntamiento de Nueva York creyó que los conciertos ayudarían a mantener el vecindario entretenido. A salvo de disturbios como los vividos en 68. Pagó una marca de café instantáneo. Después de celebrarse, ninguna televisión quiso liarse con unas actuaciones y mensajes que algunos juzgaron demasiado radicales. El lío tradicional con los derechos de imagen y editoriales hizo el resto. La audiencia potencial de aquellas imágenes, mayormente pobre, no amerita el riesgo político ni, sobre todo, el esfuerzo económico.

El tesoro permaneció en un sótano durante medio siglo. Hasta que unos productores llamaron a Questlove. Después de pasar meses encerrado con cuarenta horas de actuaciones ígneas, llega un documental que es también un concierto apoteósico, con un cartel de luminarias tan fascinante, si no más, que el de Woodstock. Summer of soul brilla como una tea encendida desde un lugar perdido en los mapas. Un poema de amor a una cultura indomable, postal burbujeante y evocadora del magma político y poético que alumbró gloriosamente Harlem durante el último verano de los sesenta.

P.D.: Si me permiten la posdata, ojalá algún día publiquen los conciertos completos, restaurados en todo su irresistible esplendor.

Anterior entrega de Combustiones: Marianne Faithfull, el hermoso crepúsculo de una diosa romántica.

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