Soniquete, de Gecko Turner

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DISCOS

«Quien se acerque a esta antología sin haberlo escuchado nunca, podrá sentir el asombro, la pulsión del ritmo, la magia de un sonido vertiginosamente carnal»

 

 

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Gecko Turner
Soniquete.
The sensational sound of Gecko Turner
LOVEMONK, 2018

 

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

 

El caso de Gecko Turner es atípico en la música española. Este pacense, de nombre Fernando Gabriel Echave, posee una elegante batidora en la que es capaz de hacer cócteles con cualquier ritmo, especialmente sonidos de sabor negroide. Pero no como mero imitador: parece vivir plenamente en esos sonidos, de tal forma que si apareciera en un escenario de Nueva Orleans o de La Habana, nadie se giraría para ver quién está estragando el espectáculo. Ahora, quince años después de su primer disco, ha decidido celebrarlo con un recopilatorio que acoge todos sus éxitos. Y son palabras mayores, porque es difícil que coincidan hoy en día en un mismo disco catorce trallazos de tal calibre como los de este Soniquete.

Todo es energía y chulería, todo es carnal. Desde los lejanos “Un limón en la cabeza” y “45.000$ (Guapa Pasea)” —latin jazz bailable con improvisación de metales y bajo obsesivo— hasta canciones recientes como “Here comes friday”, suavidad soul casi rapeada como Marvin Gaye, todo es una pura exaltación del ritmo y la sensualidad. Y encima, de regalo, un tema nuevo: “Cortando bajito”, una experiencia funky, pero nada de funky blanco y blandito, funky negroide y galáctico hecho con todo el sudor.

Hay en sus cortes el más puro son con un piano omnipresente en “Toda mojaíta” y disco music en “I’ll do that”, cálida, obsesiva, un pelotazo para las pistas de baile. Hasta viaja al corazón de África con “Mbira Mbira (Guadiana en los ojos)”, aunque lo que más domina en su carrera es el soul de manual, puede ser psicodélico en “When I woke up”, con sus wah wah, sus palmas, sus coros y su alma o puede ser de terciopelo como en “Pal Perú”, con toques brasileños y una trompeta que acaricia, pero en esencia está siempre lleno de colorido. Hasta llega, siempre con plasticidad, al blaxpotation con la cinematográfica “Monosabio blues”.

Ahora mismo, es una suerte no conocer la música de este extremeño, porque quien se acerque a esta antología sin haberlo escuchado nunca, podrá sentir el asombro, la pulsión del ritmo, la magia de un sonido vertiginosamente carnal. Y esto solo es posible por una cosa: en las canciones de Gecko Turner no hay mímesis, hay vida; no abraza un género, lo vive.

Anterior crítica de discos: Todo va a salir bien, de Depedro.

 

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