Siempre tropical, de Airbag

Autor:

DISCOS

«Vuelven a beber de los trucos de sus anteriores discos, pero, en este octavo, el tratamiento es diferente, más elaborado y barroco. Ingredientes naturales para alta cocina»

 

Airbag
Siempre tropical
SONIDO MUCHACHO, 2022

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

A Airbag, el grupo de Estepona, siempre se le ha reprochado que hace la misma canción. Primero, eso es imposible. Segundo, importa muy poco si en “la canción” han sabido condensar sentimientos de manera directa, clara, bien lanzada al receptor. Vamos, lo que siempre han hecho: contar historias que emocionan en tres minutos.

En todo caso, los que le achacaban esto como defecto, han de callar la boca ante Siempre tropical. Es cierto que vuelven a beber de los trucos de sus anteriores siete discos: los girl groups, el surf, los Ramones, pero, en este octavo, el tratamiento es diferente, más elaborado y barroco. Ingredientes naturales para alta cocina. Ya en la canción que abre, “Finales alternativos”, se observa sin lugar a dudas que juegan a la distorsión, quizá para que se ajuste a la voz de J, de Los Planetas, en un tema que de principio ya estaba dedicada estéticamente a ellos. Es una exploración fulminante de los problemas del corazón, sin grandilocuencia, con las palabras que más hieren, que más hacen sentir.

Airbag siempre han sido un grupo punk, pero atento a la inmediatez pop. Las dos canciones que recogen este mundo en el disco son “Todo mal” y “Siempre tropical” que, en este caso, se acercan al hardcore, a la manera de Minor Threat o, por lo menos, son más repetitivas y duras. En esta última, se acogen al bestiario que tan buenos resultados ha dado al pop español en Vainica Doble o Terry IV. Volvemos al punk. Aunque “Surf riot” es un retrato surfero —siempre han bebido de ellos—, aquí resulta apocalíptico al poner letra a una feroz insurrección vivida en una playa de California, durante un campeonato de surf a mediados de los ochenta. De ahí el mensaje de espíritu punk que es potenciado por la distorsión. Una letra que también se aparta de lo que es habitual en ellos es “Perros y gatos”, que habla del vacío que se nos queda tras una ruptura y cómo replantearse los criterios vitales.

Hay tiempo también, eso sí, para las melodías gozosas, como la de “La marmota Phil”, con una instrumentación concisa, pero enormemente magnética. Y también para la balada: “Parece, pero no”, llena de delicadeza en la melodía y de una letra no tan directa como las que son marca de fábrica del grupo, pero mucho más sugerente. Vuelven también a los retratos de personajes extravagantes como “Una pena lo de Mario” —el sabiondo y pedante, si hemos de darle categoría—, que tan bien les resultan siempre.

A pesar de la evolución, el disco, en el fondo, sigue hurgando en los problemas del corazón. “Andrea” es el retrato de una chica que esconde también el retrato de una relación y de una generación, y “Viva John Hughes” es mucho más que un guiño al cine adolescente, es una crónica de las pequeñas falsedades que construimos en nuestras relaciones para encandilar al otro. En conseguir eso, que la flecha de la emoción se clave en el nervio del oyente. Y se clava con cicatriz.

Anterior crítiva de discos: Reputa, de Zahara.

Artículos relacionados