Sheriff playa, de La Trinidad

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DISCOS

«Saben lo que quieren. Y lo saben hacer de maravilla, con canciones que no por escuchadas muchas y muchas veces, dejan de erizar la piel»

 

La Trinidad
Sheriff playa
SONIDO MUCHACHO, 2023

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

En la Playa del Chanquete, casi la última de esas calas que se despliegan al este de la ciudad de Málaga, podemos encontrar el chiringuito Sheriff Playa, una abigarrada y sencilla armazón cúbica, con su espeto y sus cervezas, que tiene todo el encanto de esos lugares que no poseen nada de especial, más allá de un atractivo que resulta inconsciente, casi a su pesar. Sheriff playa es también el segundo y último disco de La Trinidad, vecinos de esas playas y los más selectos y macarras caballeros de las guitarras en toda la Costa del Sol.

La Trinidad son eso, un grupo de guitarras, que si en su primer elepé —Los edificios que se derrumban— las balanceaban del costado del garaje, en este Sheriff playa, las acercan a costas del punk del 77 y la new wave, en un sentido amplio, porque después pueden acoger cualquier sonido que entre en esas molduras. Y sonidos muy variados: un tronco común y ramas versátiles.

Ahí está “Convertidos en estatuas”, que recoge la herencia de esa locura absurda, y a la vez sofisticada, de algunos grupos de principios de los ochenta: Derribos Arias, Minuit Polonia o los primeros Golpes Bajos. Hasta el sonido de saxo parece el de Ulises Montero cuando tocaba para Gabinete Caligari. En “Más rápido” lo que es inconmensurable es el bajo, cercano a todo ese mundo oscuro que surgió potente en la nueva ola española y que arrastraba impaciencia, como la voz de “A este lado, a esta orilla”. El bajo también tiene una consistencia pétrea en “Aprende a gestionar tu fracaso”, pero, sobre todo, la voz parece desgajarse, no está del todo timbrada, pero sabe transmitir, salir de la zona de confort gritona del punk y resultar enormemente magnética.

En “Que las palabras broten”, la voz —como en todo el disco— sigue resultando convincente y se acompaña de ese toque funky y a ratos tropical —con bongós incluidos—, que la acerca a 21 Japonesas o Ciudad Jardín, un toque funky que en “Muchos principios y muy pocas ganas” explota desde el primer segundo y es enormemente bailable, tal como consiguieron hacerlo The Jam en las canciones de The gift, aunque después, en fragmentos, hay un fuerte aroma a Ilegales. El mensaje, por otra parte, en este último corte, es en gran medida social, como en gran parte del disco, como en “6:30”, que refleja los problemas laborales de cualquier joven “con suerte” desde la hora que tiene que despertarse para ir a trabajar.

Después, para que el conjunto sea más variado, nos encontramos las dos canciones que bajan el tempo y el fuego, aunque no se puede decir que tengan menos temperatura. “La vieja Europa” es extrañamente melancólica, pero de paladeo sensual y atrayente. En “Jardín de cemento” la voz sabe captar diversos gustos, graves y susurrantes, pero también reposados y suaves.

Dicen que el segundo elepé es el de la confirmación, pues La Trinidad se han confirmado y lo han hecho bajo la producción atenta de Carlangas, de Novedades Carminha, que está en un momento creativo muy dulce. Saben lo que quieren, saben hacerlo y saben evolucionar sin perder de vista lo que les gusta. Saben también ser clásicos y ser actuales. Y lo saben hacer de maravilla, con canciones que no por escuchadas muchas y muchas veces, dejan de erizar la piel.

Anterior crítica de discos: Tubular bells (50th anniversary edition), de Mike Oldfield.

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