Rulo: «Siempre he seguido el latido del corazón»

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«No soy un artista atormentado ni nada de eso, pero sí que creo en las energías»

 

Quince discos ha publicado ya Rulo a lo largo de su carrera, con La Fuga y La Contrabanda. El último de ellos, 5, es motivo más que suficiente para que Carlos H. Vázquez converse con el compositor norteño sobre sus nuevas canciones, el impulso y el camino.

 

Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Fotos: MANU BERMÚDEZ / RAÚL LUCIO.

 

A Rulo le cubre una chaqueta vaquera. A Madrid, un manto de nubarrones. Este «chaval» de Reinosa ha venido a la entrevista con la funda de su guitarra marcada con el número cinco pintado, la misma cifra que da título a su nuevo elepé: 5 (DRO, 2023). No hace falta decir que este es el quinto trabajo de estudio de Rulo y La Contrabanda; se sobreentiende. Tampoco hay que explicar lo que Rulo canta a lo largo de los diez cortes que componen este repertorio nacido de las idas y venidas personales entre Los Ángeles y San Francisco con epicentro en España y casi en Bahamas. Es Rulo un tipo sentimental, se le nota en el acento cuando le toca hablar. En los primeros minutos del siguiente encuentro departe a propósito de la portada y fotografías de 5, de camisetas de los Milwaukee Bucks y de canciones dedicadas. Rulo advierte: «Tú córtame, que me voy por las ramas».

 

En Señales de humo dedicabas “Como a veces lo hice yo” a tu hija Ruth. Y ahora, en 5, nos encontramos con temas dedicados…
Me gusta mucho dedicar canciones a gente importante en mi vida, igual que “De parranda”, que cierra este disco. Es una joyita, un broche para un amigo que falleció hace mucho tiempo.

 

¿Iñaki?
Sí. Le dediqué Señales de humo, el primer disco de Rulo y La Contrabanda. Éramos uña y carne. Esto es algo que al final no eliges tú; no estoy en mi casa pensando que tengo que hacer una canción para alguien, pero es algo que está ahí y me acaba llegando. “De parranda” se la he compuesto a Iñaki doce años después de que falleciera. Cuando tengo que componer para mí «a la carta», o incluso cuando me piden canciones para otros, las acabo haciendo tan personales que muchas veces o no me las cogen o me las quedo para mí, como es el caso de “Entre mi siempre y tu jamás”, que era para una cantante melódica muy conocida de este país. Me la pidió su mánager y al final me la quedé para mí. Es verdad que luego adapté un poco la letra de otra manera, pero la melodía del estribillo, que la compuse a piano, me gustó tanto que me la quedé.

 

No se puede decir el nombre de esta cantante melódica, ¿no?
No, porque no es elegante.

 

¿Sigues tomando notas en libretas?
Sí, tengo en casa un mogollón de ellas. Muchas inacabadas, otras… Tengo una fan que trabaja en alguna población de Aragón, que ahora no recuerdo, que me regala todo el rato libretas preciosas y vacías para escribir, pero se le va la olla porque ya me ha regalado muchas, entonces no las puedo llenar. ¡Ojalá pudiera! Tengo de todos los tamaños y de todos los colores. Ya no me compro libretas. Lo que hacía antes de comprarme mis Moleskine nuevas, elegir si la tapa era blanda o dura, el color o el tacto, ya no lo hago porque tengo un mogollón en casa. En la mesilla de noche tengo también. Algunas están sin empezar, otras solo tienen una canción… Si te digo que tengo treinta y pico no te exagero.

 

Dices en “Dentro de una canción” que «siempre hay que ir para adelante si estas a mitad de camino». ¿Dónde te encuentras ahora?
Esa canción la hice para la gira pasada. Solo hicimos veinticinco conciertos por, poéticamente, los veinticinco años de carrera. Por entonces yo no tenía disco preparado y había muchas cosas. Eran veinticinco años de carrera desde que grabé mi primer disco con La Fuga con dieciocho años, así que pensé que había que celebrarlo, pero sin hacer una gira súper extensa. Bueno, tampoco breve, porque veinticinco nos dio para dar casi una vuelta a España. Esa canción la compuse específicamente para la gira y la tocamos en esas veinticinco noches. Me pareció que no era una canción menor como para que se quedara en digital, entonces cuando le dije a Warner que ya estaba componiendo mi nuevo disco y que tenía unas cuantas canciones, tenía clarísimo que iba a ir “Dentro de una canción”. No es de relleno. He compuesto casi treinta canciones, algunas se han quedado mediadas y las he descartado, pero quería que “Dentro de una canción” estuviera en el disco. De hecho, pensaba que podía cerrarlo, no sé si de bonus track, pero sí una oda al oficio de cantante y compositor, de titiritero, que es lo que somos. Pero cuando llegó “De parranda”, que era más frágil, me pareció más guay cerrar con esta otra. Cuando compuse “Dentro de una canción”, un amigo me dijo de cachondeo: «Eres muy optimista, te crees que estás en la mitad de tu carrera y a ver a dónde llegas». Yo pensaba que estaba en la mitad cuando la compuse y lo sigo pensando. Son quince discos, tío. El otro día me puse a contar los de La Fuga y los de La Contrabanda, acústicos y directos, y son quince.

 

«Cuando me preguntan “¿qué te queda por hacer?” pienso en hacer un disco con Craig [Ross]»

 

Estuve en una de las dos noches de aquel directo de La Fuga que se grabó en la sala Divino Aqualung el 9 y 10 de diciembre de 2005.
Me gustaba mucho esa sala. Nosotros nunca tocábamos en La Riviera; siempre hacíamos Aqualung. Bueno, con La Fuga pasamos por todas: Chesterfield Café, Sala Caracol… Recuerdo que hicimos un Aqualung sin llenar, luego otro lleno y después dos noches llenas. Pero nunca hicimos una Riviera, aunque yo he sido más de Riviera con La Contrabanda. He tocado mil veces ahí. De hecho, arrancamos la gira ahí por algo.

 

¿Crees en las casualidades?
No soy supersticioso, es cuestión de fe. No soy muy maniático tampoco. No soy un artista atormentado ni nada de eso, pero sí que creo en las energías, igual que el disco se titula 5 por algo, no por vagancia. Vi que Luz Casal tiene Luz V, Alejandro Sanz tiene 3, Lenny Kravitz el 5 también, Ramoncín Ramoncinco, Platero y Tú el 7… Y yo siempre pensaba, pero no en plan criticón: «¡Qué vagos son! No se lo han currado» [risas]. Esta vez tenía ya cinco títulos que le mandaba a mi banda, a mis amigos… y les preguntaba cuál les gustaba más de los cinco. Lo testeo con la gente, pero aunque gane uno al final hago lo que me sale. Terminé yéndome a 5, pero no por vagancia. Creo en las energías y en las corazonadas.

 

¿Qué títulos alternativos tenías?
Uno de ellos era Persiguiendo sombras. Luego me dijo un amigo muy fan de Nacha Pop que era el título de un tema. No cambié el título de mi canción, pero sí lo descarté para el disco por 5.

 

Te preguntaba lo de las casualidades por el tatuaje del número 5, y la palabra «amor» arriba, de aquel camarero que subiste a Twitter.
Sí, lo tenía muy parecido al cinco del título además. Eso fue una casualidad. Bombardeábamos un poco con los cincos: en el estuche de la guitarra lo pinté y lo puse en redes, en un flight case de la gira… Esas cosas las ideaba yo, pero cuando de repente iba a una habitación de hotel, a título personal, porque llevo un año sin girar, y me tocaba la cinco, lo ponía en redes. Y lo del camarero fue en Alicante, tomando una caña en verano, en el Cabo de las Huertas. Es un sitio de referencia para mí. Soy de tener siempre un bar abajo, esté donde esté, me busco mi sitio y siempre voy a ese bar. Con este camarero me llevaba bien y cuando le vie el tatuaje, le dije: «No me puedo creer que lleves un cinco tatuado, tío».

 

¿Tenías ya pensado el título del álbum?
Sí, y la portada en el móvil. Se la enseñé y le pregunté, en broma, si le tenía que dar derechos de autor. Así que hice la foto. Este camarero suele currar ahí siempre y llevaba un tiempo trabajando en ese bar. Creo en eso.

 

En “Cuestión de fe”, que me recuerda en algunos momentos a “God” de John Lennon, dices no creer, entre otras cosas, en las canciones de amor.
Siempre he reconocido mis fuentes. Vengo sobre todo de la música nacional, luego he ido escuchando más anglo, pero al final se ven tus fuentes en las canciones y ahí se ve mi parte Lennon. Pero yo no soy consciente de ello, me lo dice la prensa; yo mismo voy descubriendo cosas del disco. También me mencionó otro compañero tuyo la canción “Odio”, de Carlos Goñi.

 

E incluso encuentro una referencia a “Yo quiero ser una chica Almodóvar” de Joaquín Sabina cuando mentas lo de la ley del deseo.
¡Sí! Otro periodista me dijo “Lo niego todo”. Pero de todo lo que me habéis contado de “Cuestión de fe”, es verdad que la letra es muy Lennon. Yo soy cero productor. De hecho, compongo a piano últimamente y a guitarra, y siempre he necesitado una persona al lado, conmigo. Pero esta vez estaba en casa y, aunque no soy muy manitas tecnológicamente, empecé con mi ordenador y un programa de loops, entonces le dije a Paco [Salazar]: «Quiero esto, pero sonando bien». Un día quedé a comer con David Bonilla, Product Manager/A&R de Warner, que no regala piropos, y le enseñé lo que estaba terminando con unos auriculares fetiche que tengo. Cuando se los quitó, después de escuchar la canción, me dijo: «Pues me has alegrado la tarde».

 

¿La figura del productor ha de ser como la del camarero, una persona externa de confianza que debería conocerte bien?
Sí. Es la primera vez también que trabajo con un productor que es amigo mío antes de producir. He pasado de grabar todo en La Fuga con Javier San Martín a cambiar de productor en cada disco. Con Javier, primero, fue conocerlo y grabar discos. Era muy amigo. Con Carlos Raya pasó igual; no era amigo suyo y ahora somos vecinos, vamos a comer… Y después, en lugar de repetir con Carlos, que era lo lógico, me fui con Thom Russo, que era colega, aunque no tanto como Raya. Paco Salazar es amigo mío desde hace tiempo, se ha destapado como un productor ecléctico y no se ha encasillado; te hace a Fuel Fandango, a Pablo Alborán, lo mío, grupos que están empezando… Es el productor más ecléctico que he conocido de todos con los que he trabajado. Iba a hacer la mitad del disco con él y la otra mitad con Craig Ross, guitarrista, director musical y cocompositor de muchas canciones de Lenny Kravitz. Por Edu, un amigo en común, Craig Ross grabó dos temas en Basado en hechos reales, mi disco anterior, y esta vez le propuse que me produjera la mitad del disco. Total, que me preguntó a mí, a un chaval de Reinosa, si me importaría ir al estudio de las Bahamas de Lenny Kravitz. Yo le respondí que claro. ¡No me puse a saltar bailando sardanas porque tenía que guardar la compostura! [risas] Hice una fase de composición, me quedé con seis temas y me puse a grabar con Paco. A los cinco o seis meses iba a grabar con Craig, pero me gustó tanto el resultado con Paco Salazar que le dije a Craig que todo estaba fluyendo de tal manera que tenía que hacerlo así. Fíjate cómo sigo mis corazonadas.

 

«A veces la gente equivoca nostalgia con tristeza»

 

¿Todo pasa por algo?
Sí. Cuando me preguntan «¿qué te queda por hacer?» yo pienso en hacer un disco con Craig. Por eso digo que las cosas van de una manera, igual que en la portada no iba a salir yo; no dimos con la ilustración y mutó en esta idea que tenía. Viendo el resultado, digo: «Pues menos mal». Al final, creo que todo pasa por algo. Hay que dejarse llevar y seguir las corazonadas. En estos veinticinco años me he movido más por las corazonadas. Cuando no me llevaba bien con la banda y se disolvió, mi familia me preguntó cómo me podía ir de mi propia casa. Pues tío, porque yo siempre he seguido el latido del corazón. En mi caso, me ha llevado hasta aquí y estoy muy contento.

 

Como canta Bruce Springsteen en “Dancing in the dark”, ¿no se puede iniciar un incendio sin una chispa?
Joder, es verdad. Encima mencionamos “Dancing in the dark” en el single “Tu mejor versión”. Hay canciones-fotografía y esa es una de ellas. Habla de un viaje que hice con mi pareja, Eme, de Los Ángeles a San Francisco por la autopista uno, que siempre tiene el mar a la izquierda. Luego hemos buscado eso para el videoclip en los acantilados de Cantabria, que no tienen nada que envidiar. Recuerdo que, estando allí, paramos en un pueblo de la costa que se llama Morro Bay y que solo tenía un garito abierto que estaba muy cerquita del motel que habíamos pillado. Era un viaje no improvisado, pero casi. Al final acabamos casándonos en Las Vegas.

 

No me digas que vestido de Elvis…
No, por favor [risas]. No fuimos muy originales por casarnos en Las Vegas, pero fuimos más originales por no casarnos disfrazados de Elvis. Lo hicimos en la capilla de Slash, pero en realidad estábamos buscando la más estética y la que más nos gustaba. Allí se había casado también Britney Spears, que después tuvo el divorcio más exprés de la historia. Crees que puedes casarte estando borracho, pero no; tienes que ir primero al registro. Han puesto un cartel que dice que no te dan el certificado si vas borracho o drogado… Perdón, que me voy por las ramas. Te decía que paramos en Morro Bay, y lo que dice la canción es literal: en el único bar abierto del pueblo en el que había un billar, y creo que perdí, sonaba “Dancing in the dark”.

 

En el corte “El plan perfecto”, cuando cantas «solo me suelo arrepentir de lo que no he vivido», ¿te remites a la nostalgia de lo no vivido, al Romanticismo?
En este disco no hay mucha nostalgia, pero en algunos discos míos sí la ha habido porque soy norteño y va en el carácter. De todas maneras, a veces la gente equivoca nostalgia con tristeza. La nostalgia es totalmente compatible con ser un tío optimista, como digo en “Dentro de una canción”, que lo mejor está por venir. Metafóricamente, digo que conduzco hacia adelante siempre y que cuando miro por los retrovisores no lo hago con pena, sino pensando en lo bien que ha estado, conduciendo positivo hacia adelante. Y en la vida igual, ¿eh? La vida me ha acariciado y me ha arañado también, como a todo ser humano. Creo que me ha acariciado más que arañado, aunque he tenido buenos zarpazos. Pero no me quedo con eso, me quedo con lo mejor de cada cosa.

 

¿Ni lobo solitario ni artista incomprendido?
Es que no soy un artista… No, tío. No separo mucho al artista de la persona. Yo no soy un artista durante una parte del día y luego no; soy siempre la misma persona. No tengo un personaje.

 

Escuchando “Entre mi siempre y tu jamás”, cuando cantas «cómo repartimos los vinilos», no puedo evitar acordarme de la canción “Cómo repartimos los amigos” de Ella Baila Sola…
[Risas] Eso dice mi pareja. Ya ves que mi canción no tiene que ver ni con la melodía ni con nada, pero ella piensa lo mismo. Ahora que lo dices, no sé si los vinilos duelen más que los amigos, ¿eh? Repartir los vinilos es una imagen muy potente de una separación, porque hay algunos que están claro que son tuyos y otros que son de ella, pero otros son en gananciales, y esos son los que duelen.

 

¿Algún vinilo que te hayas dejado por ahí?
Muchos. Soy de regalar. Si alguien viene a casa siempre sale con algo: una guitarra, botellas de vino… y vinilos, que he regalado un mogollón. ¿Te acuerdas de la época del cedé? Pues los vinilos, tío, los dejé de usar. Quité el plato de casa. ¡Llámame loco! Regalé mogollón de vinilos, así que hay muchos que echo de menos. Tampoco he regalado a cualquiera. Pero no tengo todos los vinilos que debería tener.

 

¿Por qué la vida es menos aburrida dentro de una canción?
Porque a veces cuesta levantarse de la cama. Nos pasa a todos. Incluso en un día tan nublado como el de hoy. Pero puedes hacer una canción bonita de un día nublado. Tengo amigos de la profesión que quieren vivir en una canción, que es utópico, o vivir sobre un escenario todo el rato y no paran nunca de hacer giras, pero hay veces que hay que parar. Yo hago un parón de un año, tío, y me alejo de esto, que me encanta, pero sé que es bueno alejarme de ello para no dejar de quererlo y no quemarme. Pretender vivir en una canción es efímero porque dura cuatro minutos y pretender vivir en un escenario solo dura dos horas. Creo que hay que pelear con esos días malos y vivirlos, pero es utópico vivir en una canción.

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