Real World y sus novecientas vueltas al planeta

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«A Gabriel la indagación en la riqueza rítmica de países de África, Asia y Suramérica le pusieron los ojos como platos. Pero una vez se sirvió de estas fuentes para su  música le entró mala conciencia y sintió la necesidad de hacer algo positivo y concreto para despertar la atención de Occidente por estas músicas periféricas»

 

El sello que fundara Peter Gabriel en los ochenta ha sobrepasado las novecientas referencias publicadas. Motivo más que suficiente para que se reediten por tandas algunos de sus lanzamientos más emblemáticos y a que recuperemos la memoria de la factoría que dio sentido a los ritmos étnicos tal y como los conocemos ahora.

 

 

 

Texto: GERNOT DUDDA.

 

 

 

Real World ha sido y es referencia ineludible para varias generaciones de seguidores de la world music. Cierto que el término aún sufre de las diferencias que suscita el que tenga que utilizarse una expresión anglosajona para definir un género musical cuyo epicentro creativo está precisamente fuera de los mercados tradicionales del pop y del rock. Pero las mejores compañías discográficas están en EE.UU., Francia, Alemania y Reino Unido, y británica es la BBC y un señor llamado Charlie Guillett, que han hecho mucho por extender a los ritmos étnicos los mismos protocolos, terminología y coberturas que tenía el rock, convirtiendo todo esto también en “res” mercadotécnica. Y nada de lágrimas, porque gracias a ello podemos comprar ahora todos estos maravillosos discos en la FNAC y escucharlos en el metro o en el autobús sin que el vecino crea que somos intelectuales trostkistas.

Real World fue fundado a finales de los años 80 por Peter Gabriel –como todos sabemos–, pero sus razones fueron probablemente bien diferentes. Su indagación en la riqueza rítmica de países de África, Asia y Suramérica le pusieron los ojos como platos. Pero una vez se sirvió de estas fuentes para su propia música le entró mala conciencia y sintió la necesidad de hacer algo positivo y concreto para despertar la atención de Occidente por estas músicas “periféricas”. Lo hizo desde un punto de vista muy humanista pero permeable también a las nuevas tecnologías. Si Dire Straits se gastaban por entonces una pasta en el estudio, ¿no tenía por ejemplo ese mismo derecho la Orchestre Super Matimila de Remmy Ongala, que son de Tanzania?

Así que montó sobre un viejo molino de las afueras de Bath unos estudios de grabación, los dotó con los mejores avances técnicos e hizo que todo el que pasara por allí –fuera o no fichaje del sello– contribuyera a su vez en las grabaciones de sus colegas (empezando por él mismo). Gabriel concebía esta actividad como la de una gran familia en la que todos intercambiaban cosas y se enriquecían mutuamente de las experiencias que cada miembro se traía de sus países de origen. Y por aquí han pasado artistas muy diversos: Nusrat Fateh Ali Khan, The Blind Boys of Alabama, Remmy Ongala, Ayub Ogada, Matt Molloy, Farafina, Orquesta Revé, Tabu Ley Rochereau, The Musicians of the Nile, Sevara Nazarkhan, Justin Adams, Hassan Hakmoun, Joseph Arthur, Geoffrey Oryema, The Holmes Brothers, Fatala, U-Srinivas, Maryam Mursal, Afro Celt Sound System, Justin Vali, The Drummers of Burundi, Thomas Mapfumo, Yungchen Lhamo, Toto La Momposina, Papa Wemba, Sheila Chandra… Había temporadas en que los estudios rivalizaban con la ONU en número de nacionalidades (grande es también la lista de músicos españoles que han pasado por allí, y me vienen a la cabeza los nombres de El Último de la Fila, Peret, La Fura dels Baus o el guitarrista Juan Manuel Cañizares, aunque solo este último lo hizo por cuenta del sello).

 

El sentimiento de culpa de Gabriel por su supuesto “expolio” y su deseo de purgarlo explica la abundancia de referencias con el nombre de “sources”, en las que se recogen las muestras originales de los sonidos empleados en discos como “Us” o “Passion”, la banda sonora de la controvertida película de Coppola (“La última tentación de Cristo”) y que todavía hoy suena en los telediarios cada vez que se le quiere dar una nota de color a las crónicas de África u Oriente Medio (sin importar si lo que suena de fondo es un ney, un duduk o una gaita búlgara).

Importante labor didáctica la de Real World que se completa con numerosos “samplers” y recopilatorios periódicos de la actividad del sello. Por no hablar del diseño gráfico de las portadas, en el que fueron también pioneros (detalle menor pero no baladí esos famosos nueve cuadritos de colores que hay en el lomo de cada publicación y que facilita enseguida su reconocimiento en la estantería de casa).

Llegamos así a la publicación número novecientos, motivo cuyos directivos han considerado más que suficiente para iniciar un ambicioso programa de reediciones (a precios muy populares) que es el que nos ocupa ahora con el comentario de estos cuatro destacados que siguen más abajo. Una justa y necesaria mirada al pasado que no le quita protagonismo ni calidad al presente, como hemos podido comprobar con los respectivos últimos trabajos de Portico Quartet y su revolucionario uso del “hang”; del proyecto Dub Colossus y sus largamente aplazadas conexiones entre el reggae y la música tradicional etíope; del hondureño Aurelio, heredero y sucesor del malogrado Andy Palacio, impulsor de la lengua y la cultura garífuna; y del jovencísimo pianista de origen etíope Samuel Yirga (“Guzo”), cuyas reseñas fueron todas puntualmente publicadas en su momento en EFE EME.

CUATRO DISCOS DE REAL WORLD QUE HAY QUE TENER

Ayub Ogada
“En man kuoyo”, 1993

Único trabajo que grabó para Real World y una obra maestra. Este keniata fue descubierto en el metro de Londres y apenas dos años después de su llegada a Inglaterra ya estaba tocando en el WOMAD de Cornwall ‘88. No es de extrañar que sus experiencias previas en bandas fueran tan frustrantes para él: no las necesita. Con su conmovedora voz y el mesmérico efecto que produce esa especie de lira del este de África que responde por el nombre de “nyatiti” se basta y se sobra. En la música de “El jardinero fiel” aparecen dos canciones suyas, y no podía ser más acertado porque su voz se te queda grabada como verdadero sinónimo de la dramática historia de la película.

 

Nusrat Fateh Ali Khan & Michael Brooks
“Night song”, 1996

El legendario “jefe de oración” de los “qawwali” de Pakistán y el genio canadiense de la “guitarra infinita”, juntos, mano a mano, en una obra en la que se hace mucha justicia a lo mejor de cada uno de ellos. Como productor además, Michael Brooks desplegó toda su imaginación y su facilidad con las texturas sonoras más etéreas para expandir los límites emocionales de la voz de Nusrat a un terreno muy compatible (cosa difícil) entre las alturas espirituales y la sofisticación sonora. Un ejercicio muy cosmopolita en el que suenan por igual instrumentos orientales, como la tabla y el harmonio, o la kora y el órgano Hammond. Si queremos buscar un “evergreen” sonoro en las producciones de Real World sin duda lo encontraremos en esta obra.

 

Maryam Mursal
«The journey», 1998

El título del álbum alude a la trágica odisea de cinco meses que esta musulmana de Somalia tuvo que sufrir para ponerse a salvo ella y sus cinco hijos de la guerra civil de su país. Sin embargo el contenido del disco es tremendamente festivo, rítmico y edificante, guardando perfectamente las formas entre la tremenda aportación tradicional de la cantante y las elucubraciones técnicas del equipo de producción, que estuvo aquí liderado por Simon Emmerson, de los Afro Celt Sound System. El tema que lo abre, “Lei lei”, contiene metales de una vieja grabación de Yma Sumac, lo que prueba que los músicos africanos nunca han tenido prejuicios en tomar elementos de fuera de su entorno. Los prejuicios los tenemos nosotros.

 

Afro Celt Sound System
“Volume three: A further in time”, 2001

La idea estaba ahí para ser descubierta y fueron ellos quienes lo hicieron: combinar las desbocadas jigas célticas con las potentes voces y percusiones africanas, y meterle entre medias esos penetrantes ritmos electrónicos como “argamasa” contemporánea. Los Afro Celt Sound System de 2001 llegaban a su tercer capítulo con una muy solvente presentación del concepto, tanto en estudio como en directo. Simon Emmerson, James McNally y Martin Russell contaron aquí además con las voces invitadas de Peter Gabriel y de Robert Plant en sendos temas que no le iban a la zaga a la presencia de Iarla Ó Lionáird, la maravillosa voz “de plantilla”. En definitiva, excelente música de baile elaborada con materias primas de primer orden.

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