Raphael: «Un mundo sin música es un mundo de sordos»

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«Para lo bueno y para lo malo, la culpa de todo lo que me ha pasado en la vida ha sido mía, porque he sido quien ha tomado las decisiones»

 

Tres años después de su Sinphónico, Raphael edita RESinphónico, un disco de nuevas versiones donde, además de las cuerdas, cabe también la electrónica. Una grabación realizada en los estudios Abbey Road y en los MG Studios bajo la producción del director, arreglista y productor Lucas Vidal, nieto del fundador de Hispavox, José Manuel Vidal Zapater, y autor de bandas sonoras de películas. De todo ello habla con nuestro compañero Carlos H. Vázquez.

 

Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Foto: CHESCO LÓPEZ (UNIVERSAL MUSIC).

 

Hay fotos de Raphael que suenan. Si se presta atención, pueden llegar a oírse los aplausos del Olympia de París, del Auditorio Nacional de México, del Palladium de Londres o del Teatro Real de Madrid. El artista aparece sobre el escenario, de espaldas a la imagen, con los brazos extendidos. Es una cruz fijada al suelo por la luz de un foco que viene del cielo. El público se levanta. Es el milagro de San Raphael.

El compositor Manuel Alejandro es una pieza fundamental en la discografía de Raphael. Él fue quien compuso la mayoría de los éxitos del cantante de Linares. Otra parte importante del legado musical de Raphael se encuentra en los arreglos del director de orquesta argentino Waldo de los Ríos y en las canciones de los hermanos Gregorio y Alfredo García Segura (sin olvidar a Salvatore Adamo, Mario Clavel…). Raphael ha grabado tanto que ha perdido la cuenta de lo que lleva en su cancionero, pero tiene un disco de uranio, como Michael Jackson, Queen y AC/DC, y un repertorio que en directo se muestra a lo largo de dos horas y media (casi tres). Buena parte de estos títulos han sido revisados y adaptados de diversas maneras a lo largo de toda su carrera. Combinaciones distintas que han propiciado una colección de elepés con arreglos de orquesta inconfundibles. Raphael nunca va mal acompañado, es como Fred Astaire con Ginger Rogers.

 

¿De tú o de usted?
De tú, no de usted. Soy mayor, pero no tanto (risas).

 

¿A las canciones hay que tratarlas de tú o de usted?
A las canciones en sí hay que llamarlas de usted, sobre todo estas, que son de Manuel Alejandro, al que le debo todo lo que soy. Pero a la música hay que tratarla de tú, porque debemos llevarla encima todo el día y tener mucha confianza en ella. Un mundo sin música es un mundo de sordos.

 

Cuando publicaste Mi gran noche, en 2013, donde volvías a grabar algunos de tus (mejores) temas desconocidos, supe que le mostraste la idea a Manuel Alejandro y que le pareció estupendo. A ti te pareció genial porque ya no se hacían esas canciones con ese tipo de melodías y arreglos. ¿De dónde ha salido pues la idea de este RESinphónico?
La idea nace siempre de mí. Para lo bueno y para lo malo, la culpa de todo lo que me ha pasado en la vida ha sido mía, porque he sido quien ha tomado las decisiones. Pero siempre ha sido así. Al principio, cuando empecé a grabar, me ofrecieron otras canciones, pero yo no quería cantarlas, porque a mí me gustaban las de Manuel Alejandro. Me decían que no lo conocía nadie, pero no me importaba, porque yo sí lo conocía. Recuerdo estar grabando y un productor me preguntó si a mí me gustaba “eso”.

 

Como por ejemplo…
“Yo soy aquel”. Me enloquecía esa canción. He luchado con los vientos a favor y también con los vientos en contra, pero todo nace de mí y soy el responsable de mis actos, lo que pasa es que he tenido la inmensa suerte de encontrar siempre colaboradores maravillosos que me sacan las castañas del fuego.

 

Que en el caso de RESinphónico es el productor Lucas Vidal.
Lucas vive en Los Ángeles y vino a España con el deseo de que yo le entregara un premio. Sabía quién era y él sabía desde pequeño quién era yo. Su abuelo y yo éramos íntimos y nos peleábamos todos los días, pero lo arreglábamos en Londres. El encuentro con Lucas ha sido un choque muy agradable; son dos épocas diferentes unidas por este señor que canta [señalándose a sí mismo]. Le pregunté por qué no estábamos trabajando juntos y él me respondió que no quería algo sinfónico, porque ya lo había hecho (Sinphónico). Mi idea era darle un punto más a eso, un plus. Me gustaba pensar en una «R», como RESinphónico, pero no quería que fuera lo mismo. Debía tener algo tan nuevo que todavía no existiera. Lucas me habló de música sinfónica con electrónica, ¡pero no entiendo nada de electrónica! No sabía qué podía salir de ahí. Le di las canciones que yo quería para que se las llevara e hiciera una de muestra. A los cuatro o cinco meses, cuando fui a Los Ángeles para actuar en el Teatro Kodak [en la actualidad, Dolby Theatre], vino a verme y me trajo la grabación de un pequeño trozo, “No vuelvas”, con electrónica. Me quedé flipado. «¿Es esto lo que quieres?», me preguntó. «Eso… ¡pero más!». Entonces empecé a martirizarle por teléfono (risas). Lo oí terminado hace unas semanas, pero porque estaba de gira y solo podía oír trozos. Estando así, ¿cuándo coño iba a poder oírlo entero y dar el permiso para que saliera? Mi hijo Manuel me decía: «Papá, te va a enloquecer». Yo lo oigo todo con un aparato del año de la pera, pero que suena muy bien, que tengo en el estudio de casa. Todo lo que hago en mi vida lo tengo que escuchar ahí para comparar. Me lo puse yo solo y me quedé flipado. Me decía: «¿Cómo te vas a comer esto ahora, Martos? Sales a escena, ¿pero qué vas a hacer, Martos?». Y pensé que tenía que ser como James Bond, que toda la guerra pasara por encima mientras yo seguía de esmoquin impoluto.

 

 

En la canción “Maldito duende” (Maldito Raphael) también había electrónica, por cierto.
Sí, pero era una electrónica «de barrio». La de RESinphónico es electrónica de muy alto copete. En el Royal Albert Hall de Londres va a ser la leche. Y es de alto copete porque tiene unas melodías impresionantes. Le metes a esta electrónica canciones de esas que se hacen hoy en día y se queda hecha una mierda.

 

Debo decirte que echo mucho de menos una nueva versión de “Como yo te amo”.
La voy a hacer, pero en directo. No he querido grabarla, porque ya lo hice con Rocío [Jurado] en 50 años después, aunque usando la voz de sus discos, después de que falleciera. Sé que tengo su beneplácito [mira y señala al cielo]. La habíamos cantado juntos mil veces, pero en televisión.

 

¿Te entendías bien trabajando con Waldo de los Ríos?
Muy bien. Ahí es donde empezó mi «grandiosidad», pero no en el sentido de que yo sea grande, sino porque quería soñar en alto, a lo grande: quería la Luna. Cuando me hizo “Aleluya del silencio” fue para morirse. Así empecé, imagina lo mal acostumbrado estoy.

 

¿La razón por la que continúas grabando con orquestas es porque todavía seguimos sin tener discos con ese tipo de arreglos?
La razón es que quiero que esas canciones inmortales queden bien grabadas y aprovechar lo bueno que tiene la tecnología de esta época. Las grabaciones están muchísimo más adelantadas que antes, pero no la materia prima ni las canciones y las voces. Bueno, voces hay, pero que haya artistas es otra cosa.

 

¿Qué voz destacarías?
Pablo López. Pero me gusta no solo por la voz, sino porque tiene un poquito de esa forma mía de hacer lo que le da la gana. En esta profesión, cuando sale una persona que hace lo que quiere hacer, yo le digo ¡olé! Normalmente ninguno lo hace, porque están esperando órdenes de la casa discográfica, pero yo he ido al revés toda mi vida. Me acuerdo de la primera vez que llegué para hacer un disco de Navidad. Les pareció muy bien, pero había canciones que me querían quitar porque ya las había cantado Sinatra (“The little drummer boy”), entonces les dije que si esa canción no entraba, no había disco. ¡Y fíjate lo que sigue siendo hoy en día “El tamborilero”! Siempre he hecho lo que quería hacer. Y no sé si Pablo hace lo que quiere hacer, pero por lo menos lo parece.

 

En Infinitos bailes te rodeaste de nuevos talentos, como Jorge Marazu.
Sí. Eso lo voy a repetir y estará todavía mejor, porque ellos se van a esforzar más todavía. Yo no puedo esforzarme más, pero ellos lo van hacer todavía mejor (y eso que ya lo hicieron muy bien). Confío en ellos.

 


«Yo lo he hecho todo, aunque la cosa está en si lo he hecho bien o mal. Pero tampoco me preocupa, porque voy a mi bola»

 

 

De vuelta a RESinphónico, hay temas que has vuelto a grabar por primera vez, como “Inmesidad”.
Sí. Y también el primer número uno que tuve en vida: “Los hombres lloran también”, que ni siquiera es de Manuel Alejandro, sino de los hermanos García Segura. Hay verdaderas joyas de la corona. Faltan muchas, como tú dices, pero las van a tener.

 

¿Llevas la cuenta de todas las canciones que has grabado?
(Risas) Hubo un tiempo en el que en mi casa se contabilizaba todo. Lo hacían mis hijos, como si fuera una oficina: premios que se recibían, los discos que tenía, cuántas veces los habían usado, canciones de éxito, canciones de la primavera, canciones porque me da la gana, canciones porque estamos en crisis… Pero hace muchísimos años que ya no lo cuento. Después de mi transplante no he vuelto a contar nada.

 

Hace quince años, ¿no?
Sí, quince años. Y no he vuelto a contar ni los premios ni nada.

 

Pero tienes un disco de uranio, algo que posee muy poca gente.
Pero se nota más porque es algo extraño que ya no se consigue, porque hoy en día es imposible vender esa cantidad de discos físicos (más de cincuenta millones de copias). El disco de uranio está en el Museo de Linares, pero me hizo mucha más ilusión cuando me hicieran Hijo Adoptivo de Madrid. ¡A mí, a un andaluz tan andaluz como yo!

 

Hace relativamente poco de eso. ¿Qué sentiste?
Me gustó mucho, porque toda mi vida estuve en Cuatro Caminos. En fin, los premios son otro capítulo, pero los discos, como los han usado para tantas cosas… En los primeros diez años yo grababa tres discos al año: el de la película de turno, el de Manuel Alejandro y el latinoamericano. Me encanta cantar folclore latinoamericano, porque soy andaluz y los entiendo muy bien. Creo que debe haber como ochenta y dos discos originales. Después estarían las repeticiones, los recopilatorios…

 

¿Qué no te queda por hacer?
Yo lo he hecho todo, aunque la cosa está en si lo he hecho bien o mal. Pero tampoco me preocupa, porque voy a mi bola. No siempre se consigue, pero trato de hacerlo. Salir a un escenario y dar la cara de esa manera… Yo quiero todo de una forma, pero tampoco pido mucho, solo cosas lógicas para poder sentirme cómodo en el escenario.

 

 

Son dos horas y media de concierto…
Pero porque en el escenario estoy a gusto.

 

¿A qué escenario llamarías «hogar»?
Aparte de mi casa, hay varios: el Auditorio Nacional de México, el Ópera de Buenos Aires, el Bolshói de Moscú, el Palladium de Londres, el Olympia de París… Y luego está el Teatro de la Zarzuela. También el Teatro Real, pero es más serio, otra cosa. Se puede «bromear» con el de la Zarzuela, pero no con el Real.

 

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