Punto de partida: Nadia Álvarez y Extremoduro

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«El disco vomitaba rabia, fracaso, sexo y amor, era todo lo que yo sentía en ese momento»

 

Con el delicioso single “Puente de plata”, Nadia Álvarez se encamina hacia su próximo trabajo solista y aprovecha la ruta para detenerse a tocar en Madrid, el viernes 18 de noviembre en el Cadavra Club, en Valladolid (IntroMusic Festival, día 26 de noviembre) y León (El Gran Café, 2 de enero de 2023). Antes, acepta la invitación de Efe Eme para escribir, de su puño y letra, sobre el primer disco que marcó profundamente su relación con la música: Iros todos a tomar por culo, de Extremoduro. Y nos cuenta por qué.

 

 

Extremoduro
Iros todos a tomar por culo
DRO, 1997

 

Texto: NADIA ÁLVAREZ.

 

Aun habiéndomelo preguntado infinitas veces, no había decidido hasta ahora qué disco me marcó por encima de otros. Es complicado y mentiría si dijese que fue uno de los Beatles, de Dire Straits o Roy Orbison como yo creía, porque esos fueron los primeros cedés, junto con el de Spice Girls, que entraron en mi minicadena, la que me regalaron por la Primera Comunión.

Pasaron varios años, yo tendría unos catorce o quince. Mi hermano, tres años más pequeño que yo y bastante más espabilado, salía por ahí con unos niños algo más mayores que ya fumaban y escuchaban música de mayores. Y fue él quien me encerró, literalmente, con uno de los discos que más revolvió mi adolescencia: Iros todos a tomar por culo de Extremoduro. El título ya auguraba terremotos. Era un disco en directo, después supe que esas canciones estaban publicadas en otros discos anteriores, a los cuales, por supuesto, también me enganché.

Realmente, no recuerdo cuándo lo escuché por primera vez, seguramente fuera en una de esas incursiones a la habitación de mi hermano para pedirle a gritos que bajara el volumen de la música. El caso es que sigo sintiendo lo mismo cada vez que lo escucho. Una oscuridad luminosa. El disco vomitaba rabia, fracaso, sexo y amor, era todo lo que yo sentía en ese momento. Había encontrado que todas esas canciones hablaban por y de mí, me entendían y me respondían. Y aún había más, la música y la literatura se fundían. Aquello me pareció un espectáculo: «¿Y qué le importa a nadie cómo está mi alma? / Más triste que el silencio y más sola que la una. / ¿Y qué importa ser poeta o ser basura?».

Desde ese momento, supe que aquella iba a ser una de mis formas de expresión, necesitaba estabilizarme entre tanta turbulencia adolescente y escribirlo iba a funcionarme. Y no me equivoqué.

Por descontado, el cedé era pirata. Lo regrabamos varias veces porque, entre los dos, lo rayábamos de tanto escucharlo. No hace mucho compré el vinilo, una edición de dos discos, cuatro caras. Precioso. Lo estoy escuchando ahora, mientras escribo. Y lo escucho «de ve’ en cuando», como diría Robe, porque me ensancha el alma.

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