Punto de partida: Miguel Ángel Escrivá (Santero y Los Muchachos) y The Cult

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«Mi primer viraje, viniendo de escuchar rock and roll y pop primitivo, fue entender el hard rock»

 

La voz, el bajo y el contrabajo de Santero y Los Muchachos, Miguel Ángel Escrivá, acepta el reto de elegir el disco que le cambió la vida… pero con matices. Aquí nos cuenta cómo le influyó descubir el hard rock de The Cult en Electric.

 

The Cult
Electric
BEGGARS BANQUET / SIRE, 1987

 

Texto: MIGUEL ÁNGEL ESCRIVÁ / EFE EME.

 

Hace solo unas semanas que escuchamos a Santero y Los Muchachos acompañando a Luis Carrillo en “La manzana”, su nueva canción. Pero un año ya de su Royal Cantina, el disco doble que publicaron en 2022 y que últimamente han seguido paseando por los escenarios en formato eléctrico. Para entender mejor su recorrido, se nos ha ocurrido invitar a Miguel Ángel Escrivá, voz, bajo, contrabajo y alma de los valencianos, a esta sección en la que buscamos el disco que les cambió la vida. Pero no ha sido fácil pedirle que se quede solo con uno. Ha opuesto cierta resistencia, y tiene sus motivos: «Anque tenga poco que ver con el sonido Santero, sí opino que somos lo que escuchamos, y a ciertos pasos como oyente los músicos le debemos el presente. A lo largo de mi vida ha habido varios momentos donde una canción, una banda o un disco ha sonado como una campana en mi cabeza conduciéndome a nuevos lugares, tanto como oyente como músico o compositor. Pero no podría otorgarle esa responsabilidad un disco solamente. Siempre hablo de los clásicos como parte de mi ADN, música de los cincuenta, sesenta y setenta, pero quizá mi primer viraje, viniendo de escuchar rock and roll y pop primitivo, fue entender el hard rock». El primer camino hacia su disco elegido, Electric de The Cult, al que llegaremos paso a paso. 

Descubrir y entender el hard rock fue, quizá, su verdadero punto de partida: «Me enseñó el carácter de los instrumentos por encima de las melodías. Para mí, el rock más duro ha sido clave para producir las canciones que ahora compongo, y no porque me base en aquello ni componga en esa dirección, sino porque hasta entonces no reparaba tanto en los instrumentos, en las particiones de ritmo, en los redobles, los riffs de guitarra… y sí mucho más en las melodías vocales. Tenía 16 años y ese rock más actual lo podía desmenuzar, reparando en que cada instrumento tenía su importancia por igual. Fijar mi atención en esto me ayudó incluso a escuchar de manera más amplia a los clásicos por la parte instrumental también».

Sin embargo, no fue el género con el que se estrenó como oyente. «Yo funcionaba con cintas y de manera muy descuidada. Tenía vinilos de mis padre y hermanos, pero no míos. He sido poco de coleccionar y organizar música porque soy más de descuidar y perder. El primer disco que me compré fue con veinte años, el vinilo Toys in The Attic, de Aerosmith, en Discos Amsterdam, Valencia. Por supuesto, le perdí la pista al poco tiempo. Años atrás, sin embargo, ya le prendió fuego la llama del hard rock, algo que descubrió de casualidad: «Fue en el coche del amigo de un amigo por la carretera de El Saler. Yo iba sentado atrás y me quedé muy sorprendido con cada uno de los trallazos del disco Electric, de The Cult, producido por el infalible Rick Rubin. Después de él entendí mejor los discos de los setenta, como Zeppelin, Deep Purple, Aerosmith, Black Sabath…Y los de mi generación, como Nirvana, Metallica, Rage Against the Machine, etc… Vamos, el rock de cabecera de casi todos». Un fogonazo que le impactó fuerte, aunque hubo otro segundo disco que estuvo casi a la par, admite: «Otro disco que me produjo un viraje importante fue Fashion nugget de Cake. Wow, eso fue una lanza necesaria y esperanzadora en un momento donde los noventa empezaban a tufar a cajas de ritmo y pelos de colores. Esta gente realzó la artesanía musical con su sonido austero, pequeño, puro y elegante».

Pero volvamos a Electric, el disco que ha elegido como Punto de partida. «Me marcó su sonido, los redobles de batería, la guitarra, la voz tan seca, sin reverb aparente. Me encantaba Ian Astbury. Wow, eso era la leche. Odio la reverb. Canciones, muchas: “Lil’ devil”, “Peace dog”, “Wild flower”…». Es, sin duda, el disco que más le gusta de The Cult «con diferencia». Y aunque ya no suele escucharlo, «quizá hoy lo haga porque me estoy calentando hablando de él», asegura.

Aquel disco le llevó hacia otras bandas que también le han dejado huella, formaciones que tuvo en la adolescencia, aunque dejó de ser un referente evidente, algo que no le pasó con los Beatles, porque haya estado en una etapa o en otra, «siempre les he escuchado y me han seguido enseñando». El viaje, en Santero y Los Muchachos, es constante.

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