Punto de Partida: Jorge Pérez (Tórtel) y OMD

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«Sabe unir un halo de tristeza y fragilidad, envuelto en una música sombría típica de los comienzos industriales del synth, con unas melodías pop superinspiradas y muy imaginativas»

 

Continúa Jorge Pérez dando forma a Tórtel, la propuesta en solitario que puso en marcha hace varios años y con la que el pasado mes de octubre regresaba a la actualidad de la mano de un nuevo álbum, Calavera suave. El músico valenciano, especialista pop pero con una querencia experimental, continúa investigando las delicias del género con trotes electrónicos, sintéticos y minimalistas. Hoy, sin embargo, viene a hablarnos del disco que le cambió para siempre y le hizo adoptar la música como forma de vida. No extraña que ese sea Architecture & Morality, de OMD.

 

OMD
Architecture & Morality
DINDISC RECORDS, 1981

 

Texto: JORGE PÉREZ/ EFE EME.

 

Confiesa Jorge que Architecture & Morality , de OMD, cayó en sus manos, por primera vez, siendo un niño: «Como la mayoría de discos que me marcaron en mi infancia, era un vinilo que en algún momento alguno de mis hermanos mayores trajo a casa. Lo escuchaba sonar en el Hi Fi que tenía mi hermano en su habitación, que era también, para todos, “la habitación de estudiar”. Yo tendría como siete u ocho años. Canciones como «Enola Gay», recuerdo que seguían sonando de tanto en tanto en la radio y por ahí; también «Souvenir», una de mis favoritas, sin duda. Yo estaba muy fascinado, especialmente con las introducciones instrumentales de cada una de las caras del disco, eran como algo oscuro, industrial, pero a la vez muy luminoso. Me hacían entrar en un lugar diferente, extraño y atractivo. Me parecía brutal hasta la portada del disco, muy elegante y sobria, pero con aquel troquel tan molón».

No duda que este Architecture & Morality, tercer álbum de estudio de la banda británica, «es lo que más cerca estuvieron OMD de hacer un disco mítico y esencial. En mi vida lo ha sido, desde luego». Y así lo describe: «Creo que es un disco que sabe unir, casi a la perfección, un halo de tristeza y fragilidad envuelto en una música sombría típica de los comienzos industriales del synth, con unas melodías pop superinspiradas y muy imaginativas. Hay algo misterioso y frío en ese disco, pero también un brillo esperanzador muy chulo. En definitiva, creo que es un álbum muy emocional lleno de personalidad y alma, algo que muchos podrían pensar que es imposible de conseguir cuando está casi todo hecho con sintes y cajas de ritmos.

Supongo que no me hubiera impactado tanto si me hubiera pillado más mayor, no lo sé; creo que es imposible que algo te marque de la misma manera a cómo lo hace cuando lo descubres de niño; pero, en aquel momento, me pareció un disco increíble y, sinceramente, me lo sigue pareciendo. Además, creo que cada vez tiene más vigencia y con los años cobra nuevas vidas».

A día de hoy, Jorge reconoce que continúa teniéndolo muy presente: «Lo sigo escuchando mucho. La introducción minimalista y áspera de “Joan Of Arc (Maid Of Orleans)” me sigue emocionando, con esos coros filtrados y disonancias. Y, aunque la escuche en mis cascos desde el móvil, siempre me parece oír la estática de la aguja tan típica de los vinilos que empiezan a rodar».

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