Punto de partida: Dani Flaco y El Último de la Fila

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«Aquel disco me abrió la puerta de las canciones, de las emociones, de los sentimientos»

 

Debe estar contento Dani Flaco al conocer que El Último de la Fila ha grabado un disco revisitando sus viejos temas, aunque no lo sabía cuando le preguntamos, hace unos días, por el disco que le cambió la vida. Y lo tenía claro el cancionista catalán, que lleva ya diecisiete años juntando letras y músicas, tocando en escenarios y firmando un puñado de discos. El último fue Al alimón, en el que le acompañaron, precisamente, Manolo García, Javier Ruibal o Ismael Serrano, entre otros. Ahora se encuentra girando por todo el país, con paradas en Murcia (30 de septiembre), Valencia (14 de octubre), Barcelona (20 de octubre), Valladolid (27 de octubre), Bilbao (16 de noviembre), A Coruña (23 de noviembre), Zaragoza (1 de diciembre) y Madrid (2 de diciembre). Mientras tanto, vamos a descubrir cómo empezó todo.

 

El Último de la Fila
Como la cabeza al sombrero
EMI, 1988

 

Texto: DANI FLACO / EFE EME.

 

Debía ser el verano de 1989, es decir, yo tenía 12 años, cuando iba con unos amigos a jugar un partido de fútbol y empezó a sonar una canción en el radiocasete que llevábamos. Se trataba de “El loco de la calle” de El Último de la Fila.

Yo sabía de la existencia de El Último porque, por aquellas carambolas de la vida, el hijo mayor de una prima de mi padre con la que tenía bastante trato, trabajaba de backliner (en aquella época no se les llamaba así… pero bueno) con ellos. De hecho, llegué a asistir a un concierto de Los Burros aunque, obviamente, no lo recuerdo.

El caso es que nunca les presté demasiada atención hasta aquel “El loco de la calle”. Ahí hubo un clic en mi cerebro.

A los pocos días acompañé a mis padres a una gran superficie para hacer la compra semanal. Era el Pryca. Cuando íbamos allí, mientras mis padres hacían la compra, mi hermana y yo nos quedábamos siempre en la sección de discos. Fui directo a la pestaña que ponía El Último de la Fila y agarré el primero, que era Como la cabeza al sombrero, y me fui a darles la chapa a mis padres para que me lo comprasen por las casi mil pesetas (seis euros) que debería costar. Hubiese sido más molón comprarlo en la tienda de discos del barrio… pero en mi barrio no había tienda de discos, así que me compré el disco allí.

Llegué a casa con mi preciado botín, lo puse en el tocadiscos, me senté en el suelo, me puse los auriculares y empezaron a sonar “Dios de la lluvia”, “Sara”, “En los árboles”… y ahí me estalló algo dentro. Ya tocaba un poco la guitarra por esa época, pero en aquel momento descubrí que yo también quería dedicarme a eso.

Aquel disco me abrió la puerta de las canciones, de las emociones, de los sentimientos. Contiene temas sobresalientes como “Llanto de pasión”, “Ya no danzo al son de los tambores”, “A veces se enciende”, etc… y yo lo escuché en bucle durante más de un año. Y lo digo sin exagerar.

Creo que junto a Enemigos de lo ajeno es el mejor disco de El Último pero, si me tengo que quedar con uno de los dos, me quedo con Como la cabeza al sombrero por el conjunto de canciones, y a pesar de no contener “Insurrección”. Y, sobre todo, me quedo con él porque fue mi primer disco.

Treinta años después, la música me regaló poder grabar con Manolo García mi “Versos y madera”. Aquel niño de 12 años que iba a jugar al fútbol sabe bien cómo lloré y cómo guardaré siempre ese regalo impagable.

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