Plegaria para pirómanos, de Eloy Tizón

Autor:

LIBROS

«El camino que abrieron Kafka o Julio Cortázar parece estar bien ocupado por Tizón en nuestros días»

 

Eloy Tizón
Plegaria para pirómanos
PÁGINAS DE ESPUMA, 2023

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Eloy Tizón publica un libro de cuentos cada diez años. Desde 1992 lleva publicados cuatro, y no demasiado extensos, así que conviene aprovechar el momento de salida de cada uno de ellos, porque es un fenómeno tan extraño como la llegada de un cometa. Los nueve relatos que recoge esta Plegaria para pirómanos abarcan diversas estéticas y coloridos muy diferentes, aunque están ligadas por la presencia de un personaje, Erizo, difuso y evanescente, que une con sutil madeja todas las narraciones.

Su presencia ya apunta en la primera narración, “Grafía”, en que el protagonista, en una época confusa de su vida, se sumerge en la obra de un escritor olvidado, Xavier Serio. Erizo está separado, vive en una habitación realquilada y escribe una novela totalmente transgresora que no tiene ningún éxito. Dos o tres veces al mes visita la biblioteca de Rotonda para llevar adelante sus investigaciones, donde una pareja de desconocidos parece vigilarlo y le preguntan por Halma Tigredi, una novelista de éxito entre adolescentes. Ha de redactar un prólogo para su próxima obra. Ha de mimetizarse con ella, con su estilo, un estilo que empieza a adivinar de dónde procede.

Por el texto discurren fanzines, cómics, serie B, traficantes de libros.. Son historias con recodos, densas, aunque aparentemente vuela en ellas la ligereza. “En el fango que suspira”, de una implacable belleza lírica, se describe el fallecimiento de una anciana que vivía sola; poco a poco se va despojando su casa de todo lo que ella fue. Se reformará, se venderá, borrando todo lo supone una vida que cabe tristemente en un cuento y en una bolsa de basura gigante. Apuntan también los dejes surrealistas. Duros, como lo eran en Buñuel. Así se plantea “Ni siquiera monstruo”, donde los niños soldado africanos inician la historia contaminándola de horror. Dos técnicas que se unen en “Dichosos los ojos”, que es un poema en prosa desesperado y terrenalmente cósmico.

Apegado a la tierra es también “Cárpatos”, donde un grupo de quince hombres acceden a la selva uniformados, en secreto. Erizo va entre ellos, tiene una misión en ese país. Túneles, puentes y desapariciones encauzan todo hacía un sugerente e inexplicable final. Sugerente es también todo lo que rodea a “Mi vida entre caníbales”, los ensayos de una obra de teatro en un colegio religioso que también tiene un sorprendente final.

De otra tela es “Anisópteros”, el nombre científico de las libélulas, que trata el final de un amor de forma dramática y lírica, casi lorquiana, en medio de instituciones y sanatorios oscuros que bebe del surrealismo en esa plaga de mariposas y larvas. Y también es dramático, aunque en él no sucede nada especial, más allá de la vida cotidiana, “Agudeza”, con un protagonista que ha pasado su vida hasta ese momento sin una sola transgresión, pero que ha de acudir al dentista con consecuencias inesperadas.

Hay mucha densidad, como siempre, en los cuentos de Eloy Tizón. No en la compactación de la trama, ni en los recursos retóricos, ni en las conexiones filosóficas, aunque de ello tenga todo un poco, sino en el peso de las sugerencias, que comprimen los relatos hasta que pese más lo de fuera que lo de dentro. El camino que abrieron Kafka o Julio Cortázar parece estar bien ocupado por Tizón en nuestros días.

Anterior crítica de libros: Otaberra, de Elisa Victoria.

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