Neko Case, feminismo y rock

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COMBUSTIONES

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“Conocía más o menos lo de su infancia, sus padres adictos, etcétera, pero en la promoción de aquel disco, y en sus letras, buceaba a pulmón libre en la herida”

 

Tras observar el movimiento de Neko Case en sus redes sociales durante los últimos meses, Julio Valdeón se enfrentó a su nuevo disco preguntándose si las canciones se habrían empapado de sus declaraciones feministas.

 

Una sección de JULIO VALDEÓN.

 

Conviene celebrar las novedades de Neko Case. La chica de Alexandria con el pelo color zanahoria, ya entreverado de grises, publica con cuentagotas. Su último disco de estudio, el claustrofóbico “The worse things get, the harder I fight, the harder I fight, the more I love you”, data de 2013. El anterior, aquel impetuoso y formidable “Middle cyclone”, de 2009. Entre medias, la aventura compartida con K.D. Lang y Laura Veirs, hace dos años. Poco material para los adictos a su voz panorámica, “bigger than life”, y a esa deliciosa capacidad suya para acuñar canciones abrumadoras, engarzadas en unas letras entre sugerentes y crípticas. Case ha marcado crecientes distancias con el country alternativo, y lo lamento, pero sigue siendo la reina del sollozo expansivo.

Con “The worse things get…” supimos, o al menos yo me enteré, de las periódicas depresiones de esta brava heredera de Loretta Lynn y Chrissie Hynde. Conocía más o menos lo de su infancia, sus padres adictos, etcétera, pero en la promoción de aquel disco, y en sus letras, buceaba a pulmón libre en la herida. Que luego ya fuera capaz de sublimar aquello, que pasara del monólogo solipista a conectar con un dolor más universal, tiene mucho que ver con su fuerza expresiva, con una muñeca dotada para escribirse a sí misma sin dejar de escribir al resto. En los últimos tiempos y a falta de nuevas canciones leía sus continuas apariciones en Twitter. Su reciente y furiosa exhibición de un feminismo que, en ocasiones, recordaba al de la atroz Judith Butler, verdadera campeona del feminismo posmoderno. O sea, absolutamente reaccionario. Y uno, que tiene su corazoncito y se alarma ante las demostraciones cavernícolas y los rugidos anti ilustrados, uno, que no disculpa ni de broma los ataques a la ciencia, las deyecciones contra las libertades, los siempre viscosos misticismos, la fe venga de donde venga y ese empeño perverso por defender las desigualdades estratégicas para alcanzar el paraíso de género, que no tiene nada que ver, aunque lo parezca, con la igualdad de oportunidades o la justicia social, uno, en fin, temió por la producción futura de Case. A ver si iba a metamorfosearse en predicadora de pacotilla.

Bien. No hay caso. Lejos de aprovechar la escritura para endilgarnos un manojo de consignas totalitarias y buenos sentimientos, que como todo el mundo sabe pavimentan el camino al infierno, por lo menos en los siempre procelosos caminos del arte, su disco “Hell on” enamora. Tiene nervio, furia y estilo. Suena tan alejado de lo académico como es norma en Case y tan ella, tan intransferible, que tienes que aplaudir. A ver qué tal evoluciona en posteriores escuchas. De momento, respiro. Doblemente aliviado, por cierto, al constatar que los eslóganes baratos y las exhibiciones bondadosas las deja para las entrevistas de promoción. Como esa del New York Times, que acabo de leer, en la que afirma que ama tanto a las mujeres del mundo que a veces corre el riesgo de que su amor acabe por mutilarla. Oh, qué amor tan colosal y qué corazón ídem. Pero los arrebatos mesiánicos no alcanzan, de momento, hasta su obra.

Anterior entrega de Combustiones: “Lejos de todo, salvo de Bowie.

 

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