Músicos en la sombra: Julián Maeso, a cuestas con el Hammond

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“Con Sunday Drivers he vivido cosas muy grandes: viajes por toda Europa, festivales, grabar en San Francisco… Pero tengo un mal recuerdo a nivel humano. Si lo pongo en la balanza, valoro más el aprendizaje en otros grupos”

Multiinstrumentista, pero especialista en órgano Hammond. Julián Maeso ha estado, entre otros, con Sunday Drivers, Quique González y M Clan. Acaba de lanzar un disco doble en solitario en el que canta. Arancha Moreno nos lo presenta.

 

Una sección de ARANCHA MORENO.

 

Las noches que toca siempre busca a algún amigo, o algún vecino, que le eche una mano con el Hammond. Lo eligió entre todos los instrumentos, y a pesar de lo difícil de transportarlo, se ha convertido en su aliado en el escenario. Ahora, Julián Maeso pisa los escenarios presentando su disco debut, “Dreams are gone”, un sorprendente álbum doble de folk y pop por un lado y blues y jazz por el otro. Antes, ha militado en muchos grupos: The Sunday Drivers, Speaklow, Sweet Vandals… Y girando con M Clan o Quique González. Nos encontramos una tarde de junio, en el centro de Madrid, en una terraza en la que no paran de interrumpirnos: a pesar de las adversidades, Julián muestra todo el tiempo su mejor cara. Y la más sincera.

¿Recuerdas la primera vez que tocaste el piano?
Fue en el coro de la escolanía de la catedral de Toledo. Había un órgano, y de vez en cuando me sentaba. A mis hermanas, que también estaban en una coral, les compraron un piano cuando yo tenía seis o siete años. En el coro me obligaron a estudiar, pero me metí a solfeo y me echaron por malo. Yo no sé música, toco de oído.

¿Siempre has tocado de oído?
Sí, siempre he estado en proyectos, iba tirando al escuchar discos y ponerlos una y otra vez. Por ejemplo, con Quique González me tenía que escuchar los cincuenta temas del repertorio una y otra vez, porque además él no quería partituras en el escenario, como es de entender. Sé los conceptos básicos, y con eso y muchos conciertos, vas saliendo.

Probablemente sea más difícil aprender de oído que estudiando…
Sí, pero se ve la música de otra manera, no la veo como una partitura, aprendo a tocar visualmente, no sabía los acordes, las posiciones… Usaba los recursos de otra manera, aunque quiero ponerme a estudiar. También he tenido anécdotas chungas. Una vez al llegar a la jam de El Junco, estaba un saxofonista muy bueno, Mike Hope. Al salir a tocar cantó un estándar muy fácil, pero yo no lo conocía. El tío paró el tema y me preguntó qué pasaba. Alguien me pasó un libro de partituras del jazz, y cuando me lo pasaron pasé una vergüenza… No pasa nada, te enseña a saber cuándo puedes subir al escenario. El tío se comportó un poco absurdamente, es como si yo le digo que toque un tema mío. Además de lo del piano, tuve unos amigos con una tienda de música, y al cerrar la tienda tenían en su casa un par de Hammonds, y me sentaba a probar. Siempre ha sido así, ir comprando trastos, sentarme a escuchar y copiar lo que escuchaba. Te desarrolla el instinto.

¿Tienes lo que llaman “oído absoluto”?
No. De hecho, el coproductor de mi disco, Sergi Fecé, tiene oído absoluto y es una locura. Yo me di cuenta de lo poco que sé cuando me encontré con este señor. Yo puedo entender lo que están tocando, pero él habla contigo y te canta las notas. Es una habilidad increíble, ¡ojalá! Yo tengo oído obsoleto.

Pero te funciona: eres multinstrumentista…
Del mismo modo que aprendí a tocar el órgano fue la batería y el bajo. Siempre he estado haciendo jams con mis amigos, he estado en diferentes grupos de diferentes estilos … Además, tengo un poco de síndrome de Diógenes, he ido pillando trastos y metiéndolos todo en casa. Puedo tocar pero no soy un virtuoso. Conozco el reggae, soul, blues…

¿Siempre tuviste claro que querías dedicarte a la música?
Bueno, mi madre era profesora de ballet clásico y mi padre cantaba en un grupo. Cuando era pequeño, los domingos me mandaban a por churros, y cuando llegaba ponían discos de vinilo y se ponían a bailar. Ahí me llamó la atención la música. Cuando tenía dieciséis años, mi padre me llevó al concierto «Mil años por el Xacobeo» en el 92, y tocaron todos: Bob Dylan, los Kinks, Robert Plant, Neil Young… Yo flipé, me llamó mucho la atención y en casa solo quería tocar y tocar. Soy bastante malo con los estudios, empecé derecho y lo dejé, hice turismo y trabajé de guía turístico, pero vi que con lo que me gustaba hacer podía pagarme mis gastos y tiré por la música. Pero la cosa ha cambiado, ya no es tan fácil como antes.

Eres de Toledo, ¿tuviste allí tus primeros pulsos musicales?
Sí, con los Blackbirds, un grupo estilo rhythm and blues, mod, empecé con el órgano, antes tocaba la guitarra y la batería. Tocaba con un trío de blues también. Después me fui a Sevilla a estudiar turismo, y al volver empecé con Sunday Drivers. Hubo una subida meteórica, un poco incomprensible al principio. Me vi envuelto en giras: con Speaklow estaba al mismo tiempo, y con Sweet Vandals en el 2006… No me he parado mucho a pensar lo que iba a hacer, todo ha sido como subirte a un tren.

¿Sunday Drivers ha sido el grupo con el que más has crecido musicalmente?
Bueno, me ha marcado ver cómo un grupo puede ascender muy rápido y cómo funciona el meollo de la música, y los festivales. He vivido cosas muy grandes: viajes por toda Europa, festivales, grabar en San Francisco… Pero tengo un mal recuerdo a nivel humano. Si lo pongo en la balanza, valoro más el aprendizaje en otros grupos.

Al dejar la banda te vas a Valencia, ¿a cambiar de aires?
La salida fue bastante chunga e inesperada, es una historia muy larga y debería contarla alguien ajeno, es una historia muy heavy. Estuve una época chungo, y apareció una chica guapísima, chelista, y le pedí que me cogiera de la mano y me sacara de allí. Me fui a Valencia, a empezar de cero. Dejé la música, trabajé haciendo mudanzas, de camarero y restaurando pianos en una tienda. Estuve un año sin tocar nada. A la salida de Sunday Drivers, hablé con Sony Editorial para pedirles un encargo, y firmé cuarenta temas. Ahora he presentado veinte, los que hay en “Dreams are gone”. Tengo otros veinte, más o menos maquetados, más estilo funky, blues, jazz…

Qué fábrica, ¿no?
Había mucho poso, tenía mucha mierda que contar. He ido haciendo todo esto en los últimos cuatro años, dos en Valencia y después aquí. Y mientras tanto, estuve haciendo bolos con Sweet Vandals, Speaklow, la gira de M Clan, Quique González y una big band. Sumando eso a “todo de oído” y sin un pavo, he estado haciendo bolos de setenta, ochenta euros en cualquier garito de mala muerte y con eso he ido pagando facturas como podía.

«Como todos los músicos, tengo una relación de amor-odio con la música. Me encanta, pero es jodido no poder irte de vacaciones. De la música me quejo de la inestabilidad económica que genera»

Así que dejaste la música por un año… Pero solo fue temporal.
Como todos los músicos, tengo una relación de amor-odio con la música. Me encanta, pero es jodido no poder irte de vacaciones. De la música me quejo de la inestabilidad económica que genera. Por mucho que hagas una gira y ganes mucho dinero, es arriba y abajo todo el tiempo. Pero tampoco me puedo quejar, el que coge un pico y una pala tendría mucho más para quejarse que yo.

Cuando firmaste con Sony Editorial, ¿firmaste para tu carrera en solitario?
Firmé como Julián Maeso, una cierta garantía les daba. Si te soy sincero, por todo lo que he firmado hasta ahora con los grupos, ellos te dan un adelanto, pero siempre hay una letra pequeña: te retienen tu cuenta SGAE. No lo cobras hasta que pagas el adelanto. Y cuando lo pagas, ellos tienen un 40% de los derechos.

Te comprometiste a aventurarte en solitario.
Estaba en muchos grupos, y a veces no lo hacía todo bien. Coinciden ensayos, fechas… Es un poco estresante, y quería saber cómo era hacerlo de otra manera. Hacer solo un proyecto, o dos: uno más pop folk y otro blues jazz…

Has compartido la producción con Sergi Fecé, teclista y productor que ha trabajado mucho con Loquillo. ¿Cómo se involucró en el proyecto?
Lo conocí en Valencia tocando el Hammond, toca increíble el piano. Quedábamos y le enseñaba los temas, hasta que me dejó mi chica y dejé Valencia. Volví a Toledo, y resultó que a su mujer la destinaron a trabajar a Madrid, y se vinieron a vivir también a Toledo. Yo soy muy disperso, y él me ha ayudado mucho. Es un tío que viene de mil vueltas, de tocar veinte años con los Trogloditas. Hemos hecho el local de ensayo con nuestras propias manos: hemos puesto el cemento, hemos cogido telas, maderas y hemos montado el estudio con lo poco que teníamos.

Así que vosotros sí que sois “obreros” de la música… ¿Tu primer trabajo, “Dreams are gone”, se terminó de gestar en Toledo?
En Valencia empezamos, hicimos alguna grabación con otros músicos, pero de ahí hemos rescatado cuatro temas. El resto ha sido en Toledo. Hemos localizado a los músicos, Sergi asistía el día de grabación, grabábamos, él se lo llevaba, editaba, mezclaba conmigo, y yo iba grabando voces e instrumentos en casa. Así hemos estado un montón de tiempo.

Pero hay muchos colaboradores en el disco…
Y muy buenos. Iban a participar alguno de los Sunday, al final no… Luego hay una banda que es la que iba a llevar en directo, que han grabado diez temas. Son Amable Rodríguez, Alfonso Ferrer y Juli el Lento. Al final viene otra banda conmigo: Toni Jurado, Luismi Baladrón, Mario Raya, Angie Sánchez Medina, Sergi cuando puede, y yo.

Hace poco habéis tocado en Madrid. ¿Tienes idea de girar con ellos a partir de ahora, o reducirás el formato?
En principio esta es la banda que voy a llevar. Si te soy sincero, he hecho algunos conciertos y está la cosa chunga. Yo no pensaba en el dinero, pensaba en la música y pasármelo bien, pero después de cinco conciertos no he ganado ni un duro. He pagado buenos músicos, hoteles, manager, dietas…

¿Y si lo defendieras más en acústico?
Está bien para radios, pero yo necesito energía. Con la guitarra acústica está bien, pero no puedes llegar tan lejos como con un órgano Hammond o una batería.

¿Por qué tantos temas?
He publicado 22 canciones, incluyendo las de Itunes. Lo iba decidiendo sobre la marcha. Cierro etapa, hay bastante sufrimiento ahí, todas las canciones son tristes, el próximo disco alegría. Hay una base americana, pero a mí me gusta la música, a lo mejor el próximo no tiene nada que ver.

Pero sí se te relacionaba antes con la música americana…
Se me podía relacionar con el blues, el funky… El folk y el pop no lo dominaba tanto, quizá lo relacionen por el paso de Sunday Drivers. Es una mezcla de todo lo que he aprendido en todos los grupos.

Quique González, con el que trabajaste en la gira “Daiquiri Blues”, dice que suenas “muy negro”, el teclista más “negro” con el que ha tocado.
Buena cosa, eso me gusta. Yo soy un poco «freak», soy un poco disperso, cualquiera que haya tocado conmigo te lo puede decir. Con Quique he aprendido muchísimo, es muy exigente. Cuando llevas un grupo, te das cuenta de por qué te exigen las cosas. Tanto Quique como M Clan van con una cuadrilla de diez u once personas entre músicos, técnicos, backliner… Eran cincuenta temas, y tenía mis cuarenta temas en la cabeza. La verdad es que esos años andaba un poco saturado, porque quería construir mi casa, pero a la vez estaba con otra gente.

También has girado con M Clan en “Memorias de un espantapájaros”.
Sí, hice el segundo año, en esa gira estaba como Paco Martinez Soria en Madrid, me imponían mucho respeto. También tenían otra manera de funcionar, yo era más como músico mercenario, y estaba acojonado. Eran mis últimos meses en Valencia, estaba con una big band… Al final fueron doce conciertos, iban a ser más pero las cosas empezaron a bajar. Fue un poco rápido, intenté hacerlo lo mejor posible, pero me hubiera gustado grabar el siguiente disco, “Para no ver el final”, porque me encanta. También fue un poco raro, porque ese año se estaban disolviendo internamente, murieron dos de M Clan…

Volviendo a tu disco, me gusta que sea un disco tan reposado, contrasta con el tiempo urgente y vertiginoso que vivimos.
Sí, es sorprendente que Sony, en los tiempos que vivimos, quiera sacar un disco doble, de temas de cinco minutos y no comerciales. Las discográficas prefieren temas marchosos, porque encajan más en festivales y son más radiables, pero es lo que había… He estado diez años metido en funky, y ahora me apetecía contar mis cosas tranquilamente, sin prisa. La prisa mata.

¿Sorprendido tú mismo?
He aprendido mucho, tampoco había cantado nunca, no me veía como un cantante. Antes me protegía el Hammond, es mi parapeto, pero cantar con la guitarra es algo que aún estoy aprendiendo. Estoy solo, y tengo que ver adónde voy a llegar con esto.

¿Es cierto que está “grabado a la antigua”?
No tanto, está grabado con instrumentos antiguos, pero si hubiese estado grabado a la antigua hubiera sido en cinta, en directo y con pocos micrófonos. Al principio era mi intención, pero realmente lo hemos grabado en ordenador, en Protools.

El disco lo has publicado también en vinilo.
Sí, aún no lo he escuchado, estoy deseando llegar a Toledo y ponerlo. Me apetecía el doble vinilo, porque el vinilo tiene ocho temas, y es una putada tener que decidir, pero con 19 temas no cabían ni en un doble, así que se ha quedado en un resúmen del disco.

¿Qué vas a hacer en estos meses?
Intentar tocar el máximo tiempo posible el disco, intentar estar con mi familia y hacer algun viaje al margen de la música, porque si no no sale la conversación. Si tengo un órgano delante no paro de tocar, es muy estresante estar tanto tiempo con tantos temas.

Terminamos, ¿te consideras uno de los mejores especialistas del Hammond en España?
No, soy un especialista en cargarlo y descargarlo [risas]. Hay gente que toca muy bien, pero yo soy el único idiota que en su momento me pregunté por qué nadie tocaba el Hammond. Ahora me he dado cuenta: estoy cargando un trasto que pesa 200 kilos. Cuando salgo de casa, abro el garaje y espero a que salga un vecino para que me ayude. Luego es difícil de arreglar, voy a los bolos con soldador, cinta aislante… Todo el mundo se ríe de mí. Los músicos que me acompañan están hasta las narices, porque al final de la noche toca cargar con él. Y a la vuelta, a lo mejor tengo el Hammond una semana en el coche porque no puedo bajarlo solo. Esa es mi cruz, yo he hecho un pacto con mi órgano, lo saco de paseo y él se porta.

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