Wild card: Sigo escribiendo (…y comprando discos)

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«Ahora en la radio (en la radio que queda) es casi un pecado hablar antes de las canciones, o se soluciona todo con lugares comunes, pocos argumentos y frases pimpantes que no dicen nada»

Darío Vico sigue contándonos de sus compras de discos (parece que le quedaba un poco de dinero tras los gastos de la semana pasada) y a la vez convierte su sección en un consultorio con los lectores.

 

 

Una sección de DARÍO VICO.
 

 

Escribo bajo el influjo de la poderosa y sabia voz del venerable Cifu, el patriarca del jazz en las ondas, hoy que me he dado cuenta que me puedo bajar todos sus programas de “A todo jazz” en podcast, ¡y escucharlos donde, cuando y como quiera! La verdad es que han cambiado muchas cosas desde que era un crío que escuchaba la radio y compraba discos, y hay cosas que me gustan. Eso sí, me gusta que «cambien para que todo siga», lo bueno, me refiero, claro; Cifu se está cascando un discursazo de presentación a Dave Holland, muchas veces sus presentaciones son más largas que los temas que pincha (y mira que algunos son largos) y eso ya no es común. Ahora en la radio (en la radio que queda) es casi un pecado hablar antes de las canciones, o se soluciona todo con lugares comunes, pocos argumentos y frases pimpantes que no dicen nada, en plan Twitter. A mí me encantan los locutores que aportan doctrina.

A todo esto, y aunque sea una en cierta manera digresión (leve), me gustaría recordar que ni siquiera las radiofórmulas eran así, eso también ha cambiado. Yo me crié (musicalmente) escuchando, entre otras emisoras, los 40 Principales. No es ya que allí estuviera, por ejemplo, Julián Ruiz, es que Luqui era un tipo que se mojaba mucho, que tenía su opinión y que apostó y ayudó a consolidar cosas que de otra manera no habrían estado en nuestro espectro cultural; por ejemplo, el glam, Bowie, Bolan… y Camilo Sesto, que es lo que era el glam aquí, allá por los setenta y pocos. Luqui apostó a ciegas por muchas cosas y no porque las discográficas pusieran pasta encima de la mesa; que muchos de nuestros músicos hoy más respetados escucharan de chavalines en Zaragoza o Asturias una de Camilo y luego ‘Starman’, y que ello haga que sean diferentes a sus émulos anglosajones, es culpa de Luqui, entre otros. Y de que Luqui se emocionaba con esas canciones, hablaba antes de ellas y contaba cosas que te despertaban la curiosidad. A mí cuando ahora, después de diez minutos de cuñas publicitarias, me dicen, como para que me quede tranquilo, que va media hora de música sin interrumpir (salvo algún comentario sobre lo bonito que es estar vivo un domingo o el calor que hace en junio) pues eso, me pongo de los nervios, y me acuerdo de Joaquín Luqui.

A todo esto, recibí algunas respuestas en mi email sobre el anterior articulito (ya sabéis, ganivetnotdead@gmail.com).

La primera fue de Daniel Merino, desde Getxo:

“Tengo 36 años y yo también sigo comprando discos en tiendas de segunda mano de Bilbao y a veces en supermercados. Además tengo la suerte de que me llueven vinilos que nadie quiere y acaban regalándomelos, no tengo tiempo de escuchar muchos de ellos pero los conservo por si acaso, tengo muchos cientos… Yo no llegué a entrar en la tienda de Discoplay pero con 13, 14 y 15 años compré muchos discos allí por correo, sobre todo de los Rolling y de la Creedence. También compro novedades, The Dawes me flipan, pero cada vez es más difícil que un disco me convenza. Quizás sea por que cuando antes te comprabas un disco y a la primera no te decía nada, lo ponías veinte veces más porque te habías gastado la pasta y había que rentabilizarlo. Al final descubrías que a veces muchos buenos trabajos no entran a la primera, de hecho los que entran a la primera suelen cansar después…”.
Daniel, por cierto, es músico [es el que aparece en la foto que ilustra hoy «Wild card»], y tiene cuatro discos, el primero editado en 2003  y el cuarto, está en ello; eso quiere decir que, sin ningún éxito (aunque el material es bueno, pero eso lo dejo para otro momento) Daniel lleva diez años convencido de que ese viejo formato de juntar diez o doce canciones, darles un título y ponerles una portada, es un formato en el que sigue creyendo para expresarse. Si alguna vez veis un disco suyo en un mercadillo, en una tienda (eso si alguna vez veis una tienda de discos), o como hacía él con Discoplay, ¡en un catálogo por correo!, compradlo y escuchadlo, por favor, como cuando solo teníais media docena de discos y era algo más que una carpeta llena de archivos comprimidos, cuando era algo que os había hecho elegir, gastaros vuestra pasta, apostar por ello. Un abrazo, Daniel.

También me escribió Mireia, de Barcelona, vieja amiga de un foro de musiqueros de esos en los que uno se dejaba los ojos y la opinión (y que últimamente ya no se estilan tanto por las redes sociales y eso, creo, que se han comido el tiempo y nos han dado herramientas para que expresarse sea casi tan fácil que no haga falta ni pensar mucho, ni tener mucho que decir, en realidad):

“Acabo de leer tu artículo en EFE EME, me ha gustado mucho la idea, así que te entro al trapo. Últimamente no ejerzo demasiado de buscadora de gangas, economía manda, aunque en el Primavera me hice con algunas cosillas, el «Zen arcade» de Hüsker Dü en vinilo doble por 16 euros (¡y pensar que se lo compré en CD a mi hermano por 4.200 pts en 1997!), el «Nuevo ritmo» de Joe Crepúsculo (vinilo también) y un par de singles en el puesto de FUP. Mi último triunfazo, por eso, fue cosa de hace un mes, cuando encontré por 3 miserables euros el «Movement» de New Order, en perfecto estado, en el Mercat de Sant Antoni (también me hice con el «Graceland» de Paul Simon por 5). Me gusta mucho revolver, meterme  en las cubetas de 3 euros de Discos Revólver, sin idea fija, a ver qué encuentro; gracias a ellas estoy completando mi colección de Kate Bush, a la que nunca había prestado mucha atención”.

Jope, un “Movement” por tres pavos, con lo bonita que era su portada (y lo bueno que era el disco). Hace poco cumplió treinta años y la revista «Mojo» le dedicó un artículo y regaló un disco con versiones bastante molonas… Un beso gordo, Mire. Te debo un email largo y contarte muchas cosas.

Y también me escribió Sergio, madrileño y con el que seguro me habré cruzado montones de veces en las tiendas de discos de nuestra ciudad:

“Bastante de acuerdo con mucho de lo que escribes en tu articulo de EFE EME. Llevo unos cuantos años comprando/coleccionando/escuchando discos y en efecto… Las cosas han cambiado. Cuando empecé, con muy poco presupuesto –la paga, 100 pesetas– la decisión era complicada. Cuál de aquellos discos en pequeñas tiendas a dos transbordos de autobús, que se llevaban de por si una parte del presupuesto, iba a elegir, ese single o ese elepé, sonaba en mi plato semanas. Me conocía cada una de los textos de portada, contraportada y cuando era el caso, interior. Hoy, 25-30 años después, aún me acuerdo de cada estrofa de aquellos discos (no de los que me compro hoy). Hoy, muchos discos tienen suerte si pasan dos veces por el plato, muchos tras un primer pase van directamente a la estantería y otros pasan al iPod… Mi presupuesto se ha incrementado, pero no mi satisfacción al encontrar pequeñas joyas que si sigo encontrando en ciertas emisoras de radio o incluso en artículos de revistas que luego valido con Spotify. (…) En mi opinión se ha perdido la magia”.

Ahora estoy escuchando “El placer de no hacer nada”, ese cuarto disco aún inédito de Daniel Merino del que antes hablaba (y que ha tenido la amabilidad de enviarme… y que espero ver algún día en glorioso vinilo). Y me viene bien, mira tú por donde, para responder a Sergio (con el que es cierto que comparto muchas más cosas aparte de las costumbres, y espero encontrarme alguna tarde de estas comprando discos, y que todo le vaya bien). Bueno, Sergio, pues es cierto que hay cosas que con los años, y con los cambios que traen los tiempos, van perdiendo parte de su misterio, de su encanto… pero magia queda. Mira, este disco que estoy escuchando, es una cosa mágica, algo que solo existe en la imaginación de Daniel, y en la que me ha hecho creer a mí; las canciones son reales, pero el disco, el elepé, es una idea de los viejos tiempos, ahora es innecesaria, pero sigue siendo mágica, es irreal pero tangible. No son archivos de sonido comprimidos en una carpeta que están en alguna parte, y que pueden mezclarse aleatoriamente en una lista de reproducción con otros. No; en su imaginación, y en la mía, esas canciones tienen un orden, se escuchan una detrás de otra, contando una historia a la que tienes que dedicarles tiempo, son algo físico, real, tienen una portada, puedes llevarlo en tus manos para que lo escuche otra persona, y quizás te importe que lo haga y lo que piense y sienta después. Eso es magia, es un disco que no existe, pero yo lo escucho, y lo veo.

Gracias a todos por leerme, y por escribir. Sinceramente.

En otro orden de cosas, volví a por mi ración de discos de rebajas a la FNAC. Esta vez, por llevarme la contraria, o fueron las circunstancias, cayó todo internacional; primero, un lote compuesto por  los cuatro primeros elepés de Neil Young en cedé, en una cajita muy cuca, el elepé en vinilo de Jack White (precioso, portada en cartón duro, gatefold, vamos, que se abre, letras, disco gordo de esos que pesan como los de los años setenta) y el nuevo de Saint Ettienne en versión supercool, con una caja, un mapa de canciones y la de dios. Total, cincuenta pavos con descuentos y vale de veinte, que empleo en el disco nuevo de Ultravox (que suenan como en los ochenta, ya lo comentaré) y en el de Dayna Kurtz. Me generan a su vez un vale de diez pavetes que me he guardado para tiempos peores (que son ahora, ya no me queda un duro de presupuesto para lo que queda de mes).

El disco de Dayna Kurtz, por cierto, tiene la curiosidad de que está compuesto por versiones de canciones desconocidas sacadas de vinilos encontrados en mercadillos o regalados por amigos (como los de Daniel) que saben de su gusto por los discos viejos y raros.

Un abrazo a todos y si queréis escribidme. ¡Gracias! Bonito el disco de Merino, repito. Ójala que alguien se anime a editarlo.

NOTA DE LA REDACCIÓN: Por aquello de facilitarle el trabajo a Darío, abrimos comentarios en su sección. Así que puedes escribirle aquí mismo. Eso sí, sobre temas relativos a la misma, quienes quieran desfogarse diciéndonos lo malos que somos por no abrir comentarios en EFE EME, que se los ahorren: no los vamos a publicar y sabemos que somos unos malvados.

Anterior entrega de Wild card: Sigo comprando discos.

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