Miren Iza: «Las personas inseguras necesitamos una dosis pequeñita de halagos para sentir que tenemos que seguir»

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«El gran conflicto que he tenido y que tendré seguramente al explicar el disco es hasta qué punto puedo hablar yo por boca de otra mujer»

 

Tras pasar por LIPA, la prestigiosa escuela de Liverpool, Miren Iza ha realizado una breve gira con un grupo de alumnos con los que ha reinterpretado su repertorio. De esa experiencia, y del disco que está tejiendo, habla en esta entrevista de Carlos H. Vázquez.

 

Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Fotos: IVÁN MARTÍNEZ.

 

Está recién llegada de Liverpool Miren Iza, el latido de Tulsa. El día que concede la siguiente entrevista, Miren anda preparando los ensayos del concierto del 7 de junio en Madrid (sala Galileo Galilei) con los alumnos de LIPA (Liverpool Institute for Performing Arts). Con ellos estuvo trabajando cinco días, a finales de mayo, en la ciudad británica. Miren Iza es la vigésimo segunda artista que la AIE (Sociedad de Artistas, Intérpretas y Ejecutantes) ha invitado a participar en este programa de intercambio desde que se iniciara en 1996. Por otra parte, Miren ya prepara la salida del próximo disco de Tulsa en otoño, Amadora (producido por Ángel Luján), cuyo adelanto lleva por título “No quiero hacer historia”. La resaca tras Ese éxtasis (Intromúsica, 2021).

 

«Padre, me dejaste, pero nunca te dejé. Te necesité, no me necesitabas. Así que solo tengo que decirte adiós», cantaba John Lennon en “Mother”. ¿Crees que los hijos del Joaquín de tu canción “No quiero hacer historia” necesitaban a su padre?
¿Cómo lo voy a saber yo?

 

No sé… Tú has compuesto la canción.
¿Tú qué crees?

 

Que no.
¿Para sobrevivir o para qué?

 

Desde luego, por lo que parece, el personaje de Amadora no necesita a Joaquín…
Lo que seguramente podemos saber es que lo han querido, lo han deseado y han querido su presencia. Otra cosa es que hayan podido sobrevivir sin ello o se hayan apañado más o menos sin él.

 

Amadora tiene varias edades y está presente en todo el disco. ¿Es un álbum conceptual donde te basas en las figuras de tu madre y de tu hermana?
Sí. El nombre de Amadora lleva conmigo como cerca de diez años. Viene de la ciudad de Amadora, en Portugal, cerca de Lisboa. Me parecía muy bonito y muy potente ese nombre. Ha vuelto ahora con la fuerza suficiente como para dar a luz a este disco. Desde hace un año tuve claro que quería hablar de esa mujer que veo muchísimas veces en la vida. Y, encima, con el sesgo atencional, ya la veo por todas partes.

 

No digamos ya de la portada y su censura por mostrarse un cuerpo semidesnudo…
Sí, bueno… Lo que sucedió con la portada está un poco al margen. El gran conflicto que he tenido y que tendré seguramente al explicar el disco es hasta qué punto puedo hablar yo por boca de otra mujer.

 

¿Cuánto hay de ti en esto?
Hay muchísimo, claro, porque el material que utilizo para escribir las canciones es mío. Aunque sean predicciones en otra persona, es una cosa que a mí me mueve. En ese sentido, sí que me ha acabado legitimando para hacerlo.

 

¿Siempre ha sido así en tus trabajos anteriores?
Sí. Creo que es inevitable. No puedes salirte de la posición de sujeto nunca, de la subjetividad en ese sentido. Incluso cuando observas algo, lo interpretas y lo conviertes en una canción, ¿de qué material vas a tirar si no es del tuyo? Hay un montón de cosas que tejen la historia según tu propia historia, anhelos, miedos…

 

Has dicho que la canción “Avec le temps” (Léo Ferré) te recuerda a tu madre. ¿Por qué?
Mi madre vivió en Francia muchos años por una circunstancia familiar y todo lo francés en mi casa ha tenido un peso místico. Mi madre nos ha transmitido una cosa muy curiosa, que es una nostalgia sin contenido muchas veces. Cuando ella evoca en sus recuerdos la Francia que vivió, no te explica en contenido qué es lo que añora en concreto; es una persona muy reservada a la que le cuesta mucho hablar de sí misma, pero sí le ves la cara que pone cuando oye a Léo Ferré. Para mí, desde luego, [“Avec le temps”] es una de tantas, pero siempre tendría que ser una canción francesa, respondiendo a la pregunta.

 

¿Cómo entendían los alumnos de LIPA en Liverpool tus canciones? Bueno, alguno se quedó encantado con “La miel que pudo ser”.
Les conté qué era “Matxitxako”, pero no les expliqué todas las canciones. Es una cosa muy importante, pero también tienes que asumir que la gente con la que trabajas se queda en la capa en la que elige estar.

 

«Cuando estás en un sitio tan desubicada y no tienes inputs positivos, debes mantenerte con la cabeza muy fría y salir casi con orejeras»

 

En su rol, ¿no?
Bueno, a mí me gusta más lo de capas. Tú sabes que hay muchas capas en una cosa y puedes tener un mismo rol, como de persona que está a cargo de repertorio, un instrumentista… Pero un bajista puede estar en una capa y el teclista en otra, y tienen el mismo rol en realidad. El bajista, Gerardo Buxadé, Jerry, es mexicano y él sí entiende perfectamente lo que está pasando. A otros a lo mejor les interesa solo estrictamente la capa musical y no mucho lo que estás contando. A mí me encantaría que supieran de qué estoy hablando, pero está bien; lo acepto.

 

¿Qué temas enseñaste a los alumnos de LIPA?
Una playlist inicial para que fueran probando. Luego no nos ha quedado exactamente esa porque sí que me ha guiado por lo que les iba viendo que les hacía vibrar más. De hecho, canciones que para mí son muy importantes, como “Oda al amor efímero” o “Autorretrato”, las he tenido que subir en el repertorio porque no es lo mismo, no lo sienten igual.

 

¿Y “Verano averno”?
Flipan con esa canción por la energía sexual que tiene. Sobre todo para ellos es eso. A ver, tampoco los vamos a contemplar como un organismo unitario monolítico; son ocho almas, pero si a dos personas les encanta una canción y dicen que les gusta, eso se contagia y se produce una energía diferente con la canción.

 

Pero de esa playlist se seleccionaron unas pocas para el repertorio, ¿no?
Sí. Yo les mandé un repertorio inicial, pero no llegaron a ver todas las canciones y aproveché, según por dónde les iba viendo, para aprehender su energía y hacer algunos cambios. Tienen mucho talento. Antes de entrar en LIPA ya dominaban seguramente varios instrumentos.

 

¿Han escuchado algún tema nuevo de Amadora?
Han escuchado “No quiero hacer historia”.

 

¿Qué les ha aparecido?
Me alegra que me hagas esa pregunta, porque nadie me la ha hecho. No me han hecho ninguna valoración y eso puede ser muy duro a veces.

 

¿Qué crees que te van a decir?
Es que no lo voy a preguntar. Todo ha sido a través de la música. Sé cuándo puedo deducir que algo les gusta o no, pero nadie, ni el director musical, me ha dicho nada. Bueno, Jerry, el bajista, probablemente sí que estaba más familiarizado. Nadie me dijo «qué guay el repertorio». Pero es uno de los retos. A veces las personas inseguras necesitamos una dosis pequeñita de halagos para sentir que tenemos que seguir. Si no tienes ese pequeño narcisismo, no sigues. Entonces, cuando estás en un sitio tan desubicada y no tienes inputs positivos, debes mantenerte con la cabeza muy fría y salir casi con orejeras, moviéndote en la canción solo con la energía que ocurre en las canciones.

 

¿Tuvieron curiosidad por saber de tu pasado?
No. Date cuenta de que les llevo como veinte años, o más. Son de otra generación totalmente. No ha habido compadreo de ese tipo; yo era una especie de profesora, que es algo que no me gusta nada.

 

¿Les corregías cuando se referían a “La miel que pudo ser” como “Hoy aquí”?
[Risas] No puedes corregir esa maravilla. Me daba la vida.

 

¿Qué has sacado en claro de esta experiencia en LIPA?
El sueño más loco, como montar una escuela aquí, y que cambie un poco el paradigma musical, cómo se concibe lo que es ser músico, que no sea solo de clásica. Ahí tenemos todo por hacer

 

¿Hay esperanza?
La esperanza es lo último que se pierde, ¿no?

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