Miguel Campello: Caminando por la fusión sin El Bicho

Autor:

miguel-campello-16-03-15

“Creo en este camino porque sigue habiendo gente que le interese escuchar una canción, hacerle sonreír o pensar. A mí me ha pasado con todos y cada uno de los discos de mi casa, con Luis Pastor, Silvio Rodríguez… he sido muy de letras, con Pedro Guerra…Y con Serrat”.

 

Meses después de publicar su tercer trabajo en solitario, Miguel Campello continúa presentando “Camina” en directo. Tras pasar por Madrid, el exvocalista de El Bicho sigue girando con este último disco, con el que llegará el próximo 18 a Lorca (Murcia), el 21 a Bilbao y el 25 a El Egido (Almería).

 

 

Texto: CHEMA DOMÍNGUEZ.

 

 

Inquieto, empieza la frase y justo antes de terminarla salta a otra. Suspendido en el misterio pero encantado por la nueva idea que Miguel Campello introduce, vamos hablando de «Camina», su nuevo y tercer trabajo. Sigue contando con sus compañeros de El Bicho: Víctor Iniesta, Juan Carlos Aracil o Pepe Andreu para construir su sonido. También cuida cada detalle de todo lo que puedes ver y escuchar en «Camina», logrando que siempre aparezca algo nuevo en cada escucha. Si la electricidad también va por el aire, Miguel Campillo es receptor de un caudal importante, que luego emite desde sus discos y desde sus apasionados directos, y como está en plena gira sólo puedo recomendarles encarecidamente que asistan y lo comprueben. No hay otro lugar mejor para charlar con él que Casa Patas en Madrid.

«Camina» sigue aumentando la riqueza musical de tu trabajo y la lírica que contiene, que no es poca.
Sigo manteniendo mi manera natural de componer, llenando libretas de frases y frases. Cuando haces un documental vas esquematizando las ideas, para canalizarlas de una manera propia y muy natural. Escucho un acorde y me surge una frase, por eso no escribo un libro porque no sé empezar y acabar, y al final tienes que darle un ‘finiquitán’. Este trabajo en especial tiene más realidad mía que de otra persona.

También, caminando, encuentras un punto más vitalista.
No me gusta quejarme demasiado de la realidad, porque tiene que existir. Para vivir buenos momentos hemos tenido que pasar muy malos. Siempre lo comparo conmigo mismo y mi alrededor más cercano, que son mis hijos, para no transmitirles un momento determinado. Creo que mis padre lo han hecho, ocultamos “x” cosas que te puedan doler, no te van a decir la realidad de todo, para qué. Sigo compartiendo eso de “ojos que no ven, corazón que no siente”, y a veces hago terapia y no veo más allá de Bob Esponja, que ya es bastante surrealista, o Los Simpson, que se quedan cortos. Ya pueden ponerse más drásticos, porque los capítulos se quedan más light, por lo menos salirle barba a Bart.

Y esa conexión con el público sigue aumentando, en un intercambio que también alimenta tu música.
Quizá es mi manera de expresarlo. Estos proyectos existen porque hay un público que le interesa o le aporta algo, y yo sigo. Creo en este camino porque sigue habiendo gente que le interese escuchar una canción, hacerle sonreír o pensar. A mí me ha pasado con todos y cada uno de los discos de mi casa, con Luis Pastor, Silvio Rodríguez… he sido muy de letras, con Pedro Guerra…Y con Serrat. De crío escuché el “Mediterráneo” primero, antes que el ‘Ojalá’. Es muy curiosa la energía que me llegaba, y las ganas de llorar que he tenido con muchas canciones en algunos momentos. Por eso sigo yo, intentando fabricar frases para que, si a alguien le tiene que ayudar, que le ayude. Y si alguien me critica, y se desfoga diciendo algo en internet y se va más tranquilo a dormir, genial. Si sigue durmiendo intranquilo ya es un problema suyo. Esa libertad debemos asimilarla lo mejor posible.

Musicalmente hay un salto cada vez más notable hacia una sensibilidad acústica o más desnudez en tus canciones. El rock está ahí también, y el flamenco, un guiño constante a las culturas musicales que pueblan nuestro suelo.
Todos hemos escuchado muchas músicas, a lo mejor no me meto en ciertos mundos porque sé que puedo tener “x” repercusión en mi público. Es como si tienes pareja y quieres ir todos los días a comer a un italiano: al final te deja de gustar porque además te gusta la comida vasca (risas). Tiene que haber un toma y daca, y creo que ese punto es el que intento llevar en esta historia, variar. Intento desnudar cada canción porque los “protules” y todo eso las visten demasiado. Me grabo, intento captar la idea y cuando la tengo clara me pongo en serio. Mis libretas están llenas, pero casi toda la información está dentro: le pongo claqueta, intento saber el tempo que lleva, voy cambiándolas, llevo trabajándolas un año o dos. Les dedico un montón de tiempo por cariño. Estoy de acuerdo conque la gente se lo compre, se lo descargue o que haga lo que quiera porque tenemos que vivir esas libertades que nos quedan. Querer escuchar en este mismo instante a Bebel Gilberto, ponerlo en el youtube y poder ver el clip es una pasada.

Lo difícil es encontrar el equilibrio entre creación y subsistencia. La música es lo esencial por encima de la industria, pero es cierto que cuando ambas partes han tenido una relación equilibrada se han conseguido grandes cosas. ¿Qué hacemos?
Estamos viendo qué se puede hacer para que yo, de repente, pueda seguir haciendo mi música sin depender de alguien que me ponga una marca, o una compañía que me ponga su sello y que me cobre o me quite el diez, el siete o el ocho, y al final digas: “Joder, estoy currando sólo para alguien”. Si queremos que se mantenga lo que nos gusta hay que apoyarlo. Si quieres que se mantenga algo de tu pueblo, una glorieta o el bar de la esquina, tienes que reunir firmas que digan queremos que se mantenga esto. Y es considerar a la música un poco eso, algo propio, porque nos hace reír, llorar, bailar… Qué hubiera hecho yo sin ‘Carmen, Carmen, voy a tener que emborracharme’ o ‘Ni más ni menos’ o ‘Mi carro me lo robaron’ (risas). Para eso existe internet, yo consumo lo que quiero y al final invierto en lo que me gusta. Es genial, pero vamos a concienciarnos, porque este proyecto, como todos, cuesta un dinero.

Cuando Serrat presentó a la prensa “Antología desordenada”, le preguntaron cuánto se valora y cómo se trata a los músicos en este país, y contestó que no menos y no peor que a los médicos y a los profesores.
Claro. No le había escuchado, pero es cierto, al final están pegando tajos por todos los lados. ¿Cómo voy a ponerme yo, que se supone que soy un privilegiado y puedo vivir de mi música? No tiene nada que ver con haber estudiado tantos años de carrera y profesión. Yo lo diferencio como Serrat, y antes de estar yo que pongan un cuerpo de bomberos en mi pueblo, por supuesto, eso no lo duda nadie. Pero no deberíamos jugar con nosotros solos, deberíamos meter a alguien más en la partida, a quien tenemos más derecho a quitarle porque se ha llevado de más.

En este disco, el diseño, siempre tan original y fundamental en tus propuestas, brilla a la misma altura que las canciones.
Las fotos y el diseño los hemos hecho Elvira (su mujer) y yo. El disco se llama «Camina» porque es un punto de paz, de tranquilidad: «No corras, camina». También para no quedarte inmóvil. Es una cosa que hacía mucho de niño cuando me cabreaba, caminaba y se me pasaba. Además contaba mis pasos, más o menos un metro, y cuando los contaba me iba calmando. Entendía lo que hacían por mí mis padres. Llegaba a un sitio que era una elevación de agua, porque vivía cerca de un canal, me sentaba, escuchaba el agua cabreado, perdido. Yo no estudiaba mucho, era muy negado para eso, y sin embargo he tocado muchos instrumentos desde crío.

Bueno, en esos momentos, con el agua de por medio, tenías tu Alhambra particular.
Sí, pero era como una Alhambra muy poco decorada y bastante rural, a lo mejor es más real. Nunca me han llamado la atención las grandes cosas porque me he rodeado de un millón de granados, al otro lado eran naranjos y al otro limoneros, y me pasaba las horas comiendo frutos. Ahora pienso qué privilegiado he sido, porque quedan muy pocas hectáreas, ahora todo son invernaderos, todo se cría ahí. Antes paseaba y jugábamos a ser Rambo o a liarla parda (risas), me sentaba y cogía caña de azúcar, me acuerdo. No es que lo eche de menos, lo echo de menos para las siguientes generaciones, para mi hijo que gracias al curro que nos hemos pegado su madre y yo, y nuestra familia, vivimos en algo parecido: disfrutar de la almendra tierna, una pera de vez en cuando, un níspero, una naranja, recoger los huevos. Creo que lo terrenal es lo que nos hace falta para salir un poco, para respirar mejor.

El futuro está en el campo, entonces.
El pasado estaba en el campo. Es muy curioso, una de las cosas que más me hicieron pensar fue cuando fuimos a Marruecos a tocar, y durante dos días parecía que estábamos en Madrid, porque estábamos en otra ciudad, Rabat. Pero luego nos fuimos a recorrer provincias, y vi un hombre trabajando con un buey y un arado, parecía como si estuviésemos viendo una peli de Luis Buñuel, para mí fue un regalo. Te vas a la India y a veces son cien años atrás en algunos sitios, en otros son miles de años, pero sus sonrisas son más verdaderas. Es verdad que hay más enfermedades, pero nuestros antepasados más cercanos vivían menos años. Me gustaría mantenerme en pie por mi mismo sin depender de medicina. Me gusta mucho El Roto, y hay una viñeta suya en la que uno dice «que quiero morirme», y otro «no, hombre, no, usted no puede morirse sin hacer gasto». ¿Cuánto hay de negocio en muchas enfermedades? Es tan crudo que no tiene gracia, y la tiene.

En lo musical también te aproximas a Falla con ‘La Danza del Fuego’. ¿Te gusta la música clásica?
Nunca me he metido en el mundo clásico, pero al escucharme me han preguntado si he escuchado a Falla o a Romero San Juan. Lo primero que hice en mi vida fue aprender de oído, con un pianito que me regalaron, nunca estudié, buscándola sabía tocar cualquier cosa y mi madre me cantaba los pasodobles… Me he criado así. De hecho, una de mis ilusiones sería hacer un disco de canción tradicional. La habanera me encanta, soy de Elche, y la habanera me parece muy parecido a este de «La vida es bella», puedes tocar una e irte a otra, viajar entre ellas. Esa música siempre me ha atraído. Yann Tiersen con «Amelie» me recordaba mucho a lo nuestro, de repente era otra melodía, otras armonía. También me gusta (Emir) Kusturica, (Goran) Bregovic…

El Mediterráneo es lo que tiene.
¡Yo tengo un jaleo en la cabeza (risas)!

Me da la sensación de que buscas las raíces sonoras para alimentar tu música.
Sí, sí, y el metal para mi es… Yo soy de Valencia también, aunque viva en Elche me he criado con comparsas saliendo en las charangas, en los moros y cristianos. ‘La danza del fuego’ es eso: yo de pequeño viendo todo esto. Hay una parte que me veo en mi época de Lavapiés, bailando danza del vientre, otra que veo un tipo con una espada y bailando ‘La danza del fuego’… Luego lo he podido analizar, porque peté con todo lo que significaba producir, grabar, componer y diseñar «Camina». Y luego pensé que lo que haremos en directo es doblar el tiempo de una parte, nunca el tema es cien por cien igual en directo dentro de dos años. Llega un momento en el que el directo es más orgánico que el disco.

Cuéntame qué sucede con ‘Rosa y Juana’, ese punto de intimidad es inédito en tu camino.
Hay canciones como ‘Rosa y Juana’ que hice antes de ningún disco de El Bicho, mucho, mucho antes, que me mola mucho. Son mis abuelas, va por ellas. Juana tenía un pasillo donde tenía muchos espejos y cosas, y Rosa era una mujer que por desgracia perdió un hijo, envejeció y se fue por eso. Ha sido una parte muy importante de mi vida porque me he criado con ella. Es una canción que he estado toda la vida dándole vueltas, y a día de hoy aún grabándola estoy llorando. Incluso ahora pensándolo, veo todos sus gestos… y estoy aquí por eso.

Artículos relacionados