Mesa para dos, de Rubén Pozo y Lichis

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DISCOS

«Mesa para dos bien podría haberse llamado Erre que erre de rock and roll, como cantan en una de las primeras estrofas del álbum»

 

 

Rubén Pozo y Lichis
Mesa para dos
SONY, 2019

 

Texto: SERGIO ALMENDROS.

 

Rubén Pozo y Lichis bien podrían estar, o seguir estando, en la cresta de la ola, paladeando, o siguiendo estirando, el éxito logrado con sus anteriores proyectos, pero no siempre el camino fácil es el más atractivo, o al menos para estos dos rockeros, dos rockeros de sonido y, sobre todo, de actitud. Porque no hay nada más rock and roll que apearse de la autopista del éxito nada más que porque sí y apostar por reemprender el viaje en carreteras secundarias. Pereza y La Cabra Mecánica pararon el motor cuando habían facturado sus mejores discos (Aviones y Hotel Lichis) y todavía gozaban del beneplácito de las masas, y para eso hay que echarle muchos… eso, mucho rock and roll. Sus caminos se juntaron de la forma más natural, y así fueron ensayando, actuando y generando una unión que ha dado lugar a Mesa para dos, un epé de seis temas en el que a cuatro manos se reparten las tareas democrática y equilibradamente, con espacios propios para ambos pero con lugar también para la unión de sus talentos.

Esto último queda palpable especialmente en la canción que da título al trabajo, esa deliciosa “Mesa para dos” que abre el disco con música de Lichis y letra conjunta, una letra que es toda una declaración de intenciones. Ambos ya habían plasmado antes en sus respectivas carreras en solitario su satisfacción por el nuevo estatus adquirido, ese sacar pecho ante las adversidades y levantar la cabeza cuando parece que ya nadie les ve. Y cantado y sentido a dúo el mensaje se multiplica.

Con “Trompas de Eustaquio” se pone el foco en Rubén Pozo, que firma una de las composiciones más complejas y maduras de su carrera, pero sin perder la frescura que siempre le ha caracterizado. A continuación el turno es para Lichis con “Loquillo”, un tema que tira de ironía para hablar de la flaqueza y las dudas que no debiera de tener todo rockero de pro. Musicalmente sigue los pasos marcados por sus más recientes composiciones, con la novedad de unos vientos que levantan más aún la canción y que la convierte en uno de los puntos más brillantes del disco. “Canción maldita” nos devuelve al Rubén Pozo más reconocible, con un sonido netamente Stone y una letra que reitera el mensaje de “esto no le va a interesar a nadie pero me da igual”. En “Nudo sur” Lichis recupera su visión retratista, esa que le hizo codearse líricamente con nombres de la talla de Sabina o Robe, quedando un fresco del extrarradio más que interesante. Y el final del epé, que sabe a poco, llega con “Batiscafo verde” a ritmo de reggae. Es la pieza que más se sale musicalmente de lo esperado y que presenta a un Rubén Pozo abriendo su abanico de estilos casi casi por primera vez.

Mesa para dos bien podría haberse llamado Erre que erre de rock and roll, como cantan en una de las primeras estrofas del álbum, y es que el mensaje que dejan estos dos supervivientes es siempre reivindicable y, lo más importante, las canciones siguen brillando como siempre les han brillado.

Anterior crítica de discos: Ode to joy, de Wilco.

 

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